Hace unos días vi Un verano con Monika (Sommaren med Monika) del aclamado director sueco Ingmar Bergman, cuyo trabajo no conocía. Me bastó apenas esta cinta para entender por qué es uno de los referentes de dirección cinematográfica de todos los tiempos.
La película cuenta la historia de Harry y Monika, dos jóvenes que se conocen en un café cuando él le enciende un cigarrillo y deciden ir esa misma noche al cine en su primera cita, como todos los enamorados. Un poco después, ya como pareja establecida, ambos se rebelan (ella en casa, él en el trabajo) y deciden abandonar la ciudad e ir en bote a una pequeña isla a pasar el tiempo sin hacer nada.
La magia de ese ensueño y esa supuesta libertad en la que viven, se rompe cuando se ven obligados a volver a causa del embarazo de la chica. Con este hecho, el idilio comienza a resquebrajarse y a alejarlos poco a poco, revelando la naturaleza de ambos. Para Harry, ese viaje a la isla era como tomarse unas vacaciones; ahora, lógicamente, entiende que hay que volver, conseguir un trabajo, etc. Pero Monika no. En la secuencia inicial, cuando se conocieron en el café, una de las primeras frases que Monika le dice a Harry es:
- Vámonos para no regresar. A ver mundo ¿te apetece?
Harry la lleva al cine y luego al islote. Pero no era eso a lo que ella se refería. Monika quiere ser libre. Ella fue a esa isla a ser completamente libre: sin familia, sin trabajo, sin responsabilidades, sólo ser y estar. Por eso, dentro de ella se comienza a gestar la amargura, la rabia, la frustración. El bebé es la razón por la cual ella no podrá seguir haciendo lo que quería hacer: ahora debe ser madre, esposa, dedicar su vida a otros más que a sí misma. La Monika feliz, alegre y vivaracha del principio se torna oscura e irritable. Es la juventud arraigándose a su condición, diciendo ¡No! a crecer, a madurar, a entrar a la adultez. Harry, en cambio, es más tranquilo. Busca un trabajo, estudia de noche y vela por su hija, que no es atendida por la madre. Y sólo logra soportar la irascibilidad de su esposa hasta el día en que la descubre durmiendo con otro hombre, tras lo cual Monika se marcha dejando a la criatura con su padre.
Es un final triste, muy amargo. Pero honesto. En la época en que el cine contaba historias de amor felices o finales que separaban a los personajes a pesar de amarse profundamente, Bergman mostró otra verdad: el amor es fugaz. Cuando Monika lo abandona, Harry recuerda los felices momentos de aquel verano cuando todo parecía tan prometedor. Pero sólo duró eso: un verano. El amor, al igual que la vida, es efímero. Resuena por eso, una escena en la película en la cual, cuando los enamorados abandonan el café, un comensal le dice a otro:
- En primavera florecen nuevos amores.
La frase remarca que la primavera es una temporada para el amor y que de igual forma en que las estaciones pasan, los amores también.
Todo ello hace de Monika un personaje memorable, porque aunque es egoísta, cruel e infiel, su mayor falta acaba siendo su honestidad. No puede (o no quiere) fingir ser alguien que no es y lleva eso hasta las últimas consecuencias.
Al excelente guión, co-escrito por Bergman junto al autor de la novela original Per Anders Fogelström, y la excelente dirección, se agrega la filmación de escenas notables y recordadas por todos aquellos que han visto la cinta. Entre ellas, la de Monika, acostada sobre el bote en el viaje de regreso a la ciudad, o la escena de la ruptura, con Harry en primer plano y Monika al fondo.
Para redondear la película, las actuaciones de Lars Ekborg (Harry) y Harriet Andersson (Monika) son brillantes, razón por la cual Bergman volvió a trabajar con ambos, especialmente con Andersson, quien estuvo presente en casi una decena de las películas del director.
En Estados Unidos le agregaron al poster de la película, la frase “La historia de una chica mala”. Creo que es injusto tildarla de esa forma. Desde luego que no es la Ilsa Lund de Casablanca, pero sencillamente se trataba de una muchacha que no se sentía lista para asumir su condición de mujer y quería seguir siendo joven y libre. Así que por la creación de ese personaje, por el buen guión, las excelentes actuaciones, las escenas icónicas dentro de la obra del director y sobre todo, la honestidad de la historia, le otorgo un 8/10 a esta película y aseguro que seguiré revisando más de la extensa cinematografía de Ingmar Bergman. Ustedes también deberían hacerlo.
Pensé que decía mi nombrexd
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Hola, este post ha sido propuesto para ser votado por Cervantes. Saludos.
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