Cada pareja es un mundo y es difícil generalizar cuando se habla de infidelidad, pero a la luz de mi experiencia, he llegado a la conclusión que las mujeres suelen ser menos infieles que los hombres, o por lo menos más reservadas que ellos y menos orgullosas cuando lo hacen.
Lo que sí parece ser cierto es que a menos que una mujer disfrute de hacer una vida promiscua, necesita, más que el hombre, motivos valederos que justifiquen su infidelidad.
A veces, el motivo de un engaño es la venganza, cuando su pareja también le es infiel, pero es más común que la causa principal de la infidelidad femenina sea la dificultad para lograr relaciones sexuales satisfactorias con su pareja.
A pesar de que todos podemos ver a cualquier hora por televisión, escenas de sexo explícito, lamentablemente hay todavía muchos hombres que no saben hacer el amor y viven el acto sexual como un simple desahogo de tensiones.
Es difícil para estos hombres cambiar de actitud porque ya han adquirido ese hábito y les resulta imposible detenerse a tiempo para darle oportunidad de disfrutar del acto, también a la mujer.
Antiguamente eran pocas las mujeres que tenían la oportunidad de gozar con sus parejas del acto sexual, porque la mayoría, por ignorancia y por haber sido educadas para ocultar sus emociones, consideraba poco digno de jóvenes serias dar rienda suelta a sus instintos.
En esa época los hombres tenían en el hogar una esposa e hijos, y afuera una amante fija o varias según sus posibilidades.
Pocas veces los matrimonios se separaban, principalmente porque las mujeres dependían totalmente de sus maridos y porque en esos tiempos no existían para muchas otras opciones.
En la actualidad, las mujeres estudian y trabajan a la par de los hombres y saben que tienen derecho a disfrutar de una relación como ellos, de modo que es muy difícil que el amor que sientan por sus novios o esposos sea tan grande que minimice una conducta sexual insatisfactoria.
No existen las mujeres frígidas, sólo existen hombres que no saben que las mujeres son diferentes, razón suficiente para que toda mujer conozca bien a su pareja antes de tener hijos o casarse.
Una pareja joven puede aprender uno del otro y llegar a complementarse eficazmente, pero hay hombres con pocas o malas experiencias, que pueden haber adquirido hábitos difíciles de cambiar.
Lo peor es que ellos pueden creer que están haciendo todo bien porque nunca antes recibieron alguna queja y porque no saben que muchas mujeres son verdaderas expertas en el arte de fingir.
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