Estas palabras las he oído un sin fin de veces en mi vida, dando valor a este mensaje en el momento en que fue pronunciado y de igual manera a cada una de las personas que me lo ha transmitido.

En mi vida se me han presentado grandes pruebas, varias de esas que uno piensa: ¡Eso nunca me va a pasar a mi!. De esas que jamás pensé que podría soportar o sobrellevar. De esas que vi muchas veces en otras personas y pensé muy dentro de mi: Si eso me llegara a pasar me voy a deprimir, no salgo de mi cama más nunca y me dedico a llorar.

Ahora, hoy en día puedo voltear la mirada y decir: ¡Aquí estoy, sigo en pie! ¡A pesar de todo lo que he pasado, sigo adelante! ¡No desmayaré! ¡Gracias Dios por darme la fortaleza que necesitaba!

He descubierto que son muchos los obstáculos que he tenido que sortear, pero puedo decir que los he saboreado con mucho gusto. He podido tomar buenas decisiones y no me he arrepentido de ellas.

Se que en este camino aún me faltan escalones por subir, pero he entendido que debo hacerlo uno a la vez, con calma, saboreando la vista que me regala cada uno de ellos, porque son vistas diferentes. Cada peldaño supera al otro, tiene otra sensación, tiene algo nuevo que ofrecer y se que en conjunto me llevan a donde quiero llegar, a la cúspide, a lo máximo, a lo sublime...a Dios.

Desde hace dos años le di un nuevo enfoque a mi vida, saboreando cada instante, agradeciendo lo que tengo en el momento, compartiendo y preparándome para subir un nuevo escalón.

Es por eso que quiero continuar, puedo continuar... debo continuar.