Tiempos de Filosofar.
Luis Ignacio Hernández Iriberri
[02 abr 20]
[Atlas de Filiosofía;
Océano, 2004]
Un cambio social como el que actualmente y de manera históricamente privilegiada estamos presenciando, sólo han habido, sin elaborar mucho el análisis, dos más en la historia de la humanidad: 1) en el año 476 en que finalmente la vieja sociedad esclavista es sustituída por la nueva sociedad feudal; y, 2) en el año 1453, en que esa sociedad feudal, a su vez, es reempalzada por la nueva sociedad capitalista. Ahora es la sociedad capitalista la que se derrumba; ello está en el pensamiento de más de un analista en cualquier ámbito del pensamiento; y, ciertamente, ese pensamiento humano, para enfrentar estos procesos de transformación en tal magnitud, en lo más general y esencial, tiene que empezar por la reflexión filosófica.
Hemos tenido ocasión de ver en los más recientes programas televisivos de “Sacro y Profano” conducidos por Bernardo Barranco Villafaña, especialista en sociología de las religiones, precisamente esta incidencia en la necesidad de la reflexión filosófica para mediar la racionalidad entre la trágica escatología (doctrina del destino final) de un “momento apocalíptico” (una “plaga divina” predestinada ante una “humanidad pecadora”), y el frío y simple agotamiento científicamente predicho de un modo de producción económico-social que es reemplazado por otro, no sin un complejo proceso de destrucción de lo viejo y la construcción de lo nuevo.
El primero de estos dos últimos programas: “Coronavirus y la Ira de Dios“ (18 mar 20); hecho al parecer fuera de toda planeación anticipada para poder dar respuesta en ese ámbito de la relación entre lo sacro y lo profano, a la situacion suscitada con la pandemia del Covid-19; en el marco de la “ira de Dios”, si en un extremo están las religiosas “revelaciones del fin del mundo”; en el otro está el muy “ecologista” (y “científico”) castigo de la “Madre Tierra”.
Parte Sacra
No hay aquí mucho qué analizar, puesto que lo dicho está en el ámbito de la fe, de lo que se quiere creer sin racionalidad alguna, y no del pensar, que, por lo contrario, es plena racionalidad, juicio lógico. Lo lamentable aquí, es que todavía hay científicos de alto nivel preocupados por el problema medieval de demostrar la existencia de Dios, como de profesionales en diversos estudios, haciendo místico culto “ecologista” a la “Madre Tierra”.
El segundo de estos dos programas: “Cronavirus y los Dilemas Éticos” (25 mar 20), se analiza desde “la soberbia de la civilización occidental” y los “modelos civilizatorios”, hasta el proyecto del modelo globalizador, emblema del neoliberalimo, que da paso a “nacionalismos etnocentristas”; en ello, los gobiernos llaman a la unidad, solidaridad y patriotismo, reflejando la ética e intereses de los estados.
Yendo por partes en la revisión de esta narrativa, lo que destaca en esta primera parte son esas vaguedades y grandes generalizaciones de la “civilización occidental”, de los “modelos civilizatorios”, o de los “nacionalismos etnocentristas”; hay en ello falta de rigor categorial que permita un análisis más profundo y realmente causal de los fenómenos, pues qué es hoy la “civilización”, si no un específico modo de producción económico-social; y así, qué es la “civilización occidental”, si no el régimen económico-social capitalista; al que, para más, desde principios de los años noventa se sumó también la “civilización oriental”, entendiéndose por ello, los píses que abandonaron el modo de producción económico-social socialista, por lo que ya no sólo no es la “civilización occidental”, sino ni siquiera lo es esa vasta generalización de una “civilización”, de lo que difícilmente se puede ir más allá en el análisis causal y una esencialidad objetiva.
Parte Profana
En opinión de los analistas, todo lo hasta hoy dado, ha quedado devastado, no sólo en una desglobalización, sino en una deshumanización, y de ahí la incertidumbre. Se enfrentan, pues, retos éticos, esencialmente, de “una modernidad que no ha cumplido con los mejores ideales, olvidando la condición humana”.
Esto es, en esta segunda parte, si la desglobalización es producto de la descomposición del capital imperialista, la deshumanización no se produce ahora junto con ello, sino que viene en un proceso desde el origen mismo del capitalismo, porque ello le es intrínseco; es decir, es la paulatina pérdida de la condición humana en el proletariado bajo la opresión y explotación del capital. La ética es una negación natural del capital; para que la ética reine, el régimen del capital tiene que desaparecer.
Hay en esta segunda parte el problema de ese concepto sofístico de la “modernidad”, por el que, lo que ha fracasado finalmente, según ello, no es el modo de producción capitalista, sino eso abstacto, ambiguo y general de “la modernidad”. Se entiende por modernidad ese periodo histórico que sigue al Renacimiento a partir de mediados del siglo XVII (1650), al final del siglo XVIII (1799). En particular, el siglo XVIII también es conocido como “El Siglo de las Luces”, o el siglo de la “Ilustración”, términos que aluden al desarrollo de la ciencia y su método lógico hipotético-dedectivo, como el principal aporte, precisamente, de la modernidad. De modo que, cuando se habla del “fracaso de la modernidad”, en ello va el ataque oscurantista a la ciencia, de la ideología burguesa de la llamada “posmodernidad”; por lo que aquí no sólo hay un análisis insuficiente, sino una deliberada distorsión de la realidad para impedir su comprensión: el fin del orden capitalista.
Los Dilemas Éticos
Continuando en la narrativa del programa, hay, en un primer dilema, una carencia de identidad humana. Luego, en un segundo dilema ético, están las opciones de “encerrarse”, o “enfrentar el problema de salud y control de daños en la afectación económica”; “el problema social es la falta de una ética social, comunitaria, suplida por una ética egoista, del individuo, ética social marginada por la modernidad del liberalismo”, en la desigualdad y pobreza social, en una falta de conciencia social y humanísta. Y en un tercer dilema está el enfrentar el problema de la unidad y disciplina, asaltada por el oportunismo político, que se da precisamente a falta de esa ética social de conciencia en un sentido común.Se da así, se dice finalmente en el programa, una crisis no sólo de salud, sino cultural. Y el problema es, se agrega, cómo estar, en adelante, preparados para estos eventos; a lo que se responde que la necesidad es de una transformación ontológica, es decir, de la naturaleza misma del ser humano
Y como último comentario queda decir al respecto de esos tres dilemas éticos y las conclusiones, el que, cierto es, hay una identidad perdida de lo humano, porque esa fue la lógica del capitalismo; justo lo contrario es en la sociedad de culto a lo social, una sociedad socialista, esencialmente humanista.
El segundo dilema ético, el de permanecer en cuarentena o no, que planteado como “salud o economía” resulta un falso problema (por demás no ético), porque, evidente y dialecticamente, son las dos cosas; sino que es, otra vez, ciertamente, un dilema ético entre el egoismo (el culto del “yo”) individualista como culto, ciertamente, del liberalismo económico del capital (independientemente del momento histórico de la modernidad), y el colectivismo, como culto del socialismo, en donde no es “perder libertades”, sino, por lo contrario, entendiendo la libertad como la conciencia de la necesidad, esa es una conciencia de “sacrificio” ético, necesario por el bien social.
Finalmente, en el tercer dilema ético, entre la unidad y disciplina social o la libertad individual, nuevamente es el dilema entre individualismo y colectivismo, o sea, entre ideología capitalista e ideología socialista. Luego, y como conclusión, esta es ciertamente una crisis no sólo de salud, sino cultural y de valores éticos, y aún más, de todo un modo de producción económico-social.