“Don Quijote de la Mancha” es el libro escrito en lengua castellana más importante que existe. Eso lo hemos escuchado decir muchas veces. Pero una cosa es que todo el mundo lo diga, y otra muy diferente, lo que puede significar para nosotros leerlo. En muchas ocasiones intenté leer el quijote, pero siempre me quedaba en esa primera página donde un hombre se vestía, más bien pobremente, para salir de su casa y defender a los desvalidos del mundo. Creo que esa imagen inicial de lástima me apartaba de continuar la lectura. Pasaron muchos años, pero siempre ese muro de la primera página me impedía el paso. Un día una persona que quiero y en quien confío plenamente me habló maravillas del Quijote, tanto me dijo que decidí con nuevos ímpetus leerlo. Por otro lado, quise hacerlo en una edición del libro que había sido de mi abuelo, por lo que la lectura adquirió, también gracias a eso, una riqueza y significación nuevas. Así, lo fui leyendo poco a poco, cada mañana me acostaba en mi hamaca y me leía un episodio. Sin prisas, con lentitud. No supe en cuántos meses lo terminé, pero la sorpresa ha sido mayúscula. En verdad, esas primeras páginas nos muestran un Quijote triste, pobre, loco, que da como una risa que se parece a la lástima, no es un héroe joven y apuesto, es un viejo tostado que se ha vuelto loco de tanto leer libros de caballería, que fueron unos libros muy famosos en la edad media, en los que un hombre joven y gallardo salía a defender a los desafortunados, y luchaba contra dragones y hechiceros, siempre pensando en una bella y virtuosa mujer que lo esperaba en algún castillo. Pero el Quijote sale a buscar aventuras, junto a un caballo igual de lastimoso que él, rocinante, acompañado de un campesino, Sancho Panza y su burro. Y todo lo que encuentra el Quijote le parece que son magos, hechiceros, se inventa aventuras donde hay molinos de viento y decide hacer de una campesina su amor ideal. Lo que me sedujo del Quijote fue primero, ese concepto de libro antiguo que consiste en muchas historias dentro de una historia, como la Biblia o las mil y una noches. Me recuerda esas historias que se cuentan, más que se leen, es como si Cervantes nos estuviese contando muchos relatos hermosos, trágicos, alegres, dentro de uno. Luego el humor, que atraviesa los siglos y hace fresco y gracioso un texto de hace mucho tiempo atrás. Después me impresiona la sabiduría, ese hablarnos de verdades que lo eran ya hace mucho tiempo y lo siguen siendo ahora. Pienso en particular en lo mucho que me impresionó la historia de la pastora Marcela, que se va al campo para vivir sola y evitar que su belleza enamorase a todos los hombres que la conocían, y cómo, luego de que uno de esos enamorados decide morir porque no la puede tener, ella defiende su derecho a no amar a ninguno, a apartarse y vivir de manera solitaria: “Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis, decís y aún queréis que esté yo obligada a amaros. […] Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. A los que he enamorado con la vista, he desengañado con las palabras.” p. 56. Esa forma tan categórica, tan segura de afirmar su derecho a no amar a nadie, su derecho a vivir sola me parece uno de los más antiguos tratados feministas que existen en la historia de la literatura. Los invito a conocer el libro más extraordinario escrito en lengua española, y a disfrutar de uno de los primeros antihéroes jamás creados: El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
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