A veces el viento nos tira. Esta semana han caído ramas hiriendo a una mujer por las rachas de viento en Málaga. Pero otras veces somos nosotros, ni nadie ni nada más, los responsables de caer tan bajo. Y echarle la culpa a algún viento sólo hace nuestra caída más honda. En ese sentido, siempre discuto, y no sólo de fútbol, con quienes valoran como una virtud la habilidad de “caerse” en el terreno de juego engañando al árbitro, para que éste le pite falta al contrario. La victoria no siempre es ganar.
Javier Crespo, Árbitro Liga de jóvenes discapacitados intelectuales
Por eso, para mí, hay tres noticias inhabituales que merecen resaltarse esta semana. La primera es la de ese chico futbolista que advirtió al árbitro que se había caído solo. La crónica la redactó con alma en El País Alejandro Martín, así que la reflejo en parte aquí con sus propias palabras: “Suena el silbato. El jugador de la UD Las Palmas que había caído al suelo se acerca a Javier Crespo, el árbitro, y le confiesa: -No ha sido falta. Me he caído solo. Su equipo va perdiendo, pero el jugador no parece tener el resultado en cuenta. Crespo le devuelve una mirada de incredulidad y decreta un bote neutral. El Girona FC, deportivamente, devuelve el balón y continúa el partido”. Ha ocurrido en la denominada Liga Genuine Santander, para chicos con discapacidad intelectual. Ya lo escribí cuando vi la película “Campeones”, de Javier Fesser. Las personas discapacitadas, directa o indirectamente, lo mejoran todo. Cuando exigen que se les facilite la accesibilidad y defienden sus derechos están exigiendo que todo se haga más humano y transitable para todos.
Momento en que un diputado de la Izquierda piropea a uno de la derecha
La segunda noticia vuelve a tener al diputado con rastas de Podemos como principal protagonista. El diputado morado Alberto Rodríguez ya salió a la palestra sin pretenderlo cuando la popular Andrea Levy le respondió, sin intencionalidad, a la reportera Thais Villas, en el programa El Intermedio, que de los nuevos parlamentarios de la oposición le había gustado “uno de Podemos con el pelo largo”. Hubo cierto folloncillo frívolo con aquello. También cuando algunos políticos criticaron el aspecto del espigado Rodríguez. Pero eso no sorprendió a nadie. Lo que ha sucedido ahora sí. Alberto Rodríguez se dirigió anteayer con sinceridad imprevista y declarado afecto a un diputado popular en el hemiciclo. Quedará escrito en el Diario de sesiones: “Le echaremos de menos. Es usted una buena persona y le pone calidez humana a este sitio” El hasta ahora poco conocido diputado popular, Alfonso Candón, no se lo esperaba. Finalmente se dieron un abrazo de despedida. Candón se ha ganado el respeto de muchos en Madrid. Ahora abandona el Congreso para formar parte del Parlamento andaluz. El gesto ha hecho más por el respeto debido en la convivencia democrática que todas las falsas apariencias que la política ha convertido en innecesaria seña de identidad.
Mohamed, el Spiderman de Zaragoza
Claro que, la vida no la dibuja Disney a diario. Ni siquiera cuando se producen noticias como la tercera. La leí ayer en La Opinión, aquí en el periódico. Un joven trepó por un edificio en Zaragoza para auxiliar a una mujer que, aterrada, gritaba pidiendo auxilio desde su vivienda. Todo parece apuntar a que se defendía de la agresión de su pareja. Pero Mohamed, que así se llama el muchacho que la socorrió, dejó su abrigo y lo que llevaba en la mano en el suelo para poder trepar hasta la vivienda. Cuando finalmente la policía detuvo al presunto agresor y el pobre héroe pobre Mohamed abandonó el piso de la mujer, este Spiderman emigrante comprobó que le habían robado la cartera. No debería parecer que por ser un héroe no sólo te puedes despeñar de una fachada, sino también que te roben la cartera. Por eso la sociedad debe atesorar las medidas que apoyen a quienes construyen presente y futuro, como este hombre, y perseguir a quienes van sólo a lo suyo hasta el punto de perjudicar a los demás.
Familia inmigrante en El Paso, Texas
Otras noticias son más negras. Y nadie debería acostumbrarse a ellas. Acostumbrarse, por ejemplo, a que una niña de siete años, tras ocho horas detenida por la policía de fronteras USA, sin tomar nada -según nos han contado hasta ahora-, haya muerto deshidratada; y tras haber atravesado durante días el desierto mexicano con su padre inmigrante guatemalteco que, cuando escribo esto, aún no se sabe dónde está encarcelado. Qué intolerable y triste vergüenza...
(c) Domi del Postigo / www.domidelpostigo.es
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