Corrían tiempos de abundancia y justicia en el reino de Nerub, era fascinante ver aquel majestuoso castillo rodeado de su ciudadela, situado en el medio de un lago, donde cada año según las estaciones, miles de aves se posaban en el para procrear. Miles de pájaros multicolores revoloteaban alrededor del reino buscando los mejores lugares para comer y criar.
El reino aprovechaba al máximo esas aguas, abundantes de toda clases de peces y aves. Alrededor del palacio se habían erigido jardines, donde se involucraban fuentes y lagunas, junto a frutales y hiervas olorosas y florales.
El gobernante era el Rey Luduvik, descendiente de un linaje ancestral mágico, y la Reina Isabela, perteneciente a una casa Real algo lejana. Ambos habían concebido en el calor de su más profundo amor 2 preciosos hijos, la princesa Zara y el príncipe Eduard, de 17 y 12 años respectivamente.
El rey y su reino eran respetados y conocidos más que por su poder militar y económico, por ser gobernado por un soberano justo y salomónico con cada uno de sus súbditos, encontrándose el palacio muchas veces como un mercado, pues se les permitía a visitantes y vasallos, acceder al castillo en busca de la benevolencia y justicia de su majestad.
Sin embargo, no muy lejos aunque tan poco muy cerca de ahí, en la oscuridad del bosque profundo, había un Reino que por la avaricia de su Rey había caído en desgracia. Por su codicia había convocado ritos oscuros y todo lo que prometiese enriquecerlo, con el resultado de que como pago fue convertido en un hechicero de magia negra.
El mago todos los días vislumbraba con envidia aquel esplendoroso reino y como todo envidioso los aspiraba para sí.
Pensaba – Si tan solo… Pudiera ser mío
Con una población diezmada por las enfermedades y su ejército desertado, no le quedaba más opción que contemplar resignado aquel manantial mágico. Veía la cotidianidad en el castillo desde su más humilde labriego, hasta los discursos del Rey, más nunca había advertido la mujer en la que se había convertido esa encantadora princesita.
Desde entonces, observaba su rostro día a día. Uno de ellos en que contemplaba a la hermosa princesa en medio de sus quehaceres cotidianos, en un instante en el que el destino decide dar ventaja al mal, el Hechicero oyó a la nana de la princesa contarle a esta sobre el infortunio de un hermoso y valiente príncipe, convertido en sapo, el cual solo podría ser librado de dicho maleficio con el beso de una princesa. Observo entonces como la princesa quedo prendida de tal historia, y asistió a su malvada mente un plan maestro.
Sería la oportunidad perfecta para adueñarse de aquel reino, en su mente maquinaba –Si pudiese transformarme en sapo y llegar hasta la princesa, y al besarme una posición mágica provocara en ella un profundo amor hacia mí !Así podría desposarla! Sera pan comido después de todo apoderarme del reino.-
Bajo a las catacumbas a invocar la magia negra, pidió ser convertido en sapo, y así sucedió, pero una vez más el mal obro a su placer y fue convertido en un repugnante gran sapo. Desde su destruido y olvidado castillo, se lanzó al rió y nado un día y una noche, hasta llegar a los jardines del palacio, donde la princesa junto al príncipe y parte de la corte pasaban largas horas escuchando y contando historias.
Llego hasta posarse muy cerca de ella, y comenzó a croar de una forma poco común. Cuando la corte y los príncipes voltearon ver alguien dijo en tono jocoso –Mi princesa, será ese el príncipe que tanto esperáis?
–Ni se os ocurra sugerir que bese a ese sapo tan feo- Respondio la princesa Zara con desdén.
El Mago contrariado y dolido en su soberbia, volvió a su apariencia natural, ante los ojos atónitos de todos, y profirió estas palabras
-TE HABÉIS ATREVIDO A LLAMARME “FEO” E IGNORARME? HOY OS DIGO, ERES LA PRINCESA DE TU HERMOSO REINO, PERO CUANDO LA ULTIMA AVE EMIGRE TE CONVERTIRÉIS EN LA REINA DE LOS SAPOS- Luego de imponer aquel encantamiento, se transformó una vez más en aquel horrible y grotesco sapo que una vez fue, se lanzó al agua y presuroso se marchó en la penumbra.
Al pasar las semanas los magos del reino buscaron en los antiguos textos, como derogar tal maleficio, pero con nada daba,. Al final un charlatán de esos que abundan por ahí, llego e hizo unas invocaciones y aseguro que nada sucedería.
Los meses transcurrieron. Cuando la última ave alzaba vuelo para ir hacia el sur, algo extraño comenzó a ocurrir a lo largo y ancho del reino, los súbditos y la corte comenzaron a desaparecer por doquier, eran buscados de un lado a otro infructuosamente. Al caer la noche, solo los lamentos de los que aún no habían desaparecido se escuchaban a lo lejos, y un tronar de sapos y ranas se oía cada hora más fuerte. Al amanecer solo la princesa y el príncipe corrían por el castillo, buscando a sus seres queridos.
Al llegar al salón real, encontraron dos sapos en el trono, y comprendieron la terrible realidad. El sortilegio que había convocado aquel mago se había cumplido, todos habían sido convertidos en sapos y ranas, solo el príncipe quedaba a su lado, de pronto cuando la princesa volteo a reconfortarlo, el príncipe no estaba. El hechizo lo había alcanzado…
De la noche a la mañana el reino se oscureció, nadie pescaba, nadie cuidaba sus jardines, no olía a pan recién hecho, no sonaban las trompetas para dar comienzo a la audiencia, y mucho menos alguien tocaba las campanas. Solo la noche convertía aquel reino en una estruendosa orquesta de sapos, cantando melancólicamente, no era un canto habitual el de aquellas criaturas. Los estanques y fuentes más bien parecían lamentos.
Al transcurrir las semanas y meses, durante el día mientras los sapos y ranas dormían, solo se oían los sollozos de Zara a lo lejos. Fue tal el llanto, que un buen mago que volaba a su reino encantado, decidió acercarse y averiguar su origen. Ahí estaba ella en un banco de aquel jardín descuidado, donde había pasado horas escuchando historias, hinchada de tanto llorar. Él le pregunto –¿ Por qué lloráis con tanto dolor?, ella lo observo y viendo la bondad en su rostro, le explico con detalle lo sucedido.
Mientras meditaba rascando su barba, respondió –Yo no puedo deshacer tan perverso hechizo, solo el amor a tu pueblo y seres queridos puede derogarlo, y para ello deberás hacer lo opuesto a lo que lo provoco. Solo así podrás neutralizar el maleficio. Recordad cuando empezó y deberás romper el maleficio antes que reinicie el ciclo, te deseo lo mejor, busca en tu corazón y lo sabrás.
Así como vino, levanto el vuelo y se fue el mago. El resto de ese día y noche, Zara La Reina de los sapos no lloro, intentaba comprender el significado de aquellas palabras “Solo el amor por tus seres queridos y pueblo… Lo contrario a lo que lo provoco”.
Comenzó a relacionar aquel desafortunado encuentro con el mago, el cual convertido en sapo se negó a besar. Se preguntaba – Si el amor a mis padres, hermano y pueblo pueden hacerlo, ¿Cómo lo haría?, tendré que besar a cada uno de ellos? ¿Deberé hacerlo antes que comience que?. Comenzó con la partida de las aves del lago, deberé concluir antes de que reinicie el ciclo y… Regresen.
¿Por qué?
Se le erizo la piel al recordar, que faltaba poco para el retorno de las garzas y grullas, vendrán hambrientas a devorarlos a todos… -Oh no- Pensó inflamada de angustia – Debo comenzar ya, sino será demasiado tarde para mi gente.
Y así empezó, uno a uno. Día y noche sin parar, a buscar en cada rincón y madriguera un sapo y una rana que besar. El asco y la repugnancia hacia esos diminutos animales, había dado paso a la esperanza y el amor hacia los suyos. Uno tras otro fue liberando a su pueblo del maleficio, y estos una vez regresados contribuían con ella a buscar más sapos y ranas alrededor, solo ella podía curarles. El tiempo pasaba, pronto las aves retornarían, por miles, debía apresurar sus besos, su boca hinchada no paraba de hacerlo. Las lágrimas corrían por sus cansadas mejillas, sus padres y hermano aun no aparecían, todos los transformados que eran cientos y miles buscaban, pero todos eran iguales.
Corrían los días y los reyes nada que aparecían, la angustia y desesperación aumentaba con cada segundo que transcurría.
La primera ave apareció al amanecer y se posó en el lago, mientras tanto, el malévolo mago desde su funesto castillo, observaba aquella proeza y se preguntaba -¿Cómo podría ser el heredero y desposar a la princesa de aquel reino bajo esa circunstancias?
De pronto su malévola mente se esclareció y surgió de ella un brillante idea -Me hare pasar por uno de ellos- Se dijo así mismo.
Ella al besarme hare el encantamiento que dispuse la vez anterior, corrió a la catatumbas de su castillo, invoco conjuros de fuerzas oscuras, y fue transformado en un grotesco sapo nuevamente. Nado un día y una noche hasta aquel jardín donde ella se encontraba, la princesa apresuraba a los demás y pedía –Traedlos a todos por favor- Quedaban pocos por besar.
El mago sin percatarse de lo que ocurría alrededor, se fue acercando hasta ella. ¡La princesa al ver que las bandadas de aves ya se acercaban y posaban en las aguas del lago y cercanías del jardín, se desesperó y gritaba –Encontrad al resto!! ¡¿Dónde están mis padres y hermano?!- Todos buscaban junto a ella desesperadamente entre las rocas, sus pequeñas manos rompió al moverlas ya ahí encontró a los 3 últimos que faltaban, entre alegría y preocupación, los tomo con ayuda de los otro y beso con premura. Si, eran ellos el rey y la reina... Y ¡¿El cardenal José?!
Faltaba Eduard, ¿Dónde?, el graznido de las aves se escuchaba cerca, presurosa movió una gran roca y ahí estaba el ultimo, -!!Por favor, que sea el!!- Imploro en vos baja, lo tomo y beso. Era el. Mientras las ultimas aves se posaban en el lago y alrededor del jardín, el hechizo se había roto con el comienzo de aquel final, la partida de las aves y su retorno.
Pero ¿Y el mago?
Presuroso saltaba detrás de ella para alcanzar el ultimo y comprometedor beso de Zara, y así concluir su malévolo plan de apoderarse del reino de Nerub y la princesa. Sin percatarse, su croar y lento salto llamo la atención de una enorme grulla, que mientras el saltaba hacia la princesa, la grulla volaba hacia él. Cuando la princesa Zara ya casi daba la vuelta, para dar tal vez el último beso al último sapo, la enorme grulla ¡Ploj! Lo devoro.
Una vez más el mal había sido derrotado y alejado de aquel reino, que con mucha esperanza veía un nuevo y radiante amanecer. Quedando demostrado una vez más, que el poder no radica solo en el oro y la fuerza, sino en el verdadero y más sincero amor que demostráis hacia los demás, miles de sortilegios han sido derrocados solo invocando la fuerza en nuestros corazones, si aman de verdad. Y como terminaría cualquier otro cuento de hadas
!!Vivieron todos (excepto el mago) Felices para siempre!!
Esta es una historia que escribí hace muchos años para mi hija Jarliz cuando aun podía tenerla sobre mis hombros, y que por avatares de la vida no logre publicar. Hoy nada me daría mas satisfacción que no solo les guste, sino que vivan gratos momentos transmitiendola a sus hijos, sobrinos etc.
Con mucho cariño JR
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