Venezuela desde 1998 escogió un modelo de gobierno totalmente opuesto al de los 40 años anteriores, uno que se basaba, en la teoría, en escuchar los problemas del ciudadano de bajos recursos y apoyarlo en igualar sus condiciones con respecto a los otros estratos del país. Una metodología enraizada en el populismo y que era vendido como Socialismo del siglo XXI, ese fue el proyecto de gobierno del difunto Hugo Chávez, cuyo nombre entró a la palestra política del país entre los años 1989 y 1992; este último fue el boom en su popularidad a causa de su golpe de estado fallido contra el presidente de turno, Carlos Andrés Pérez, el 4 de febrero. Fueron sus palabras que supieron usar el rencor de todo ese sector de la ciudadanía que se sentía excluida, y lo impulsaron a ganar esas elecciones de 1998 donde a partir de su victoria comenzaría una maraña de estrategias sociales que lograron darle vuelta a la sociedad venezolana, pero lastimosamente no para mejor.
Fueron variedad de cambios que realizó el gobierno de Chávez con el propósito de crear una mega estructura centralizada con todos los organismos que conforman el sector público del país cuyo objetivo principal es el de controlar las masas; todo con el fin de perpetuarse en el poder para convertirse en un parásito asesino que devora todos las riquezas del país para así beneficiarse a costa de la vida de todo el gentilicio venezolano. Diría que el sector más afectado por toda la crisis que este proyecto gubernamental ha dañado, y creo que es por fines estratégicos, es el sector educación. La educación de Venezuela siempre ha sido un referente en la región suramericana inclusive durante la indigestión del gobierno chavista que se jacta de haber logrado un índice casi nulo de analfabetismo; pero es en ese mismo sector educación donde yace la clave para el control total que desea el gobierno chavista. Es en las aulas donde se moldean las mentes del futuro de Venezuela, y donde el gobierno ve su gran enemigo.
Yo fui testigo presencial de cómo mis padres decían que la educación que yo recibía en mi salón no es para nada cercana a la que ellos recibían y no que eso era algo malo, al contrario, se podría pensar que fue una mejora en el pensum académico ya que mucha de la información pudiera estar obsoleta o fuera considerada innecesaria para el nivel educativo para el momento; cabe destacar que estudié en una institución privada, pero ya escuchaba historias del deterioro que existía ya en la educación pública para el momento. En esos tiempos ya existía una regla instaurada por el mismo gobierno, todos los alumnos sin importar su desempeño académico debían pasar el lapso y al final el año académico con la nota mínima, que era 10 sobre 20. Eso ya de por sí era un grave daño tanto para el estudiante como para la sociedad porque estaban nutriendo la mediocridad, premiando la vagabundería, y desmotivando a los que realmente se esforzaban por aprobar sus materias, era una cadena que terminaba en un solo lugar; acrecentar la ignorancia.
En estos momentos, año 2019, estoy ofreciendo mis conocimientos para guiar a un grupo de muchachos para aprobar una que otra materia y es a través de esta experiencia que llega la razón de escribir este texto, hemos llegado a un nivel educativo alarmante. Estos muchachos se encuentran estudiando séptimo grado (primer año de bachillerato), y su nivel de conocimiento es tal que operaciones sencillas como sumas y restas son imposibles hacerlas mentalmente, ni hablar de multiplicar o dividir. Sus habilidades lingüísticas son deprimentes y conocer otro idioma está sencillamente fuera de sus capacidades, si pueden hacerles el trabajo mucho mejor con tal de tener más tiempo para escuchar su música, que aporta poco a su lenguaje pero si a sus maneras de actuar; más tiempo para hacer nada que cultive su mente sino sus vicios. Me temo que el futuro de la nación está en gran riesgo y diría que el objetivo del gobierno está cerca de cumplirse. Bien decía Simón Bolívar: Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.