Uno de los tantos lenguajes universales. No importa qué idioma hables, sabes que José y Sara se desean, se sienten el uno al otro, se complementan. No me refiero a la trivialidad que José está enamorado de Sara y quiere hacerla su esposa, estamos saturados de ese “cuento feliz”; me refiero a la conexión que tienen durante el baile, como se cargan de Energía Vital al acercarse el uno al otro, como se disipa la Energía al alejarse José, como se siente una tensa calma al Sara caminar suavemente sin sonar sus pasos, como el zapateado lento de José marca el inicio de un arrebato anhelado e inevitable… La increíble habilidad de José y Sara, la velocidad y perfección de sus compases, lo armonioso y ligero de sus movimientos deslumbra, pero lo que como espectador te atrapa, te enamora, te hace parar los pelos es la fuerza de la seducción, la invisible y poderosa atadura que se van creando ambos al verse, tocarse, sincronizarse, amarse… Es imposible que José y Sara no se amen durante ese baile, es imposible que no se sientan uno con el otro en un solo cuerpo, más allá que al finalizar la rutina exista un respeto profesional y cada quien se vaya a su casa. Bailar así, con esa sintonía, con esa emoción, con esa intensidad, tiene que hacer que ambos se amen profundamente, sin medida ni razón. Por esos casi cinco minutos, José y Sara no sólo se amaron profundamente, también fueron libres, y no hay manera más profunda y poderosa que amar libremente, sin prejuicio, sin miedo, sin apego… Solos tú y yo, sin público, sin historia, sin futuro, solos aquí y ahora, sintiendo cada respiración, cada latido, cada gota de sudor; sin límites ni moralismos, con los sentidos a flor de piel. Sabes que cada movimiento estremece a tu compañera, aun sin tocarla sabes que siente tu mano, tu pecho, tu frente; como si una fuerza desconocida quemara su piel, dejando marcas de pasión y amor… Que rara sensación cuando acaba la música, te acuerdas que la vida no es un baile, te acuerdas de tus prejuicios, de tus miedos, de tus apegos. Queda en tu memoria una sensación difícil de explicar, que termina por convertirse en añoranza porque cada minuto que pasa te aleja de ese momento, ese momento en que te dejaste tomar por la poderosa fuerza de la seducción, y en ella y con ella, fuiste libre.
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