Salir a caminar por largas horas y ver “qué hay” en las tiendas de la playa, y tal vez intentar probarse alguna prenda con la intención de comprarla con niños pequeños, puede resultar una actividad con una complejidad tan ardua que no conviene subestimar, si lo que buscamos es continuar con el disfrute.
Así es, lo hemos experimentado en varias ocasiones: ir caminando entusiasmados hacia un destino y volver súper cansados trayendo a los niños chinchudos o dormidos a upa.
En esos momentos, o desistís de la idea y no salís más, o buscas estrategias que permitan que los más pequeños también disfruten el recorrido y lo encuentren divertido, y sumás su disfrute al tuyo. La última opción parece la más interesante.
En consecuencia, probando, errando, aprendiendo y acertando, estas son algunas de las estrategias que a nosotros nos sirven para poder realizar un paseo de compras en la playa “kids friendly”.
Primero, como en cualquier otro plan que incluya niños: tenemos que pensar en ellos. Suena obvio, pero a veces no lo es. En ocasiones, los adultos nos aventuramos a planes que pensamos interesantes para nosotros, pero no tenemos en cuenta que pueden ser un sufrimiento para los miembros más pequeños de la familia. Entonces, pensemos un poco: si cuando salimos solos o con adultos podemos recorrer una playa entera de noche, visitar cinco centros comerciales y cenar en un restaurant con música fuerte, ¡qué bien! Agradecemos a Dios por lo que hemos podido vivir en otra etapa de la vida, y nos despegamos de la idea de que esa es la única manera de disfrutar de una salida nocturna en la playa. Abrimos nuestra mente y nuestro sentido común hacia otras posibilidades que pueden ser también muy buenas y satisfactorias, como por ejemplo, elegir el centro comercial que creemos es el que más nos va a gustar y vamos a ese.
Si queremos caminar por la playa un trecho bastante largo, ¿qué tal si buscamos cangrejos en el camino? ¿Hacemos carreritas cortas hasta ciertos puntos con descansos intermitentes? ¿Llevamos una manta grande, nos sentamos y hacemos una competencia de quién ve más aves pescando a la noche? ¿Quién tiene una historia para contar? ¿Quién aguanta más tiempo en silencio?
Otra idea es elegir un centro comercial o tienda que probablemente tenga una juguetería o parque de juegos. Si vamos a estar varios días, podemos acordar que la primera noche vamos a “mirar” si hay algo que nos gusta. Y que, luego de recorrer varias tiendas, y analizando el presupuesto disponible, en la casa vamos a poder decidir cuál de todas las opciones que vieron les parece la mejor. Es una buena forma de evitar gastar de más, mantenerlos con ganas de ver otras tiendas, y aprovechar para enseñar un poco de sabiduría financiera.
Hambre y sed. Si los niños están entretenidos, a veces se olvidan de tomar agua y de comer. Pero en algún momento, y más si estuvieron todo el día en la playa, les va a “atacar” el hambre y si no hay ningún restaurant cerca, eso puede cambiar el humor de toda la familia en cuestión de segundos. Una buena idea es tratar de mantener algunos horarios para las comidas básicas del día, por lo menos para los niños, así reducimos esos “ataques” de hambre un poco. Otra idea es llevar siempre en el auto o en la mochila una botella grande de agua y algún snack saludable, que nos ayude a llegar sin llantos a una pizzería y esperar tranquilos la cena.
Comer afuera. Si el día en la playa fue largo, muy probablemente los niños ya tengan sueño a la hora de la cena y no tengan problema en quedarse sentados esperando el plato y tranquilos para comer e irse a descansar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que existe la posibilidad de que los niños no quieran quedarse sentados en un solo lugar, más si hay otros niños jugando alrededor o hay música fuerte sonando en el lugar. Puede ocurrir también, que si tienen mucho sueño se pongan de muy mal humor, peleen con sus hermanos o se larguen a llorar. En esos casos, ¿qué tal si pedimos una de esas hamburguesas súper deliciosas o esa pizza que tanto nos gusta y la comemos en el departamento? Así, los que tienen sueño, pueden dormir tranquilos, y los que queremos seguir charlando con una caipiriña en el balcón, lo podemos hacer tranquilos.
Cada día con sus propios afanes. Forzar un disfrute lo arruina. Esperar y abrazar las nuevas posibilidades puede abrirnos las puertas a nuevas experiencias que ni podíamos vislumbrar antes.
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