Uno de los destinos favoritos de las familias misionenses para veranear se encuentra al sur de Brasil, en el estado de Santa Catarina. La posibilidad de visitar el mar en esta región, aunque sea por unos días, resulta muy atractiva para las familias como la nuestra, que buscamos esa quietud antes de retomar con fuerzas el nuevo período escolar.
La semana pasada nos organizamos para poder ir a las playas de Itapema, ambiente tranquilo, y atardeceres deslumbrantes.
Salimos de Posadas antes del amanecer, con una valija, una mochila y provistas para la semana. En esta oportunidad, nos quedaríamos en un departamento que queda a una cuadra del mar, al que habíamos ido hace tres años.
El día anterior preparamos un bizcochuelo marmolado para desayunar, frutas y sándwiches. Para los grandes, mate, y para los niños, yogurt. Y por supuesto, mucha agua.
Los chicos llevaron también su mochila con algunos juguetes y libros para entretenerse durante el viaje, que sabíamos nos tomaría entre 12 y 14 horas. Sin embargo, la mayor parte del viaje se la pasaron durmiendo, cantando o escuchando nuestro playlist favorito.
En el camino notamos que del lado brasilero había más y mejores estaciones de servicio que hace tres años. Lo que nos vino perfecto para estirar las piernas, renovar el mate, ir al baño y hacer las meriendas. Lo que nos sorprendió fue que hacía frío. Tuvimos que abrigar a los niños para que no se resfriaran en medio del viaje.
Para la tarde ya estábamos cerca del mar y podíamos oler la sal desde la ventanilla del auto. El paisaje es realmente hermoso y los tramos en la ruta en zigzag te obligan a frenar para admirarlos.
Unas horas antes de llegar a nuestro destino, se largó la lluvia torrencial. Es una característica de esta zona subtropical: puede hacer mucho calor, un sol radiante, y a los 15 minutos una tormenta eléctrica, que por lo general es muy corta.
Con ayuda del GPS del celular, llegamos sin ningún problema a nuestro nuevo hogar. Felices, entusiasmados, pero con muchas ganas de bañarnos y acostarnos a dormir.
No hay que subestimar el valor de una buena ducha y un buen colchón.
Así que eso fue todo, llegamos, subimos el equipaje al departamento y a descansar, arropados por la lluvia que continuaba intensa. Cada uno a su habitación, con sus bolsitas de Ziplok (en otro post les contaré el sistema que usamos para viajar los cuatro con una sola valija).
Los departamentos que se alquilan en Brasil suelen tener todo lo que se necesita para vivir en la playa: cocina completa, lavarropas, heladeras con freezer, y todos los electrodomésticos básicos. Sabanas y toallas, y algunos también incluyen los sillones y sombrillas para llevar a la playa.
Antes de viajar o al llegar, conviene preguntar por el supermercado más cercano. De este modo, ya vas sabiendo adonde ir por las provistas necesarias para tu estadía.
En cuanto al menú, para estos días pensamos en hacer comidas rápidas y sencillas, y que pudieran durar para varios días, usando las bandejas y ollas más grandes para cocinar. De este modo, siempre hay algo ya preparado para cuando volvemos con hambre después de un día de playa. Así que en esta oportunidad, hice una torta de choclo, o “chipa guazú”, bien generosa, para almorzar o cenar con alguna ensalada fresca, y también una pizza con masa casera que alcanzó para dos comidas. Infaltable, hacer un bizcochuelo casero para llevar a la playa y acompañar el mate. Decirle adiós al día escuchando las olas, viendo como pinta de naranja y violeta el cielo y se refleja en el mar, tomando un mate con torta, charlando y jugando hasta tarde con nuestros hijos, no sólo nos permite descansar por completo de nuestras responsabilidades cotidianas, sino que nos llena de gratitud al Dador de la vida.
La belleza de lo simple. La inmensidad de lo natural. La riqueza de la familia.