Entre las manifestaciones de inadaptación en el periodo evolutivo que me iba a encontrar en ocasiones en algunos de mis alumnos, he indicado anteriormente en otro post las ideas incontroladas e ilógicas que los psiquiatras han dado en llamar obsesiones.
Pues además, tenía que tener presentes otros trastornos que muchas veces pueden pasar desapercibidos al maestro por ser muy leves pero que en ocasiones podrían ser de carácter severo, como movimientos involuntarios, bruscos, y repentinos, rápidos , repetidos, que afectan a un grupo de músculos vinculados funcionalmente y que han perdido su utilidad si la tuvieron antes. Pueden afectar a cualquier parte del cuerpo , aunque los los de la cara son los más corrientes, y siempre son motivo de mofa por parte de los compañeros, lo que retrae al niño afectado en un círculo vicioso y le ocasionan traumas que determinaran minusvalía en el desarrollo de su personalidad , y por lo tanto en el rendimiento escolar de todas las asignaturas.
En este caso, el maestro, y yo me aplicaría el cuento, debe tener en cuenta que ha de tratar con la familia en primer lugar, pues en ambientes de baja cultura incluso en la misma familia por parte incluso de hermanos pueden encontrarse casos en que los mismos familiares acomplejan al niño por tal anomalía. El maestro ha de ser incluso educador de los Padres.
En aquella época de mis primeros pasos en el magisterio, el nivel cultural de las gentes de los pueblos en los que ejercía el magisterio, tenía que hacer una labor complementaria con los padres de los niños de edad escolar e incluso aconsejar comportamientos incluso de higiene personal y del trato que deberían dar a sus hijos.
Era una época dura
En efecto me encontré con el caso de un niño que no paraba de mover los músculos de la cara, constantemente y con más o menos acierto, pero sobre todo con la observancia de los conocimientos previamente adquiridos tuve que ingeniármelas para informar a la familia que aquella anomalía era subsanable y que no era un desdoro ni para el niño ni para sus padres, ya que llegaban a avergonzarse de su propio hijo. Evidentemente aquella inestabilidad psicomotora se debía a un estado de tensión psíquica producida por los mismo padres comparando al niño con el hermano mayor que había sido ejemplo como pastor con las ovejas.
Cambiaron el trato según mis consejos con otro comportamiento de comprensión y aceptando el aspecto diferencial con su hermano con el que no lo compararían nunca más, y a aquel niño le desaparecieron aquellos tics incontrolables y el rendimiento escolar fue aumentando hasta que al final de curso ya estaba totalmente integrado y evolucionando al son de toda la clase.
En recuerdo de aquel niño ilustro este post con una mandarina porque era la fruta que más le gustaba ya que nunca la había probado hasta que de las que lo llevaba al pueblo comió una por primera vez.
Y también con mi flor.