Cuenta Plutarco que Numa Pompilio, segundo rey de Roma, sabía provocar el fuego de Júpiter (es decir, el rayo), y enseñó el secreto de su poder a Tulo Hostilio, su sucesor. Pero éste no supo sacar partido de tales dones, y un día del año 630 a.C., cometió un error de manipulación (mal aislamiento, ¿podría ser?) y pereció fulminado en el curso de una fiesta religiosa.
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Era Un Extraño Pacifista
Este Numa Pompilio nunca fue muy estimado por los historiadores romanos, pues era la antítesis de los gobernantes que vinieron después. Fue uno de los pocos soberanos pacifistas que hubo en Roma, y su odio por la guerra se reflejó en todos sus actos. Durante su reinado, que duró 43 años, los templos dedicados a Marte, dios de la guerra, permanecieron cerrados. Un caso único en la historia.
Tanto de pacifista era Numa que el calendario que aun usamos nos sirve de prueba. Originalmente, era de diez meses, pero Numa de inmediato introduce dos meses más. Primero listó a enero, del vocablo Januarius, y en mención a Jano dios de la paz, y despues puso a febrero, mes de eliminación de culpas y absolución. Claramente decidió que dos meses de paz precedieran al Marzo, conocido por el dios Marte, amo de la guerra.
En la formación de Numa influyeron Pitágoras y Moisés. Al igual que los pitagóricos, Numa tenía su templo privado, donde se retiraba a meditar. Y de Moisés adaptó unas rodelas de bronce, semejantes a la serpiente de metal que el patriarca levantó en el aire en el Sinaí para que los mordidos por víboras curaran con sólo mirarla. Las rodelas de Numa tenían poder mágico y acción efectiva contra las epidemias.
Lo mismo que Moisés, Numa prohibía toda representación de la divinidad. Los antiguos templos romanos carecían de imágenes, y Júpiter, es decir, Jove, jamás era representado. Y lo mismo sucedió en Egipto, cuyo dios Amon tampoco apareció antes de la XVIII Dinastía. Por cierto, que Amón significa “invisible”. Cómo se conectó Numa con la tradición judía, resulta algo misterioso.
Sabia Manejar El Fuego
Siendo Jove dios del rayo, el fuego era sagrado para los antiguos, que no debían dejarlo extinguir. Entre los egipcios y los romanos estaba prohibido apagar un tizón aplastándolo con el ple. Esa continuidad vital del fuego creó una tradición que todavía conservamos cuando encendemos la llama olímpica y la llevan unos corredores.
Numa dio al acto de encender el fuego un carácter solemne, y en su honor edificó un templo circular, en cuyo centro ardía el fuego alimentado por las vírgenes vestales. Como dice Plutarco, este templo era la imagen del universo pitagórico, la esfera con un fuego central.
Además, Numo Pompilio proveyó de un dispositivo para el encendido, sacando del sol una llama pura y nítida. Usaba un vaso de bronce ahuecado, que al ser puesto cara al sol se unían sus rayos en un punto central que encendía las materias secas que le presentaban
No hay duda de que se trataba de un espejo cóncavo. Conjuntamente con los detalles del culto, de neta estructura pitagórica, el uso de dispositivos técnicos y de recursos mágicos plantean el enigma de este rey sabio, que llegaba oculto en un carruaje cerrado y penetraba en el templo provistas sus manos de guantes protectoras para realizar extrañas operaciones.
También Fue Alquimista
No se contentó Numa con proveer de espejos parabólicos para el encendido de los fuegos sagrados. En su templo, a donde solía retirarse a meditar, realizaba extrañas experiencias de alquimia. No se ha podido descubrir qué hacía Numa en su laboratorio, pero sí que su sucesor, Tulo Hostilio, intrigado por esa misma cuestión, decidió investigar por sí mismo sin poseer los vastos conocimientos de su maestro.
Y es bien sabido que ese joven arrogante e impetuoso, que quiso echar por tierra las instituciones pacíficas creadas por Numa, pero sólo logró sentar las bases de la futura “hostilidad” romana, no supo manejar los dispositivos técnicos dejados en herencia por su antecesor, y pereció víctima del rayo.
También el historiador Tito Livio dejó constancia de la extraña muerte de Tulo Hostilio. En su Historia Romana escribió para la posteridad el siguiente pasaje: “Revisando Tulo Hostilio diversas notas de Numa Pompilio, encontró ciertos sacrificios secretos, y decidió reproducirlos él solo. Pero no observó el ritual con exactitud, y por eso Jove lo fulminó con un rayo, ardiendo él y su palacio”.