Limpia tu mente, echa a un lado los condicionamientos

Cuando nacemos, nuestra mente esta en blanco libre de información. El cerebro esta como un disco duro sin formatear, vacío. A medida que vamos creciendo, nuestros padres nos van educando y enseñando.Así van condicionando nuestra mente para los problemas y las etapas de la vida. El gran detalle es que, en su afán de enseñarnos todo, muchas veces los padres exageran y dejan traumas y lagunas en el comportamiento del niño. ¿Quieres ver porque lo digo?

Científicos norteamericanos llevaron a cabo un análisis con un grupo de niños para saber que escuchaban en el día a día.

Les colocaron micrófonos detrás de las orejas y los grabaron por 24 horas continuas, así con la información que obtuvieron, descubrieron que el niño desde que nace hasta los ocho años, y esto lo expliqué en otro post, escucha de 100 a 200 mil veces la palabra “NO”. Esto es bastante. ¡No hagas eso!, ¡No pongas allí las manos!, ¡No toques el televisor!, ¡No vas a salir a jugar!, ¡No pongas los pies allí! Y lo más triste es que por cada cosa que haga bien, el muchacho recibe nueve regaños.

Entonces ¿Cómo queda la mente del niño, luego de tantas negativas? Se le creó tantas limitaciones y condiciones a su inteligencia y a su creatividad para poder ser “aceptado” por sus propios padres. El talento del niño va desapareciendo poco a poco, y va quedando en su lugar, un montón de reglamentos, de normas y conductas que lamentablemente pasa de generación en generación. Aquí les daré dos ejemplos muy sencillos y esto lo vi en la práctica de biología hace muchos años en mi época de liceísta:

¿Sabes cómo domesticar a una pulga? Agarras un frasco de vidrio y métela, cierras la tapa. Ella antes era libre y empieza a saltar dentro del frasco pegándose contra la tapa, luego de varios intentos descubre que no sirve para nada resistirse y saltará de una manera muy suave para no pegarse más. Al destaparlo, ya la pulga no se sale del frasco, ya que su minúsculo cerebro ha quedado condicionado y es incapaz de llegar a saltar un poco más, para escapar.

Pasa igual en este segundo ejemplo que les pongo, con los elefantes. El domesticador ata a un árbol a un pequeño elefante. En un principio intenta zafarse, pero no puede ya que el árbol es más fuerte que él, luego de varios intentos desiste.

Cuando lo llevan al circo, llega el payaso y le ata la pata al elefante en un taburete o silla, y no escapará. Seguirá pensando que está atado al árbol y ni siquiera intentara irse.

Cuantas veces no nos hemos parecido al elefante y a la pulga. ¿Cuántas limitaciones hemos puesto en nuestro cerebro, como la del frasco de vidrio de la pulga, sin darnos cuenta de eso?

Y de los “100” o “200” mil “NO” que escuchamos en la infancia, ¿Cuáles todavía existen en nuestra mente y nuestra vida? ¿No será el momento de pensar y hacer un análisis en nuestras actitudes?

Creo que podemos darle la vuelta a estas situaciones. Con una estimulación, es posible invertir la tendencia y así comprenderíamos que muchas de las limitaciones que nos han impedido alcanzar grandes logros y ser exitosos, sólo existen en nuestra mente. Así concluimos que: