Hace unas tres semanas atrás emprendimos un viaje solidario a la comuna de Chancaní, situada a 70 km de la ciudad de Villa Dolores —en la Provincia de Córdoba, Argentina—, con el fin de revisar y controlar la visión de los niños y de proveerlos de lentes, en caso de ser necesario. Luego de esa maravillosa experiencia, es que regresamos para alcanzarles los anteojos recetados a quienes lo necesitaron y a terminar con las revisiones que restaban.
Volviendo a Chancaní: Otra experiencia ayudando y compartiendo
La organización esta vez se facilitó mucho, ya que el viaje era similar al anterior. Saldríamos otra vez, un viernes por la noche (más precisamente el sábado a las 3:00 A.M.). En la ocasión anterior, sólo yo era quien había ido a la comuna, pero esta vez, los viajeros ya conocían el lugar y su gente.
Si la vez anterior accedimos por Villa Dolores, fue porque necesitábamos un camino en condiciones para transportar el equipamiento para realizar las mediciones, que éstos no perdieran su calibración. Si hemos vuelto por este camino, esta vez, fue porque estaba en mejores condiciones que hace cuatro meses atrás (fuimos con el grupo de jóvenes a conocer la comuna). La ruta, la verdad, la nueva ruta llegó de manera impresionante de rápido hasta el primer túnel. El camino que le continúa, está reparado y en mejores condiciones de lo que esperaba.
Es un hermoso recorrido, con una maravillosa vista hacia la planicie de bosque autóctono. Se observan los piletones, algunas construcciones de Chancaní y el horizonte difuminándose entre las nubes. El camino infinito que parece ser un camino al cielo. Por suerte debemos girar antes hacia la izquierda y virar hacia el ripio arenoso que nos acercará al centro de la comuna chancaniense.
Expedición hacia Las Jarillas
Ese sábado llegamos con una hora de atraso al dispensario. La impresionante vista desde el camino, cerca del mirador del artesano, nos retenía a más no poder. El tiempo nos jugó en contra, hipnotizando la mirada y los sentidos en la altura. No percatarnos de nuestros movimientos más lentos de lo habitual (más un control policial frente a la plaza central) ayudaron a la decisión de saludar a Oscar y demás ayudantes, trasladar los equipos al utilitario y salir directamente hacia el paraje de Las Jarillas. Claro que nos detuvimos en el almacén enfrente del "Comedor Sarita", para aprovisionarnos de queso, mortadela y pan para improvisar un almuerzo en viaje de regreso.
Partiendo rumbo al paraje de Las Jarillas, a unos 30 km aproximadamente del dispensario o a una hora (dadas las condiciones del camino). Cruzamos por varias tranqueras. Roque, nuestro chofer, mientras nos transladaba nos contaba las características de la zona y algunas particularidades de los vecinos. El clima fue muy favorable esos días, ya que la temperatura rondaba los 32 grados centígrados en zonas que por lo general es normal que en esta época ronde los 45°C. En la sala comunitaria nos encontramos con Mónica, la encargada del lugar, que nos recibió y mientras poníamos manos a la obra, tuvimos un inconveniente con la electricidad, que llega desde de los paneles solares. Por lo tanto, se encendió un grupo electrógeno al final para revisar a quienes requerían un examen más profundo. Se atendieron a diez personas, el primero de ellos fue don Martín que había llegado en sulky.
Al llegar a la salita de Las Jarillas, Mónica y algunos de los pacientes ya nos estaban esperando.
Don Martín, nuestro primer paciente emprendiendo el regreso a su hogar, luego de su control oftalmológico.
Hay luz gracias a la energía solar, pero justo se había roto la pantalla así que nos valimos de este equipito.
En definitiva, fuimos a las 11 de la mañana y volvimos a las 3 de la tarde. Así que improvisamos un pic-nic arriba del transporte que nos trasladaba en el camino de vuelta a Chancaní. No hay registros fotográficos porque estábamos muy ocupados comiendo.
La entrega de los lentes y los nuevos controles
Uno de los objetivos era entregar los 26 pares de lentes para las personas que atendimos cuando fuimos hace tres semanas. Además, controlar cómo veían con sus nuevas gafas y asegurarnos que les quedaban cómodas. El segundo objetivo era evaluar a los niños que no habíamos podido ver en la primer visita. Y también a muchos adultos que sacaron turno para controlarse.
Examinando a los más chicos nos encontramos con estos 5 hermanitos.
Algunos de los anteojos que se entregaron a los niños en el dispensario, al regresar del paraje de Las Jarillas.
Más allá de la entrega de los lentes y su debido control, seguimos haciendo los exámenes que no pudimos realizar la vez pasada. Igual que la vez anterior, la prioridad la tenían los niños aunque también se revisaron a algunos adultos. Para nuestra grata sorpresa, nos encontramos con cinco hermanitos, que para todos era su primer control oftalmológico y detectamos que ninguno lograba ver lo esperado para su edad.
En principio, se le realizaron:
- Examen completo con agudeza visual,
- Test de visión cromática,
- Movimientos oculares,
- Posición ocular,
- Pruebas subjetivas y autorrefractometría.
Después gotas para todos y a esperar... Una vez que pasó el tiempo requerido la Dra. Alós les controló el fondo de ojos, les hizo una esquiascopía y les recetó lentes a estos cinco hermanitos que van a comenzar las clases viendo el pizarrón mucho mejor. También, cada uno eligió el marco que más le gustó para hacerse los lentes que vamos a enviarles en los próximos días.
En resumen, esta vez:
- Se entregaron 26 pares de lentes (que se habían recetado en el viaje anterior) y se controlaron que vean bien con esas nuevas gafas. Y asegurarnos de que les quedaran cómodas,
- Se revisaron 45 pacientes,
- Se recetaron 19 lentes,
- Recorrimos 760 km,
- ¡Conocimos el bar de Sarita! :)
- ¡Vovimos muy felices!
Les adelanto también que a mediados del mes de Agosto de este año regresaremos a este hermoso lugar, pero ya como parte de una Misión.
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