¿Has dicho esto alguna vez? Porque yo sí, de hecho, estoy cansada de decirlo, dije que no derramaría una lágrima más por quienes se van, al fin y al cabo, ellos van a un lugar donde estarán mejor de lo que están aquí, por más “trabajo” que les toque pasar.
Dibujo titulado: "se disuelven los te extrañó" que puedes ver también en mí:
Las opiniones son contradictorias y polémicas, tanto, que constituyen el plato principal de las conversaciones de los venezolanos. “Te enteraste que Fulanito se fue del país”, “A mí me dijeron que Perencejo esta es de mesonero allá donde se fue”, “Viste que Zutano monto una venta de arepas en tal país”. Se volvieron comentarios tan cotidianos y corrientes, además nunca faltan los “¿Cómo se va ir del país sin terminar la carrera? La gente tiene que irse es con un título”, “Viste que se fue con su título y lo que hace es limpiar casas”, “Tiene ahora cuatro trabajos, pobre, lo están es explotando”. ¿Lo has escuchado en alguna parte? Te aseguro que sí.
Lloramos y nos sorprendimos con los primeros en partir, luego empezamos a notar los pupitres, los escritorios y las sillas en las mesas vacías. Nos volvimos expertos en organizar salidas de despedida, y en abrazarnos más fuerte porque no sabemos quién será el próximo. Cada vez que vemos a alguien con una carpeta para apostillar sabemos que pronto formara parte de la lista, cada vez más larga, de amigos o familia a la cual solo podremos ver por un golpe de suerte o una llamada en Skype. Y quedamos con esa sensación de que hemos perdido algo, nos hemos perdido un momento más con esa persona, nos perdimos de la oportunidad de otro abrazo o tan solo de una conversación frente a frente. Cada persona que se va se lleva un pedazo de nosotros consigo, un manojo de recuerdos, un adiós apresurado y un par de lágrimas.
El piso policromatico que adorna el aeropuerto de Maiquetía se encuentra inundado por las lágrimas de las familias separadas, de los matrimonios divididos, de los amigos que se van con la promesa de volverse a ver en algún momento, está inundada de plegarias, de sueños rotos, de la esperanza de un futuro lejos del desastre que implica ser residente de este pequeño país tropical, que solía ser conocido por la variedad de sus recursos naturales, los paisajes imponentes y las bellas mujeres, y ahora es conocido por ser un país en dictadura, en el que es pan de cada día la violación de los derechos humanos. Venezuela primero fue un gran exportador de cacao, luego netamente un país petrolero y ahora el mayor producto de exportación de este país es el talento humano, la mano de obra capacitada, jóvenes, mujeres, niños, adultos, ancianos, todos están dispuestos a tomar la mochila apenas resuenen los timbres de la oportunidad.
Venezuela se ha convertido en tan solo una línea de partida, donde los participantes esperan ansiosos el momento de la largada hacia otros horizontes.
Este pequeño país que fue para muchos “La tierra prometida” hoy está viendo partir a su gente, que se van en espera de encontrar en otras latitudes un nuevo comienzo, pero llevan consigo la bandera tricolor y la preocupación por quienes aquí se quedan, aun con la esperanza de que algún día este episodio concluya y dejemos de ser este melancólico país de despedidas y podamos ser de nuevo un país de encuentro.
Por Gina G. Pérez Flores
Llora, pues. Llora.
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