En el antiguo Japón, un grupo de temerarios guerreros tenían el rol de comandar la defensa de la nación y fueron tan efectivos en la práctica, que se convirtieron en una verdadera leyenda. Los “Samurái”, mismos de los que seguramente has visto en películas o escuchado hablar alguna vez, cuentan, dentro de su historia, con infinidad de mitos e información que muchos verdaderamente desconocen.
El shakuhachi era un tipo de flauta que los monjes conocidos como komuso, pertenecientes al budismo zen, solían tocar en los bosques mientras lucían una gran cesta de bambú en la cabeza. Tras analizarlos en más de una ocasión por los alrededores, los samuráis decidieron usar este mismo código de vestimenta a la hora de aproximarse a rebeliones o enemigos concretos, salvo que en su caso la flauta tenía púas. De este modo podían despistar a sus víctimas con sus atuendos budistas y atacarlos por sorpresa con sus flautas cuando fuesen descubiertos.
Si un samurái caía en manos de un enemigo, este se suicidaba realizando cortes paralelos sobre su estómago. Si éste perdía su honor o caía en desgracia, lo honorable era suicidarse. Esto se realizaba mediante una ceremonia en la que, primero comía su plato favorito y luego se le entregaba una daga.
El samurái, expresaba sus última palabras mediante un poema y luego se suicidaba. Otros podían asistirle cortándole la cabeza para acelerar el proceso. Suicidándose, podía volver a recuperar el honor perdido. El suicidio del samurái recibía el nombre de “harakiri” y lejos de la infamia, ésta era una práctica sumamente noble.
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