El título de este primer artículo que pretende (si no me invade la pereza o la rutina) ser la primera parte de una no tan breve serie de reflexiones, puede parecer extraordinariamente ambicioso, sin embargo, probablemente me quede muy corto ante unas expectativas no tan grandes, incluso puede que se quede corto ante las que yo mismito pueda tener, sin embargo, este es un artículo necesario para empezar, y si algo realmente es, sería un manifiesto de mi determinación de no dejar para mañana lo que será tan difícil o imposible de hacer como hoy, como en alguna introducción de uno de sus libros manifestó Savater antes de hablar sobre la libertad.
A pesar de que no se ha logrado por medio de ninguna ciencia determinar con exactitud el origen del hombre, resulta imposible concebirlo de un modo que no sea un ser social, es algo en lo que todos los estudiosos parecen estar de acuerdo. Asimismo la comunicación puede ser considerada la principal característica y una de las más distintivas del ser humano.
Esta última afirmación parece ser algo bastante genérico, incluso una obviedad pero esto tiene unas muy interesantes implicaciones que nos llevan a un marco muy amplio de comprensión (o incomprensión) de eso que hoy día entendemos por comunicación. Para empezar a escribir sobre este tema con la profundidad que realmente amerita me remitiré al término griego “Logos”:
Logos se traduce según Ferrater Mora, como “expresión” “pensamiento”, “concepto, discurso, habla, inteligencia, razón, entre muchos otros. Además explica que posee numerosos significados derivados de estos y que resulta un vocablo central en la filosofía, el cual ha sido incorporado en múltiples idiomas y expresiones como es el caso de lógica.
En este sentido quiero detenerme a detallar una implicación presente en esta definición, y es que en principio, la razón y el habla son la misma cosa, pues si definimos razón como la capacidad humana de inferir unas verdades de otras, es decir, extraer una conclusión a partir de una o varias premisas, tendremos que conceder que solo es posible razonar a partir de una verdad previa, cuya comprensión solo sería posible a través de la palabra; siendo así que ningún saber científico o no, sería posible si careciéramos de capacidad de discurso, y con este, de ese poder de inferir a partir de él, que es lo que manejaremos en las siguientes páginas como razón.
El “Logos” ha sido tan fundamental a lo largo de nuestra historia que han existido dos doctrinas posteriores sobre éste, la primera lo define como la razón en cuanto a sustancia del mundo o en cuanto a sustancia divina, ésta doctrina que fue planteada originalmente por Heráclito, fue adquirida posteriormente por los estoicos, quienes veían en la razón (o habla), “el principio activo del mundo que rige al principio pasivo que se encuentra en la materia”, es decir, que el logos que es dios, es el principio, activo y eterno que rige la materia.
La segunda doctrina, entiende al Logos como “persona divina”; ésta fue formulada por Filón de Alejandría, quien entiende el logos (recordamos que es razón y habla) como “la sombra de dios”, planteamiento con el cual el cristianismo identifica a cristo con logos, pues como se aprecia en el prólogo del evangelio de San Juan, que se le atribuyen a Jesús, las características que Filón le atribuye al Logos, de allí que: “El Verbo (Logos), se hizo carne, y habitó entre nosotros”. Esta doctrina atribuye entonces al término el significado Hijo de Dios.
Este muy breve recorrido histórico, no busca más que dejar ver la importancia que, desde hace muchísimo tiempo se le otorga a la capacidad de comunicarse, de allí que un profesor de retórica ateniense que vivió entre los siglos 3 y 4 antes de cristo, cuyo nombre era Gorgias escribiera que: “La palabra es un poderoso soberano que (…) realiza empresas absolutamente divinas. En efecto puede eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir alegría o aumentar la compasión”.
Según el sofista, la persuasión tiene un poder similar a la de un rapto, o incluso a la de una intervención de los dioses sobre la persona, como lo deja ver en un breve texto titulado “El elogio de Helena”, en el cual podemos leer también qué: “Así como unos medicamentos eliminan la enfermedad y otros la vida, así también unas palabras producen tristeza, otras placer, otras temor, otras infunden a los oyentes coraje, otras (…) emponzoñan y engañan el alma”.
Teniendo bien clara su importancia, procederé a plantear la interrogante que nos permitirá terminar con esta primera parte (suerte de introducción de lo que se irá publicando próximamente); y es ¿qué es entonces la comunicación?.
La comunicación debemos entenderla ante un proceso, es decir, algo que acontece por etapas y que incluye a varios elementos; si concedemos amablemente esa premisa, podríamos aceptar fácilmente el siguiente concepto de dudosa procedencia y que parece común en todos los lugares donde se enseña comunicación y sería (con ligeras diferencias de contexto) algo como esto: Es el proceso mediante el cual un sujeto transmite un mensaje a otro.
Sin nada que refutar, podemos identificar tres elementos, estos tres elementos constituyeron el primer modelo de comunicación, el cual fue planteado por Aristóteles y nos señala que en el proceso participan un emisor (que es el sujeto que transmite el mensaje), el mensaje comunicado y un receptor (quien recibe el mensaje comunicado.
El modelo de comunicación de Aristóteles se mantuvo vigente desde alguna fecha ubicada entre el 384 y 322 antes de cristo, hasta la década de 1930, cuando Harold Laswell, incluye dos elementos adicionales que son: El canal por el que se transmite el mensaje y los efectos que éste causa en el receptor, éste último es denominado por algunos estudiosos como respuesta, sin embargo una respuesta puede ser solo uno de muchos efectos posibles, eso si entendemos respuesta como mensaje, podríamos reconciliar el término entendiendo respuesta como efecto, en ese sentido, si el efecto que causa en mi determinado mensaje es alegría o tristeza, podríamos decir que esa emoción es una respuesta en sí misma, por lo que, enarbolando la bandera de la reconciliación, diremos en los artículos siguientes que respuesta y efecto son sinónimos aunque en un contexto diferente, ambos términos puedan tener diferentes implicaciones.
¿Para qué sirven la comunicación o el lenguaje?
Para una infinidad de cosas, sin embargo, en los artículos siguientes nos centraremos en sus funciones: descriptiva, informativa y argumentativa; con la finalidad de cuestionar y poder tener una visión de cara al noble oficio que ejercen los profesionales de la información ante el turbulento mundo online de la desinformación, las fake news, y el poder informativo que las nuevas tecnologías ponen a disposición de miles de personas alrededor del mundo.
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