9.1) La actividad de las asociaciones de trabajadores
Nuestro país presenta una actividad sindical visiblemente organizada. Cada sector económico cuenta con su gremio, y todos los gremios se aglutinan en una asociación general de trabajadores (PIT-CNT). Que es, a su vez, la unión de dos de ellas preexistentes: el Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), y la Central Nacional de Trabajadores (CNT). Las acciones de los sindicatos (denominadas en el ambiente “movilizaciones”, y limitadas casi exclusivamente a la huelga y las manifestaciones callejeras) rara vez son individuales. Los gremios se mueven en bloque, en el entendido de que sus intereses son siempre coincidentes.
Debido a la alta politización de la actividad gremial, es muy común que las movilizaciones no se originen en reclamos concretos en pos de mejoras laborales para los afiliados del o los sindicatos. Las razones esgrimidas (denominadas en la jerga “plataformas”), son frecuentemente de corte netamente político, y de muy difícil identificación y cuantificación. Consignas habituales son “por trabajo”, “por vivienda”, “contra la política económica del gobierno”, “por un sistema más justo y solidario”. Yendo aún más allá, el PIT-CNT apoya e incluso promueve movilizaciones por temas que no tienen vínculo alguno con las relaciones laborales, como ser los desaparecidos, los terroristas extranjeros juzgados en el país, o el apoyo a regímenes totalitarios de izquierda, como el cubano o el de la ex Unión Soviética. La vinculación del PIT-CNT con la izquierda política es notoria, abierta y manifiesta. Su funcionamiento es casi exclusivamente para apoyar el desarrollo político de la izquierda local.
La tónica estatista de la sociedad uruguaya, y la marcada reducción de los ya mermados sindicatos privados (fruto, a su vez, de la prolongada crisis económica), determinan que el PIT-CNT sea controlado por los sindicatos de empleados públicos, reunidos en COFE (Confederación deFuncionarios del Estado). A su vez, y por las razones de poder reseñadas en capítulos anteriores, COFE es gobernado por las asociaciones de empleados de las empresas públicas.
Entre los privilegios de los funcionarios está la conjunción del derecho de huelga y la “inamovilidad” (en la acepción corriente del término). Esto le da a COFE un poder adicional. Los empleados privados corren riesgo con sus movilizaciones, cosa que no sucede con los públicos.
Esto es determinante para establecer y sustentar la situación de preponderancia de los empleados públicos hegemónicos. Se moviliza al conjunto de los sindicatos del país, y los que resultan protegidos son los que ya son privilegiados.
Como excepciones, el país ha vivido reclamos laborales de sindicatos individuales y postergados. Hubo algunas huelgas del PJ, de muy larga duración. También hubo una famosa paralización del MI. Y es bastante común que en los días previos a la votación de las leyes de Presupuesto, o Rendición de Cuentas, los maestros o los empleados de la salud reclamen incrementos salariales. Sin embargo, estos episodios parecen mucho más aislados, recibiendo apoyo puramente formal de las organizaciones sindicales de segundo (COFE) y tercer grado (PIT-CNT).
Razonando por la negativa, si COFE y el PIT-CNT defendieran realmente los intereses de los trabajadores que representan, sus esfuerzos deberían centrarse en la corrección de las injusticias en el sector público, integrado por una mayoría de sumergidos y una minoría fuertemente privilegiada. Volvemos a encontrarnos con la sociedad uruguaya conviviendo de buen grado con el absurdo. Los pobres protegiendo a los ricos. Los débiles sacrificándose por los fuertes. La minoría antepuesta a la mayoría.
Un caso verdaderamente excepcional es el de AEBU, la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay. Este sindicato sí a servido a los intereses de sus afiliados, logrando que sean un grupo de trabajadores con derechos adquiridos muy importantes, y bien defendidos. La actividad y actitud de AEBU como sindicato son loables. Puede, no obstante, señalarse una cierta miopía en su enfoque. Los empleados bancarios han incrementado tanto su participación en el ingreso del sector, que han comprometido la viabilidad económica de las empresas del ramo. La reducción de la inflación, y la desintermediación, impactaron fuertemente en la rentabilidad del sistema financiero. La fuerza del sindicato (y, también, la falta de firmeza de los empresarios) impidieron el debido ajuste de costos. Así, se da la paradoja de que los empleados bancarios ven amenazada su fuente de trabajo como consecuencia de su efectiva y eficiente acción sindical.
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