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Rafi Farber, libertario
Artículo de Rafi Farber, publicado en Settlers of Samaria. Traducido con la gentil autorización del autor.
Últimamente he estado teniendo problemas para dormir. Me siento en mi sala, acá en Karnel Shomron, en la octava noche de Chanukah, pensando qué otros milagros nos esperan el 3 de enero y en los meses siguientes. Tengo el nombre Ron Paul constantemente en las puntas de mis dedos. Lo tecleé tantas veces este mes que resulta demencial. Siento un entusiasmo que pocas veces he sentido, y eso que ya ni vivo en América. En el último debate republicano me levanté a las 3 de la mañana de Israel para verlo en vivo a las 8 de la tarde EST en YouTube, y no me dio pereza en absoluto. Estoy sobregirado, y no puedo bajar las revoluciones.
Recién hace poco me di cuenta de la verdadera razón de esta excitación.
Al principio me interesé en este asunto de la libertad cuando oí que Ron Paul quería suspender toda la ayuda internacional, incluyendo la que recibe mi país. Me pareció una idea espectacular. Odio recibir dinero de los contribuyentes americanos, cuando no lo necesito. La razón por la que lo aceptamos no es, les comento, sólo que lo necesitemos. Es que no nos gusta sentirnos solos. Los judíos siempre sienten una profunda soledad, un profundo aislamiento existencial. “Viéndolos desde la cima de la montaña, observándolos desde las alturas, ésta es gente solitaria, que no se incluye entre las Naciones”, dice Balaam del Pueblo de Israel en Números 23:9 . Todavía sentimos esa soledad. Así que aceptamos el dinero. Es vergonzoso, es un robo, es moralmente reprobable, y hace que la gente nos odie por meterlos en un conflicto en cuya solución nada tienen que ver. Yo quería que la ayuda se cortara, pero no confiaba en que ningún líder israelí renunciara a ella por las suyas. Así que me puse a indagar sobre Ron Paul.
Me encontré con cosas fascinantes. Me enteré en los foros de gente que, allá por 2008, le dio poco menos que su vida. Algunos hicieron aportes de campaña que no se podían permitir, a otros su dedicación exclusiva y enfermiza les costó el matrimonio. Esto me resultó impresionante. Al principio no entendía cómo, pero después de unos días de oírlo empecé a darme cuenta.
¿Qué tiene Ron Paul, que lleva a la gente a tales extremos? ¿Por un lado apoyo demencial, y por el otro tanto miedo y desprecio? Les doy la respuesta en una palabra: alma.
El alma esencial de un ser humano es libre, por definición. La idea de que los hombres somos libres por obra de Dios es un concepto que escapa a la mayoría de la gente. Esto se debe a que la mayoría de las personas quiere controlar a los otros, quiere sacarles su libertad. Esto normalmente se conoce como el afán de poder. El afán de poder es opuesto a la libertad, ya que poder significa la capacidad de controlar a los otros. Hay sólo un uso legítimo del poder, sea poder militar, legislativo o ejecutivo: la legalización de la libertad.
Ron Paul no quiere ser presidente para “darme” libertad. Él ni me dio la libertad, ni es el dueño de mi libertad. Ron Paul quiere ser presidente por una única razón, que es parar de castigar a la gente por usar la libertad que tiene por derecho propio. No quiere poder. Eso es claro para cualquiera que lo oye.
Hay dos tipos de seres humanos. Los que quieren poder, y los que quieren libertad. Se ve muy fácilmente quién es qué. Los que quieren libertad son filosos. Son consistentes, de principios, y cuando hablan uno puede sentir su alma. En algún lugar del ciberespacio espiritual hay un continuo de almas, y cuando entramos en contacto con alguna de esas almas nos damos cuenta enseguida, porque las almas son libres por definición. Sentimos sinceridad, realidad, consistencia: un ser humano libre. Si en nuestra búsqueda de libertad entramos en contacto con un alma humana de verdad, nos hacemos adictos instantáneamente, y devoramos todo lo que podamos encontrar de ella. Queremos unírnosle inmediatamente, sean cuales sean las discrepancias. En este movimiento para la libertad hay gente a la que no le gusta Israel, en especial los “colonos” como yo. A mí no me importa. Si buscan la libertad, yo lo percibo, y mi inclinación hacia el individualismo se transforma súbitamente en un deseo de fundirme en un colectivo – pero un colectivo de individuos libres. Una hermosa dialéctica. No importa en qué estamos de acuerdo y en qué no, mientras estemos de acuerdo en la libertad.
Nos hacemos adictos a Ron Paul y buscamos desesperadamente más y más. Cualquier video viejo, cualquier discurso desconocido, cualquier cosa que haya dicho que no hayamos oído, aunque sí lo hayamos oído mil veces, con otras palabras. Es inevitable. El ansia voraz de usar la libertad que Dios nos dio nos domina por completo. Como si de repente cayéramos en la cuenta de que somos humanos, y la Imagen Divina con que Dios nos creó cobrara vida y se inflamara.
Pero hay otra cosa que nos pasa. Una vez adictos a Ron Paul, ya no podemos aguantar escuchar a los que buscan poder. En cuanto arrancan a hablar se nos revuelve el estómago. Antes nos parecían simplemente aburridos. Ahora son revulsivos. Oír a Romney o Gingrich o Bush u Obama nos da náuseas, y nos preguntamos cómo hace Ron Paul para resistir los debates sin que se le revuelva el estómago. La fachada política que son estos candidatos resulta tan transparente que parece un fantasma que nos saca su lengua etérea. Es insoportable.
Lo que nos enfurece, cuando oímos a Romney o Gingrich, es que hay un tipo ahí parado diciendo cosas, pero no hay alma. No son hombres libres. Son hombres de poder. No es que Romney o Gingrich no tengan alma. Sí que tienen. Son hombres como nosotros. Lo que pasa es que prácticamente prendaron sus almas en su búsqueda de poder, en su afán de controlar a los otros con afirmaciones como “¡Quiero reducir el presupuesto y agrandar el aparato militar!”. Y lo dicen con toda la cara, imperturbables, como si fuera una grabación, sin alma. Su humanidad está tan enterrada bajo la montaña de mentiras que se contaron a sí mismos, que ni ellos mismos ni nosotros podemos siquiera sentir sus almas en el continuo humano. Un hombre libre puede llegar a volverse loco con el espectáculo de un cuerpo humano que habla sin un alma que comunique.
Ron Paul nunca baja en las encuestas, y esto se debe a que no está “convenciendo” en el sentido habitual, diciendo que tiene razón en el tema que sea. Lo que está haciendo es activar almas humanas, encendiendo fuegos espirituales de a uno al hablar de libertad. No hay vuelta atrás, una vez que un alma ha sido activada, y la persona entiende que ES libre, más allá de lo que le hagan o le digan. Los otros candidatos tratan de captar atenciones con frases impactantes que suenan bien. Los esclavos siguen estas frasecitas en patota, siguiéndose unos a otros de candidato en candidato. Sin prisa pero sin pausa, Ron Paul va activando unas pocas almas de las que se inclinan en la turba, de las que pasan de un candidato que se repite a otro, de una campaña de frases impactantes a otra. Así es cómo Ron Paul sube en las encuestas.
Y sin embargo no podemos esperar que todos los hombres, las mujeres y los niños entiendan el mensaje de libertad y se entusiasmen con él. La realidad es que la mayoría simplemente no lo soporta. Ser libre de verdad es tan aterrador como estimulante. La Biblia nos habla de esto muy claramente en la historia del Éxodo desde Egipto. Cuando Moisés aceptó finalmente el rol de intermediario en la relación con Dios, se le encomendó comunicar lo que sigue a mis tatarabuelos los israelitas:
“Por lo tanto, di a los israelitas: Yo soy Dios. Yo los liberaré de las cargas impuestas por los egipcios, y los conduciré fuera de sus ataduras. Los redimiré con mi brazo extendido, a través de señales asombrosas. Y los tomaré, para que sean Mi pueblo. Y yo seré su Dios, y ustedes sabrán que Yo soy el Señor que los liberó de las cargas impuestas por los egipcios". (Ex. 6:6-7)
¿Y qué respondieron mis abuelos?
“Y Moisés dijo estas cosas al pueblo, pero no oyeron, debido a su falta de espíritu y a sus lazos de crueldad”. (6:9)
No todo el mundo puede manejar el mensaje de libertad. Para algunos es demasiado aterrador, otros simplemente están demasiado esclavizados. Ésos son los que desprecian a Ron Paul. Gente similar a los que se rebelaron contra Moisés en el desierto, y trataron de volver a Egipto. La libertad es más de lo que pueden tolerar. No pueden manejar este don Divino. Quieren, necesitan que alguien los controle. Sus almas han sido demasiado castigadas con esclavitud, impuestos y guerras.
Aún así, Dios forzó a mis arrogantes tatarabuelos a dejar Egipto, y es por eso que ahora estoy acá, predicando libertad otra vez, peleando por la libertad de America, y también por mi libertad, por liberarme de la influencia americana en mi región.
¡Voten por Ron Paul, y dejen que mi gente se vaya, otra vez! Dejen de entrometerse, paren de tratar de comprar influencia dándome dinero. ¡Paren de querer ser el Pacificador todopoderoso, y déjennos resolver nuestros problemas por las nuestras! Si nosotros creemos que Irán es una amenaza, nos las arreglaremos, y aceptaremos las consecuencias. No son problemas de USA, y además ustedes no están en condiciones de financiar otra guerra.
Ahora entiendo por qué hay gente capaz de darle todo a este hombre. Cada vez que le preguntan: “¿Usted legalizaría la heroína?”, Ron Paul responde: “¡Yo quiero legalizar la libertad!” Es muy poquito lo que esta gente entiende de que la libertad es mil veces más adictiva que la heroína.
¡Judíos americanos! ¡Despierten! ¡Dejen ir a sus hermanos israelíes! Fuimos la primer Nación que Dios liberó, y brindamos al mundo el concepto de libertad, cuando dejamos Egipto hace 3000 años. Es tiempo de dar el ejemplo para el que fuimos elegidos.
El autor, Rafi Farber, es miembro de Jews for Ron Paul, y maneja el sitio World of Judaica. Pueden escribirle a [email protected]
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