Siempre vuelve a amanecer; siempre.
De pie frente al espejo, repito esa frase en mi mente, una y otra, y otra vez.
Sigo ahí; mi reflejo me mira y siento que me reta en silencio, pero lo hace.
Me rebelo y hablo en voz alta, con la cabeza erguida, los hombros atrás y la espalda recta, como si con mi lenguaje corporal pudiera provocar a mi reflejo.
—Aunque nos encontremos embebidos en un espiral de dificultades, de pozos que parecen no tener fondo, de situaciones que atentan contra nuestro buen ánimo, siempre sale el sol —suelto de un tirón, esperando la respuesta y como no la obtengo, sigo.
Algunos días no calentará tanto como otros; algunos días lloverá; algunos días se verá eclipsado por las nubes de tormenta.
Otros días brillará intenso, majestuoso, allí arriba, pareciendo inalcanzable.
Pero, ¿acaso no somos capaces de sentirlo en nuestra piel?
¿Acaso no nos deslumbra si intentamos mirarle con altivez?
Puede parecer que atravesamos un manto de oscuridad; que la tormenta —cualquiera que esta sea— nos engullirá, sin que podamos hacer nada al respecto.
¿qué pasaría si te dijese que nada de eso es del todo cierto?
Sí, quizá pienses que me he vuelto loca, que no sé lo que digo, que no vivo lo que tú vives.
¿Quién no está un poco loco en la vida?
No siempre sé lo que digo, a veces solo lo pienso, divago, me imagino.
Y, ¿acaso parte de la vida no se trata de eso? De imaginar, de reflexionar, de soñar, aunque no seas un letrado en un tema en específico.
¿Hay que ser un letrado para sentir empatía?
Diría que no, diría que solo se requiere descalzarse un instante y subirse a los zapatos o zancos del otro.
¿Hay que ser un letrado para ser sabio?
Puedes pensar que sí; pero ¿cuántas personas no son sabias en esta vida, simplemente porque se han dedicado a vivir más y a juzgar menos?
No vivo lo que tu vives, pero vivo.
No creo lo que, de seguro tú crees, pero creo; sobre todo creo en mí.
Tú, ¿crees en ti?
Si la respuesta es afirmativa, entonces verás parte de la verdad en estas palabras.
Sabrás, que lo que sea que ahora atravieses pasará, como pasan los años, los trenes, las personas.
Sabrás, que, si crees que el sol te dará los buenos días, así será; puede que no hoy, que no justo ahora… pero ¿quién puede decirte que no será así mañana?
No es autoengaño; no es autosugestión; Tampoco es autoayuda.
No es magia… o quizá sí.
Quizá creer en estos días sea el mejor acto de magia.
No, no me refiero a creer a ciegas; me refiero a no perder la confianza.
Es algo tan sencillo como mantener la esperanza.
La humanidad va en decadencia, sí; pero… no todo en la vida es miseria humana.
Quizá cuando muchos comencemos a comprender esto, quizá cuando empecemos a mirar desde otro punto, a mirar de otra manera…
Quizá ese día estas palabras cobren un significado distinto; quizá ese día habremos encontrado uno de tantos caminos que nos lleven a disfrutar de la felicidad; a rescatar nuestra humanidad.
Suelto el aire despacio, mi reflejo sigue ahí, lo sé; yo también sigo aquí, pero ahora un poco distinta.
Curiosamente no me siento ridícula.
—¿Debería sentirme ridícula? —se pregunta una parte de mí.
—Nunca es ridículo quien se enfrenta a sí mismo, a sus miedos, sus dudas, sus prejuicios —contesta con firmeza otra parte de mí.
De seguro no será la única batalla que tenga que enfrentar; y no puedo asegurar que siempre resulte victoriosa.
Lo único que sí puedo asegurar es que mientras viva, seguiré creyendo que el sol brillará para mí y que no me rendiré ante mí misma.
Gracias por leer, votar, comentar y reestemear...
¡Nos leemos la próxima!
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