Hace mucho tiempo atrás, mi hija que por aquel tiempo contaba con un par de años de edad estaba sentada en medio del patio de la casa de mis suegros rodeada de plantas y macetas, estaba comiendo algo. Mi suegra le preguntó a mi esposa si le había dado un chicle o un caramelo cosa que no había ocurrido, así que presurosamente la levantó y le hizo abrir la boca para ver que era lo que estaba masticando, restos de una lombriz de tierra asomaron entre sus dientes y lengua, tanto mi suegra como mi esposa gritaron e hicieron asustar a la nena que se puso a llorar desconsoladamente.
Con el paso del tiempo esa experiencia que les pareció repugnante y asquerosa fue migrando a una anécdota risueña cada vez que se contaba a familiares y amigos, hasta mi hija que hoy en día es muy cuidadosa de su cuerpo y de la comida lo ve a la distancia como lo que fue, una travesura de un bebe que no sabía lo que hacía y nada más. Por supuesto que no recuerda el sabor y la textura del anélido.
Sin embargo desde hace un tiempo es posible recordar el sabor del bicho con solamente comer un caramelo de Harry Potter, si es que se los consigue porque al menos por aquí en mi país no se los ve con frecuencia.
Un profesor de viaje por los Estados Unidos de América le trajo de regalo a un compañero de oficina, fanático de la zaga de Joanne Rowling, una caja de estos caramelos de gustos estrafalarios que se hicieron famosos en las películas del joven mago. Entre los sabores más recalcitrantes se encuentran el vómito, huevo podrido, tierra, lombriz, basura, pasto, jabón y también algunos más "normales" o al menos del agrado de la gente común como limón, almendra, manzana verdey tutti frutti.
La gracia de esta especie de ruleta rusa está en elegir sin saber cual tocará en suerte y luego rezar y aguantar en caso de que reciban uno de los primeros que mencioné en la lista.
Es una situación risueña, pero mucho más para aquellos que acertaron con un sabor normal, mientras tanto a los que les tocó alguno de los "feos" no les queda otra solución que tomar rápidamente café, gaseosa o comer algo dulce para quitarse lo antes posible el horrible y nauseabundo gusto que dejan en la boca esos caramelos.
Por supuesto que también existe la opción de declinar el ofrecimiento, cosa que me ocurrió a mi ya que no soy un entusiasta de los caramelos y chicles, por suerte ya que el poseedor del obsequio no mencionó en ningún momento que tipo de golosina era.
