Nuca me lleve bien con mi viejo. Siempre fue un pleito de personalidades supongo, y durante los primeros 30 anos de mi vida pensé que eso era porque éramos diametralmente opuestos. Me tomó una década de ejercer yo mismo el oficio de padre para comprender que en realidad, ironías de la vida, era precisamente porque éramos muy similares.
La vida sin duda es sabia pues si me hubiera dado cuenta de eso mientras era un adolescente o aun como adulto joven, hubiera sido un choque demasiado fuerte, pues me enorgullecía tanto de esas diferencias. Yo lo miraba como alguien débil, sin espíritu de lucha ni perseverancia, poco ambicioso. Al mismo tiempo me sentía muy orgulloso y afortunado de que yo fuera tan fuerte, luchador, perseverante y super ambicioso. Ahora miro ese análisis tan infantil, tan superficial, tan equivocado.
Nunca llegué a decirle nada de esto a pesar de que tuve la oportunidad durante su último año de vida. Nunca llegué a explicarle que no me importaba que no me hubiera heredado mucho material, que no importaba en realidad que hubiera sido un padre tan ausente, que entendía perfectamente que su estilo era diferente, muchas veces inexplicable y difícil de entender, pero tremendamente efectivo, al punto de que si yo era tan diferente era casi un efecto directo de ese proceso silencioso de enseñanza por el que me hizo pasar toda mi vida, la mayor parte del tiempo sin que me diera cuenta.
En aquel momento mi mayor miedo era convertirme en lo que, según yo, él se había convertido: un gran potencial que nunca llego a ser, en un cerebro brillante que nunca llego realmente a brillar. Pero para entender a un hombre hay que caminar en sus zapatos un par de millas. Y ahora que estoy viviendo mi propia cuota de dificultades, expectativas, sueños rotos, etc. no puedo ni imaginar lo duro que la tuvo el viejo. Epilepsia, rodeado de pobreza y de mentalidad de escases casi al punto de marginalidad durante toda su juventud, cero ejemplos de planificación o del mas mínimo respeto por el futuro. No sé cómo no entendí en ese momento que si no fuera por él yo hubiera pasado por exactamente lo mismo. Y que ahora entiendo que su cuota de pelea en su vida fue intensa, pero no para comprarse un carro mas lujoso o para tener una casa mas bonita, sino para que nosotros nunca tuviéramos que preguntarnos si íbamos a cenar esta noche, y para saber que si nos enfermábamos tendríamos como atender esa enfermedad y aun encima de todo eso tener también para ir de vez en cuando a comer algún plato de comida china y hasta poder pedir doble refresco y postre. Eso era un LUJO para él, me tomo 30 años entenderlo, y nos lo daba con orgullo mientras yo lo despreciaba como un signo mas de nuestra pobreza.
Ahora entiendo que no menos de la mitad de todo lo bueno que yo creo tener viene directamente de él y aunque cuesta recordar la mayor parte de sus lecciones pues inevitablemente terminaban en discusiones, lo poco que recuerdo es tan sabio, tan acertado, tan en el punto, que por fin descifro el acertijo de porque era tan respetado por sus amigos, colegas y hasta con quienes compartía una cerveza en la pollera que frecuentaba sus últimos anos. Yo digo a cada rato que yo soy soldado para que mi hijo sea granjero y mi nieto poeta, sin darme cuenta de que no nací en un campo de batalla sino en una granja. Yo soy el granjero y él fue el soldado. Y ante eso solo puedo decir gracias, 20 años tarde, pero gracias hasta donde estés por todo lo que siempre hiciste.