El bosquimano: 1ª parte. (cuento)

in spanish •  7 years ago  (edited)

Aún recuerdo con nostalgia los médanos del Kalahari y la sed que afligía mis entrañas al transitar aquel baldío africano. Tras una tortuosa travesía, llegamos Livingstone y yo al ominoso desierto. El horizonte se vestía de leones, jirafas, suricatos y antílopes y la madre naturaleza bailaba al son del astro rey, que bullía impertérrito en un azul impasible. Nuestra expedición tenía un objetivo muy simple, pero nada fácil: atravesar aquella tierra infértil y explorar cuanto pudiéramos sin sucumbir a las altas temperaturas. Teníamos víveres suficientes, o eso creíamos, pero el peso de transportarlos se nos antojaba difícil de aguantar. Parecíamos legionarios romanos cargados con sus impedimenta de campaña en Hispania, pero nuestro Viriato no era humano; no era tangible siquiera.

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Sin más dilación empezamos a caminar por tierra hostil con paso relajado — el único que se nos permitía. La lejanía no consentía siquiera un oasis, pero no dejamos que nuestro ánimo decayera y seguimos adelante. Al cabo de una hora avistamos a un hombre arrodillado que parecía pronunciar mantras indescifrables. Iba ataviado con una suerte de casulla celeste que ponía de relieve su tez negra.

—Quizás sea un bosquimano—dijo Livingstone acariciándose la barbilla.

—¿Con una casulla celeste?—inquirí yo, escéptico.

—¿Quién sabe?—adujo el británico con una sonrisa lánguida—quizás la revolución industrial también ha llegado aquí y disponen de máquinas de coser.

No respondí y me acerqué a aquel peculiar morador del desierto. Le pregunté en inglés quién era y qué hacía allí, pero no se levantó ni dejó de darme la espalda. Guardó silencio unos instantes. Al poco empecé a escuchar de su boca una especie de chasquidos harto extraños para mi oído europeo. Cuando fui a responder que no lo entendía, el hombre desapareció sin dejar rastro; se esfumó. Livingstone y yo no salíamos de nuestro asombro. No había nada a nuestro alrededor que pudiera servir de escondite y las dunas no eran lo suficientemente profundas para enterrar a un hombre entero, solo guardaban alacranes.

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Livingstone, que cultivaba la afición de la lingüística, me dijo que era tswano el idioma que hablaba aquel espectro celeste. Esta exótica lengua tenía una fonética muy compleja: muchos de sus sonidos como los ‘clicks’ no se utilizaban en las lenguas indoeuropeas, por eso nos sonaban tan ajenos. La hablaba la etnia tswana, que está compuesta en su mayoría por bosquimanos, así que pudimos colegir que aquel fantasma negro era un bosquimano, pero su desaparición y la casulla que cubría su piel seguían siendo un misterio para nosotros.

  • hyperion
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Siempre me agrada aprender algo nuevo de un lugar tan distante. Gracias.

Es un placer poder evocar lugares exóticos en la mente de mis lectores
Gracias a ti por tu comentario :)