El bosquimano: última parte. (cuento)

in spanish •  7 years ago  (edited)

Al poco se abrieron ante nosotros las monumentales puertas del palacio. Alguien nos sacó de nuestra prisión y una voz invisible nos dijo en perfecto inglés que la siguiéramos; Livingstone respondió con notable sarcasmo:

—Desde luego, ¿cómo no íbamos a seguirte si podemos verte perfectamente?

Entonces un ser imperceptible lo agarró de la mano y, a juzgar por el pavor de su cara, David pudo sentir su tacto con todo detalle. Al punto escuchamos un calmado «no temáis» y fuimos conducidos por las galerías del palacio. Había un número infinito de puertas en aquellos corredores y todas ellas custodiaban lo mismo al otro lado. Abrimos 1729 y cada una nos condujo sin excepción a jardines idénticos a los de la entrada; jardines que introducían palacios idénticos al que explorábamos en ese preciso instante. Movidos por la curiosidad pedimos al fantasma que nos llevara a una de esas réplicas del palacio primigenio y nos encontramos con más réplicas al otro lado de cada una de sus puertas. Seguimos inquiriendo réplicas de réplicas de réplicas de réplicas hasta llegar a la réplica número 4096. En las profundidades de esta réplica de réplicas el espectro nos llevó a una habitación del palacio que no habíamos visto antes. Era un salón gigantesco que semejaba la planta de una iglesia románica. Tenía muchos bancos dispuestos ordenadamente y al fondo se veía un altar sobre el que pendía un retablo presidido por La persistencia de la memoria de Dalí. La sala estaba flanqueada por lámparas que emanaban luz blanca a través de tulipas naranjas, lo que le confería al espacio un aire cálido pero solemne. Al llegar al altar, el invisible nos ordenó que nos sentáramos en primera fila.

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Fuente

Momentos después contemplamos la epifanía de nuestro guía espectral delante del atril que se erigía sobre el ara. Allí estaba el bosquimano completamente inmóvil y listo para pronunciar unas palabras:

—Mi nombre es Kgalagadi, vigía del desierto de Kalahari. Este es el altar del tiempo—os doy la bienvenida. Mi casulla representa el cielo y mi tez la tierra. Os he seguido durante toda vuestra travesía desde que penetrasteis la hostilidad de la sabana. He sido vuestra sombra en cada instante: os he visto desfallecer y dudar de vuestra cordura, pero al fin me determiné a salvaros la vida: ya no podréis morir. El universo que conocéis es solo el resultado de un sinnúmero de variaciones estadísticas en la materia que ha redundado en la posibilidad de engendrar vida inteligente. Sin embargo, el vuestro no es el único mundo que existe. Hay infinitos universos que conforman lo que se conoce como multiverso. El Kalahari unifica el multiverso en una singularidad espacial: todos los universos tienen un Kalahari. Es un puente interuniversal que conecta todos los mundos existentes. Cada uno de sus senderos conduce a senderos pertenecientes a otros universos. Estos senderos, a su vez, llevan al mismo sendero de partida del universo original o a una réplica de este en un tiempo ligeramente anterior. En otras palabras, el desierto tiene una estructura topológica fractal; condensa en su extensión paisajes recurrentes y similares a sí mismos: por eso fuisteis a parar al mismo lugar tres veces seguidas sin siquiera proponéroslo y por eso os visteis atrapados en la eternidad del ahora. Podríais, de hecho, haberos encontrado con copias exactas a vosotros mismos; copias tan perdidas como vosotros que se sabían únicas. Todos esos animales que intuisteis no eran antílopes, jabalíes, cebras o leones; eran los antílopes, los jabalíes, las cebras y los leones; los arquetipos generales de los que parten los ejemplos particulares que pueblan cada universo. Los rinocerontes que visteis en diferentes puntos de nuestro viaje por el delta del Okavango eran siempre el mismo rinoceronte. En el multiverso la materia de los seres vivos obedece las leyes de la física cuántica, por esta razón solamente podéis saber mi posición o mi velocidad, pero no las dos cosas; por ello desaparezco en movimiento y aparezco en reposo. Lo mismo ocurre con los caballos que tiraban de aquel carro y los negros cisnes que nadaban en los estanques.

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—Entonces ¿por qué te haces pasar por un bosquimano?—pregunté yo.

—Porque me gusta cazar animales, recolectar fruta y hablar tswano. Después de tanto viaje interuniversal me reconforta sentirme terrenal y producir chasquidos y ‘clicks’ con mi boca.

Y Kgalagadi desapareció. Después de aquel momento no recuerdo nada más.

Me desperté de nuevo con Livingstone en una jaula sobre un carro tirado por caballos invisibles y un auriga invisible. Llegamos al mismo palacio y ocurrió infinitas veces lo mismo que acabo de narrar.

  • Hyperion
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I translated the text to English and read it and I found it very interesting. I like the story and I am eager to read more from you. Thanks.

I'm glad you liked it, @shirish5.
I will soon upload more stories :)

Me gustó mucho tu cuento y muy inteligente escrito que linda foto pusiste voy a estar viendo que me pones buen día y buen fin!🌷