Brujería manchega: la historia del cordero

En los siglos XVI y XVI, incluso en el XVIII, proliferaron en la villa de Daimiel una serie de hechiceras cuyo reconocimiento trascendía los límites de su término. Es muy posible que, con el tiempo, su presencia originase la tradición de cuentos y leyendas sobre brujas que se trasmitieron en Daimiel a lo largo del siglo XIX y la mayor parte del siglo XX. Porque toda leyenda tiene un poso de verdad. Algunas comparten tradición con las historias de otras regiones y las tramas son muy parecidas, aunque varían los protagonistas, que pueden ser hadas o duendes, por ejemplo. Seguramente hay alguna leyenda primigenia de la que han bebidos todas, pero cada pueblo la ha adaptado a su propia idiosincrasia; en el caso de Daimiel, a cuentos de brujas traviesas, pues había una fuerte tradición de hechicería real.

Como bruja manchega, la bruja daimieleña se caracteriza por la metamorfosis. Es algo que ya comenté en mi anterior artículo sobre brujas manchegas. Se transforma en distintos animales, pero no en animales «hostiles» como cuervos o lobos, o nocturnos como los gatos. Eso es típico de las brujas de otras tradiciones. Aquí eligen la forma de animales domésticos rurales, del campo, de la granja, como pueden ser cerdos y corderos, o gallinas. Aunque no sólo se transforman en animales, sino también en utensilios, como cántaros y tinajas. Todo lo que le ocurra en cualquiera de sus estados se ve reflejado en el otro. Si la bruja recibe un golpe y su forma se daña, cuando vuelva a su cuerpo de mujer, mantendrá las heridas o magulladuras.

Lo que dejo a continuación es un extracto del libro del que soy coautor, Daimiel, pueblo de brujas, en el que se cuenta una de estas leyendas de brujas bromistas y transformitas. Este tipo de leyendas han pasado de generación en generación, y a mí me llegaron por vía de mi abuela materna, mi abuelita Vicenta. A ella se las contaba su abuelo, al que llamaban tío Madama.

_{Ilustración de Juan Gallego (@arcoiris) que forma parte del mismo libro}

Sin ninguna duda, la leyenda más difundida sobre las brujas es la del borrego. Cierto día venía un mozo de ver a su novia y, cuando no había nadie más por la calle, se topó de frente con un borrego sin dueño. Pensando que era su día de suerte, enseguida se lanzó hacia él y lo agarró. Se lo echó a las espaldas y empezó a caminar. Pero, al poco rato, empezó a notar algo extraño. Conforme iba avanzando, aquel cordero pesaba más y más. Entonces se dijo en voz alta: «¡Vaya con el borrego este! ¿Pues no está pesando cada vez más?».

Al punto, escuchó, sorprendido, que el cordero le contestaba a su espalda: «¡Si peso mucho, suéltame!». Dando un respingo, el muchacho lo soltó del susto, y el cordero cayó con brusquedad al suelo y se lastimó las patas traseras. El chico, que había salido corriendo, vio en la distancia que el cordero se había convertido en una bruja que se marchaba, cojeando.

Versiones de esta leyenda hay varias; lo único que cambia es el animal protagonista. A veces es un cordero, a veces un guarro. Incluso, en ocasiones, se trata de un manto o, simplemente, de un cántaro: el mozo se encuentra un cántaro y lo agarra, pero conforme va a avanzando el cántaro aumenta de peso hasta que muestra su naturaleza y el muchacho lo suelta. El cántaro cae, se estrella contra el suelo y se rompe un asa. Y esa es la causa del brazo roto de la bruja al día siguiente. Aunque aquí se puede dar una variante en la que el que amanece con el brazo roto es el mozo.

Espero que os haya gustado la historia. Si queréis saber más sobre brujería o hechicería manchega, podéis leer también los siguientes artículos:

El laboratorio de la hechicera Ana López, "la larga"
El conjuro de la sombra
Las brujas manchegas

Javier G. Alcaraván (@iaberius)