Las compilaciones y bestiarios medievales, basados, sobre todo, en el Physologus1, describían al misterioso caradrio (también «calandre» o «caladrio», del latín caladrius, y este del griego χαραδριός) como un ave acuática del tamaño de una gaviota, con el cuello largo como las garzas, y de un color blanco inmaculado. Hay una pequeña variación en el Bestiario de Pierre de Beauvais, pues lo pinta, además, con un par de cuernecillos rectos en la cabeza, como de cabra. El caradrio vivía en humedales y se alimentaba de lo que picoteaba entre la tierra o en el fondo de las charcas. De ahí que apareciese en los listados de aves inmundas de la Biblia, entre los animales que no se podían consumir. A pesar de ello, en la Edad Media tenía la consideración de ave real, y se capturaban en lagunas y pantanos para llevarlas a los palacios de reyes y grandes señores.
Se decía que la naturaleza y carácter del caradrio le permitía pronosticar el destino de los enfermos de gravedad. Cuando el ave entraba en la estancia donde yacía la persona convaleciente, se posaba en la ventana o a los pies de la cama y lo miraba. Si volvía la cabeza, se entendía que la enfermedad era mortal y no había nada que hacer; pero, si el ave no apartaba la mirada, es que había visto posibilidad de salvación y se disponía a sanarlo. Porque, además de la gracia profética, el caradio poseía el don de la curación.
En cómo lo hacía, discrepan las fuentes. Unas versiones dicen que curaba a través de los ojos, que creaba una especie de «corriente» que atraía y absorbía la enfermedad. Funcionaba, más o menos, por los mismos principios que el mal de ojo. Otros bestiarios indican que el ave acercaba el pico a la boca del enfermo y extraía el mal con su respiración. En ambos casos, una vez tenía la enfermedad dentro de sí, el caradrio volaba alto para exudarla con el calor del sol.
Las autores de la antigüedad ya habían hablado de las cualidades de esta ave. Plinio, el Viejo, la menciona en su Historia natural como ave que curaba la ictericia, al igual que hacen Plutarco y Claudio Eliano. Plutarco habla sobre ella en su Simposíaca (o Charlas de sobremesa), precisamente en la cuestión que trata sobre los misterios de la fascinación y del mal de ojo. Se daba tanto crédito a esta historia que se decía que los vendedores de caradrios escondían los ejemplares que tenían para que no curasen al cliente antes de que hubiera pagado.
Este poder curativo se extendía también a sus excrementos, pues se contaba que, si se extendía sobre los ojos, era capaz de curar la ceguera. Aunque Philippe de Thaünsu escribió en su bestiario que ese poder residía, en realidad, en el hueso del muslo. Si se ungía a un ciego con el tuétano de ese hueso, recuperaba la vista.
Otra fuente algo distinta, el Cyranides, una compilación medico-mágica de la Antigüedad tardía, agregó que su corazón y su cabeza servían como amuletos, y preservaban al portador de toda enfermedad.
Como en todas las criaturas de los bestiarios, había también una interpretación simbólica. En el color blanco del caradrio se veía una analogía con Cristo, porque el blanco es puro y está libre de mácula, igual que Cristo estaba libre de pecado. En cuanto a su poder de curación, se veía como una interpretación del sacramento de la confesión, mediante el cual Cristo curaba las almas.
Más tarde, hacia el siglo XIV, se empezó a secularizar este simbolismo, y se usó al ave para representar el amor correspondido o no correspondido, y el poder de atracción de la mirada en los amantes.
Por último, se también se relacionó al caradrio con el basilisco (sobre el que ya hablamos aquí). El basilisco-caradrio representaba el binomio muerte-vida.
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1. Manuscrito en griego de autor desconocido que contiene un conjunto de descripciones de animales, criaturas fantásticas, plantas y rocas, siempre con sentencias moralizantes.
Fuentes
BESTIARIO MEDIEVAL, Ed. de Ignacio Malaxecheverría, Ediciones Siruela, Madrid, 1999
DRUCE, G.: «The Caladrius and its Legend, Sculptured Upon the Twelfth-Century Doorway of Alne Church, Yorkshire», artículo publicado en Archaelogical Journal, Royal Archaelogical Institute of London, Vol. 69, 1912
PLINIO EL VIEJO: Historia natural. Libros VII-XI, Ed. Gredos, Madrid, 1998
PLUTARCO: Obras morales y de costumbres, Vol. 4, Ed. Gredos, Madrid, 1987
«Caladrius», en The Medieval Bestiary.
«La leyenda del caradrio en san Andrés de Montearados (Burgos)» en Blog Románico Digital.
Publicado desde mi blog Javier Alcaraván con SteemPress : https://blog.javieralcaravan.com/el-caradrio/
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Impresionante su poder de curación, ya no tomaré ibuprofeno, llamaré a Caradrio...
quiero curarme bien,
a cambio te daré
galletas con crema de café"
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