Siempre he pensado que el Sistema de Educación Formal enfatiza el desarrollo del hemisferio cerebral izquierdo, esto es la lógica, el seguimiento de instrucciones, la regularidad, la planificación y lo lineal. Si observamos los planes de estudio de educación básica y media, podemos evidenciar que la mayoría de cursos orientan al aprendizaje de operaciones lógicas, incluyendo las asignaturas que se supone se diseñaron para desarrollar aspectos del arte.
Por ejemplo, aquí en Venezuela, en educación artística se enseña mucha historia en lo que respecta a movimientos y tendencias a nivel mundial, y en menor proporción se incentiva la producción artística de los estudiantes. Cursos como música o manualidades suelen ser optativos, mientras que la matemática, el castellano, las ciencias sociales y los estudios de la naturaleza no faltan en casi todos los niveles.
Lo que expongo es algo que ocurre a nivel mundial, nos forman para obedecer y adaptarnos a una sociedad llena de restricciones. Esto no está del todo mal, pues necesitamos orden para poder vivir armónicamente, pero también necesitamos creatividad e ingenio para resolver problemas y vivir fluidamente con cambios y transformaciones, lo cual se consigue cuando activamos el hemisferio cerebral derecho.
Considero que debe haber un equilibrio en la manera como se conciben los diseños curriculares, pues el desarrollo de ambos hemisferios cerebrales es igual de importante. Los niños deben tener la oportunidad de crear, de generar ideas, de reinventarse, al mismo tiempo de que comprendan la necesidad de respetar normas y de cumplir planificaciones.
La problemática que planteo no se queda a nivel de bachillerato, sino que se traslada a la universidad, tal es el caso de las carreras de ingeniería, donde a mi parecer, se exagera en la profundización de las operaciones lógicas. En la diferentes escuelas de ingenierías se diseñan asignaturas que parecen estar allí, solo para hacer de la vida de los universitarios un martirio: Cálculo I, II, III, IV, V…. hasta el infinito y más allá.
Podemos ver en los pasillos de las escuelas de ingeniería a los zombies univesitarios: jóvenes con ojeras que cubren todo su rostro lanzando improperios contra los eruditos docentes, orgullosos de que nadie les pasa… ¿y para qué? Cuando llegan a las empresas nada de eso lo aplican, y a veces son entrenados por operadores con años de experiencia y sin títulos universitarios.
Lo anterior es lo menos importante, pues no es inusual que patrones se quejen por la falta de iniciativa de sus ingenieros o por su incapacidad para resolver problemas. ¿Qué contradicción verdad?, pues la palabra INGENIERO se deriva del sustantivo INGENIO. Pero el diseño curricular se concentró tanto en ofrecer 100 cálculos, que se olvidaron de la importancia de la creatividad e inventiva.
No soy la primera que diagnostica esta problemática, de hecho, se han propuesto diferentes soluciones a esta realidad, y me atrevería decir que ya hay mejoras, por lo menos, a nivel universitario. En próximas entregas compartiré algunas iniciativas ya existentes, y lo que yo he hecho a nivel de mi aula de clases.
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