Haciendo memoria del proceso de mis cuadros:
Durante unos años me llegaban encargos de bodegones decorativos y pinté varios cuadros con motivos semejantes. Me gustaba esa combinación de color rojo y negro, rojo y verde, verde y amarillo todo envuelto entre ocres y tierras de sombra y sienas.
En aquellos momentos no tenía otra fuente de ingresos y tuve que vender todos lo que que pinté hasta que los muchos exámenes en la Universidad ya no me dejaban mucho tiempo para pintar. Me conformaba con cubrir los gastos de subsistencia para no ser tan gravoso a mi padre que entonces me mantenía y me podía permitir algún lujo que otros compañeros de estudios no podían. También hice algún regalo con algunos de los bodegones, tanto es así que no que quedó ninguno.
Años más tarde quise recordar de memoria, sin modelo delante, los cacharros y utensilios que había utilizado para componer el cuadro: un pote destapado, un vaso en una silla, la garrafa y una sandía, pero no quedé muy satisfecho, pues tenía en la mente otros que e habían gustado más, incluso con el pote humeando sobre el fuego, pero por lo menos me quedó un recuerdo de aquellos bodegones vendidos que el algún lugar tienen que estar colgados. Este, el último lo pinté nada menos que hace 33 años. Ahora lo conservo en mi cocina.
Par la ejecución, ya me había fijado en las pinceladas de los distintos autores que había estudiado sobre todo en Madrid, en el Museo del Prado.
Acercando la cámara se pueden ver los distintos pigmentos y trazos, como pocos colores y poco mezclados. Una pintura sencilla y pretendidamente efectista para que gustara a mis clientes, que eran los que me pagagan.
El retrato, entonces me metía miedo, y sin embargo hubo unas señoras que me encargaban retratos de ellas o de sus familiares, pero no me atrevía a comprometerme sin antes no haber ensayado estudios de caras y manos. Así que me decidí a estudiar el rostro, sobre todo la colocación de los ojos y el rictus de las comisuras de los labios donde reside gran parte de la personalidad plasmada, reflejo de la mente del modelo pintado. Todavía no había tenido la ocasión de ir a París a ver el Louvre como años más adelante ya tuve ocasión, pero estudié despacio la ejecución de la Gioconda en Láminas y libros de arte de la Biblioteca de Salamanca, de tal manera que opté por estudiar mi rostro en un espejo.
También estudié en el mismo espejo una mano con la paleta. Entonces, todavía no sabía cuál era el orden de los colores en la paleta y los colocaba de la manera que caía según los necesitaba, aleatoriamente. Después de cada sesión me tocada limpiar la paleta para la sesión siguiente. Después de este retrato estudie un tratado de pintura al óleo en el que aprendí a colocar los colores en orden.
Y la otra mano agarrando los pinceles:
Cuando vi que era capaz ya me decidí a aceptar encargos de retratos que era lo que más se pagaba por aquel entonces, y ya me dieron para algo más que para la mera subsistencia.
Este cuado es una verdadera maravilla!
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Gracias. Te elogio me da ánimos. Mañana sigo comentando.
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