Hubo una época, durante la trayectoria de mi afición a la pintura en la que estudié a fondo el arte medieval de nuestra historia. Y más en concreto el románico catalán y todo el de la ruta de Santiago. Por supuesto el leonés, y muy especialmente el de San Isidoro, de Léon, el del panteón de los Reyes.
Mi profesor de Historia del Arte, don Federico Torralba lo explicaba con tanto ahínco y entusiasmo que hacía amar todo lo que explicaba en las clases. De tal manera que probé a pintar unas tablas cualquiera que no sé donde irían a parar. Ya no recuerdo si las regalé o las vendí como elementos decorativos.
Pero un día, paseando por las riveras del río Tormes, a unos cinco o seis kilómetros de Salamanca me topé con unos obreros que estaban derribando una vieja construcción, colindante con el llamado Huerto de Fray Luis. Era alrededor de 1970.
La construcción, por lo que deduje entonces databa por lo menos del siglo XV, si no era más antigua. Los obreros seleccionaban las piedras, piedras francas de Villamayor y las apilaban hasta que una camioneta se las llevaba; y las vigas y tablas carcomidas las amontonaban con picos y palas para llevarlas lejos a un vertedero envueltas en los restos de cal y arena y otros restos de la construcción. Estuve un momento hablando con ellos y les pedí una tabla que me parecía una joya. No tuvieron el más mínimo reparo. Me dijeron que podía coger todo lo que quisiera excepto las piedras que eran muy valiosas, así que cogí mi tabla para limpiarla y dejarla lista para pintar encima un motivo imitando el estilo románico, para venderlo como elemento de decoración, que me podría proporcionar buenos emolumentos.
Cargué la tabla al hombro y me la llevé durante la caminata de vuelta. Como la llevaba muy cerca del oído, cuando me paraba se oía el grag-grag de los bichos que debían de ser inmensos por el ruido que hacían. Me daba un poco de reparo y estuve a punto de abandonarla en una chopera cuando ya había andado más de un kilómetro, pero me hice el fuerte y seguí adelante hasta que llegué a Salamanca.
La limpié con espero, la raspé con la arista cortante un trozo de vidrio roto y compré en la droguería un producto para eliminar la carcoma agujero por agujero.
Cuando los estudios de la Facultad me dejaron tiempo libre empecé a inventar una Sagrada Cena como del principio de nuestro Románico, con formas no muy depuradas, más bien toscas que perfiladas, Se me ocurrió que el motivo podía ser una Sagrada Cena porque el tamaño y las dimensiones de la tabla me parecían las más apropiadas. Tenía asimiladas las formas y colores románicos, así que la pinté como si fuera la primera Sagrada Cena que se hubiera pintado en España, con este resultado.
Jesucristo
Detalle
Dos apóstoles
Los hermanos Tadeo
San Bartolomé
San Felipe
San Juan, según los cánones ortodoxos debía estar a la izquierda de Jesucristo
San Pedro, a la derecha
Los agujeros que dejaron los insectos parecen cavernas:
Judas Iscariote no figura intencionadamente, por eso sólo hay once apóstoles, suponiendo que algún fundamentalista religioso lo suprimiera en alguno momento lejano, dado que había sido el apóstol traidor que vendió a Jesucristo por unas monedas:
Más tarde cuando viajé por las naciones del Cáucaso que habían sido repúblicas soviéticas, y que nunca pude antes haber visitado, estudié, in situ, las pinturas catequéticas de esa parte de Asia en los restos que los desastres de la Historia nos han dejado y pensado e hilando he llegado a conclusiones heterodoxas con respecto a las teorías oficiales de nuestro arte románico y gótico. Es necesario seguir estudiándolo, aunque yo he dejado ya publicado en algún sitio, aparte de esto en “steemit”, para que los jóvenes investigaciones sigan investigando.
La conclusión hipotética a la que yo había llegado es este el resumen:
“Nuestro románico no es nuestro, es importado. Estuvo viniendo de Asia durante toda la Alta Edad Media. El Mediterráneo era como la Gran Vía, un trasiego de idas y venidas, y los caminos por tierra una constante de trasiegos. El centro del Mundo estaba en Kilikia, en Armenia, en Bizancio. Lo de aquí, era el fin del mundo, el fin de la tierra. Los primeros cristianos del camino recto, (ortodoxos) fueron los evangelizados por San Bartolomé y San Judas Tadeo, antes que San Pedro llegara a Roma. y los primeros artistas creadores de la imaginería religiosa cristiana fueron asiáticos. Los que vinieron y enseñaron a los nuestros eran asiáticos. Es cierto que los nuestros perfeccionaron algo lo aprendido y dieron impulso para evolucionar hacia el gótico sufragado con los tesoros de los templarios, pero las policromías de la piedra ya se habían hecho en Mikra Asia, y en el Cáucaso. Venían pintores, escultores, canteros, cortadores de troncos, carpinteros, verdaderos especialistas. Lo verdaderamente sorprendente es comprobar, in situ, las pinturas de las iglesias cristianas excavadas en las rocas, de donde nacería el concepto de iglesia oscura iluminada por diminutos tragaluces, o por las linternas, que eran los respiraderos primitivos.”