La playa, impregna de azul el horizonte,
mezcla de blanco los pies en su orilla,
pinta atardeceres en el lienzo del cielo,
susurra confidencias en la brisa.
y nos abraza con delicias de sonrisa.
Se llena de luna mientras duerme,
nos embruja con su encanto de sirena,
muda insinuación que recorre la epidermis,
estacionándose en la ambigüedad
donde el deseo muerde y acaricia.
La playa, enigmático comienzo
de la extensión que cubre nuestra vista,
celestina cómplice de furtivas estaciones
donde dejamos trozos de estrellas
en el cielo rasguñado de la espalda.
Colchón gitano donde las formas encajan,
tórrido navío que desafía con sus velas
el viento huracanado que trae olvidos,
coloridas mejillas maquilladas de sol,
remanso onírico del guerrero dormido.