El juego de ser el uno para el otro ha continuado por meses sin cambios, sin preguntas, sin condiciones.
Por eso nunca me he sentido usada.
Ha aprendiendo que lo más inverosímil del amor es que el mismo es tan volátil como efímero pero que tiene el poder de resucitar cuando muere, aunque muchos nieguen que esto pueda ser posible.
También he entendido que el ser humano es masoquista por naturaleza y que todo lo que le cause dolor es parte del cargamento que lo acompaña a diario.
Lo veo en los corazones solitarios que pueblan mi lecho y esconden esa condición con la supuesta bravura del ser superior que logra comprar minutos de fantasías pero no de afectos.
Por eso esa enigmática personalidad me mantiene dudando que no vivo una realidad.
Cuando desaparece por semanas me atacan los acertijos y florece entonces el fantasma de la escritora que además de escribir este diario hace reflexiones y preguntas que plasmo en el mismo.

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Hoy me dejo llevar por la musa y voy depositando en el papel lo que ella me dicta:
Soy como una golondrina que espera el amor, en medio de cantos de cisnes que tiñen sus sabanas de pétalos y rosas. Aquella que incendia sus mejillas con el calor que trepa por su cuerpo convirtiéndola en hoguera de pasiones desbordadas.
Soy un suspiro que inhala su alma triste que no le pertenece, porque como flor marchita, ha sido de todos sin sentir lo que sienten.
También soy esa otra mística y loca que se desquicia contodo lo que no sabe ni entiende.
¿Quién soy? ¿Cuántos entes conviven en mis huesos? ¿Cuántos amantes han bebido de los néctares de mi cuerpo? ¿Quién es esa que carga aquella, que lleva una vida extraña a ella? ¿Cuántos erguidos miembros tomaron posesión de mis gemidos y explotaron sus ansias confundidos ante mis desinhibidos orgasmos, impropios de quien practica la profesión más vieja del mundo?
¿En qué momento cruzaste el abismo de mi soledad para clavarte como dardo venenoso en mi pecho y robarme el corazón?

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Ahora cuando espero con frenesí que surques esa puerta y hagas de mi piel inspiración de tus caricias, me doy cuenta que no me importa que el mundo se detenga o que el sol se extinga sin dejar rastros de luces en el cosmos, que soy una desquiciada expresión de los embates de tu virilidad que me transportan a la locura, a la desnudez del alma que se nutre de besos y gritos, mientras nos comemos, cual antropófagos, sobre la blanda textura del colchón , cubierto de sabanas de seda y empapado de los sudores que el palpitar enardecido de nuestros cuerpos va dejando en ella.
Somos como cometas errantes que por los azares del destino han entrelazado sus orbitas y cruzan el universo jugando a ser astros de luz en la oscuridad.
Como hogueras que el viento puede apagar pero que se resisten a los embates de este.
Cada día juntos ha sido una experiencia repetida y nueva, como una pintura con el mismo paisaje que cambia colores o posiciones de sus elementos.
Vivimos una historia surrealista.
Somos seres que pasan de lo vulgar a lo etéreo.
De lo etéreo a lo impredecible.
De lo impredecible a la incertidumbre de no tener un futuro cierto.

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Su vida está atada y cuidadosamente planificada para ser lo que sus ancestros han sido.
No hay espacio para nuevos proyectos ni para cambios que alteren el correr de su historia.
Mi vida está marcada por un rumbo que sin planificarlo no deja espacios para invenciones, para grandes cambios o para rebeliones.
Soy como el elefante vendido al circo que aunque puede soltarse de su amarra no sabría qué hacer si se atreviera, porque no ha tenido vida propia.
Incluso cada escapada en la que por la prisa él no cumple con la formalidad de pagarle a la regenta esos días, yo los cancelo cuando regreso, por lo que se ha transformado la aventura en un negocio de complicidades en las que además de placeres obtenemos beneficios económicos.
Por tal razón mi locura es parte de la locura de ambas, ya que en el lecho mientras nos hacemos el amor ella me ha enseñado a ser lo que soy.
Soy su mejor alumna y también su mejor inversión.
Por eso cuando enloquezco de placer en los brazos de mi caballero, me siento afortunada de poder escapar a la rutina que significaría vernos tan frecuentemente.
Tal vez la ausencia sea solo un estímulo que como cualquier droga sea necesario para que el deseo crezca o la conciencia se pierda.

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