El buen Dios está en el detalle

in spanish •  7 years ago 

Imagino que Gustave Flaubert debió de sentirse irremediablemente impresionado por alguna obra de Arte en particular, cuando lanzó el guante, recogido por los historiadores años después de su glorioso tránsito por este mundo de la ilusión, exclamando aquello de: le bon Dieu est dans le détail. O lo que viene a ser lo mismo, pero expresado en la lengua quijotesca de Cervantes: el buen Dios está en el detalle. Ignoro si olvidó a propósito ese significativo axioma medieval, que veía a Dios en el equilibrio, en la proporción, en el peso, en la medida o en la mesura como sinónimos de la perfección y quiero imaginarme, entrando en el tema, que tuvo ante sí una de esas magníficas obras maestras flamencas, de las que bien se podría afirmar que contienen una parte divina, apreciable, sobre todo, en la relevancia de sus detalles.
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Puedo imaginarme al viejo Gustave, con su cara de buey, huraña, grave y meditabunda; con sus largas melenas leoninas desparramándose sobre unos hombros de estibador, más propios, quizás, de los meticulosos canteros que levantaron la catedral de Notre Dame de París –aquélla obra de arte, corte de reunión, que no de Lucifer, como diría Otto Rahm, pero sí de avezados alquimistas como el legendario Nicolás Flamel, recuperada en el siglo XIX por el arquitecto Violet le Duc-, animadas románticamente sus torres chatas por un deforme Quasimodo, cuya belleza interior era capaz de latir, y de paso de rivalizar con el sonido prodigioso de las campanas, mientras su frágil corazón adolecía por el amor no correspondido de la zíngara Esmeralda. Puedo verle, insisto y con su permiso continúo, con un monóculo en su ojo diestro, igual o cuando menos parecido al que lucía Chesterton como un tercer ojo mientras corregía las comas de aquél prodigio de imaginación que sería su obra El hombre que fue jueves. Y puestos a imaginar, que al fin y al cabo no cuesta sino el esfuerzo de conceder el beneficio del libre albedrío a esas inquietas mariposas que son los pensamientos, imagino y les invito a hacer lo mismo, que el creador de Madame Bovary está plantado frente a una copia de la Virgen con el Niño, del siglo XVI, de Josse van Cleve.
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Se trata, por lo demás, de una imagen tierna, que muestra a la Virgen en su bizantina forma de Galactotrofusa o Virgen de la Leche, imagen derivada, según los expertos, de sus predecesoras, Glycofilusa o Eleusa –su parecido con Eleusis lo dejaremos para mejor ocasión-, donde se enfatiza el papel de Madre, humanizándose las hieráticas ‘relaciones’ entre ésta y el Hijo, características de las primeras representaciones. Incisivo, como ya dejó entrever en esa magnífica recreación de Las tentaciones de San Antonio, supongamos, por un momento, que Flaubert, piadoso rien non plus, obvia el sentido hermético de este tipo de representación –por cierto, prohibida por la Iglesia, a partir, precisamente, de ese siglo XVI, por su supuesto carácter ‘amoral’-, incluidos los detalles del ‘velo isíaco’ de la Madre y la rosa blanca del Niño, y se centra en lo que más llama la atención de todo el conjunto: la media naranja, el cuchillo y la copa de zumo que descansan en el apoyo del asiento. Ni siquiera el Niño, arrimados los labios al pecho que le ofrece la Madre y fijos los ojos en el observador, es capaz de atraer tanto la atención, como ese objeto, aparentemente inocente pero atípico en este tipo de representaciones. En virtud de ello me pregunto -y no sé si lo preguntaría Flaubert también-, si después de ver este detalle, no le sugerirá a algún publicista avispado, la idea del origen divino de la naranja.

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Es verdad, al echar una ojeada al cuadro, lo primero que llama la atención es la copa. Vi en ella una copa menstrual, la tapa tiene la forma una de ellas, del revés, como si hubiera vertido la sangre recogida, y que siempre se llamó impura, al recipiente que es otra copa. A ver si no va a ser zumo de naranja. Tonterías mañaneras. La mirada de Jesús es desafiante.

No, para nada tonterías mañaneras. La verdad es que lo que dices me parece interesante. No había pensado en esa posibilidad, de manera que te agradezco el comentario, porque aunque en esta entrada no pretendía buscarle los tres pies al gato, como se suele decir, este cuadro y su contenido forman parte de un proyecto que tengo en mente. En realidad, y lo digo por echarle un poco de pimienta a la 'mirada desafiante de Jesús', se le atribuyen las siguientes palabras: 'vengo a destruir los trabajos de la hembra'. Y no digo más.

Ay, la virgen, qué susto me has dado, ya decía yo que tiene cara de nada bueno. Vaya obsesión que tenían con destruirnos, menos mal que nuestros trabajos no se pierden así como así. Haces una labor estupenda, acercándonos este tipo de cultura, casi ya restringida a especialistas.

Por eso siempre he dicho que los más democráticos fueron los griegos, y si me apuras, los romanos, que aunque la batuta de un dios supremo, integraron unas cortes generales que mantenían un equilibrio más o menos justo entre diosas y dioses. Los semitas, inexplicablemente, fueron los más acérrimos enemigos de la Diosa, cuestión que estudió Freud en Moisés y el monoteísmo sin llegar a conclusiones claras. Pero la Diosa siempre ha estado ahí y hasta los grandes dramaturgos, como Shakespeare, siempre la han respetado.