¿Fue Gaudí el último templario?

in spanish •  7 years ago 

Uno de los primeros en hablar del ‘placer de la especulación’ fue el periodista, escritor y teósofo de origen extremeño, Mario Roso de Luna. En ocasiones, yo comparo la especulación con aquél otro ‘poder’, el de la ensoñación, del que nos hiciera partícipes en numerosos de sus fascinantes libros, ese completo enigma, que todavía hoy continúa siendo el personaje que se oculta o se ocultaba detrás del nombre de Carlos Castaneda. Creo, hasta el punto de estar convencido de ello, que en referencia a enigmas, especulaciones y ensoñaciones de todo tipo no ha habido agrupación, orden o confesión que los haya atraído tanto –y continúe haciéndolo- como la Orden del Temple, suprimida hace setecientos años, muriendo en la hoguera parte de sus responsables, como su último Gran Maestre, Jacques de Molay .
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Esa magnífica predisposición justifica, soberanamente, cualquiera que sea la trama, que hablar de ellos se convierta, generalmente, en un gratificante ejercicio de realismo fantástico, donde a la postre y por sorprendente que resulte, no sería extraño llegar a la conclusión de que con respecto a ‘ellos’, cualquier cosa puede ser posible. O lo que viene a ser lo mismo –y pido perdón por la redundancia- o cuando menos parecido: que lo inverosímil pueda llegar a generar las suficientes dudas, como para rondar los límites vectoriales de una probable verosimilitud.
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Tan apasionante como el mundo de los templarios, la Historia, celosa madrastra generalmente sujeta a la casquivana subjetividad de los vencedores y orgullosa a la hora de mirar hacia otro lado cuando la interesa, nos ha mostrado, sin embargo, aunque no obstante tachándoles de herejes, visionarios o simplemente locos a una serie de personajes, que por sus cualidades, muy por encima de la media de su tiempo, parecen haber sido víctimas de una broma cósmica. Es decir, parecen haberse adelantado a su tiempo. No tengo la menor duda, de que uno de tales personajes fue Antonio Gaudí i Cornet.
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Aunque se hayan escrito centenares, miles de libros midiendo, pesando y catalogando al genio y su obra –lo de genio es un añadido de mi parte, pues a diferencia de Dalí, Gaudí brillaba justamente por su humildad-, sin embargo, apenas se incide en los numerosos misterios añadidos tanto a uno como a otra. Los historiadores lo han tachado como un personaje más o menos ultracatólico, que cual Moisés con Yahvé, ponía todo su celo ad maiorem Dei gloriam –y he aquí, una máxima templaria exotérica-, y sin embargo, un vistazo a esa inacabada y sublime obra cumbre que es la Sagrada Familia, nos encamina, más bien, hacia esa otra máxima, templaria también, pero más subjetiva y esotérica, que viene a confirmar lo que la intuición proclama a gritos: ‘con Ella –es decir, con Nuestra Señora- empieza y también termina nuestra Religión’. Esa fue, al menos, la impresión que tuve cuando visité la Sagrada Familia en el mes de agosto de 2014. Y mientras regresaba a Madrid, plácidamente sentado en el AVE, no dejaba de darle vueltas a una cuestión, por la que ya me crucifico a mí mismo sin necesidad de que la ortodoxia oficial me envíe una cohorte romana para hacerlo: ¿es la Sagrada Familia, una especie de corte de arbitraje, con la que Gaudí, al fin y al cabo, quiso mediar entre Dios y la Diosa?. Ríase quien quiera, pero quien no tiene nada que perder –el sillón en la Real Academia de la Historia, tendrá que esperar para otra vida- tampoco tiene nada que temer.
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Si hubo una editorial, cuya aportación al género denominado como ‘Realismo Fantástico’ ha sido fundamental para sacar del ostracismo a una España que miraba con vergüenza hacia unas libertades –incluida la cultural- que comenzaban allende los Pirineos, con Francia a la cabeza de ese metafórico Eldorado que era Occidente, no cabe duda de que fue Plaza & Janés. Tampoco ha de extrañar, pues, que uno de los pocos libros –yo diría que escasos libros- que advierten sobre esa posible conexión entre Gaudí y la filosofía templaria, llevara su sello: ‘Gaudí, una biografía mágica’. En sus páginas, el escritor y periodista barcelonés, Joan Llarch, elabora una interesante y razonada exposición, en la que pone de manifiesto –o hace un meritorio intento- la relación entre Gaudí y la desaparecida Orden del Temple, en base a una serie de arquetipos, muy determinativos, presentes, de una forma sospechosamente causal, en la Sagrada Familia y basados en los que aquéllos, teóricamente, utilizaban en sus construcciones, así como también en sus supuestas ceremonias secretas: cuadrados mágicos, cruces patadas, de ocho beatitudes y con forma de pata de oca, sellos de Salomón y pentágonos, laberintos, triples recintos celtas y un largo etcétera, que invito a ir descubriendo –y lo digo, porque considero que es una aventura fascinante- a todo curioso o interesado en el tema, teniendo en cuenta que la mayoría de ellos, a poco que se recupere uno de la impresión –y no miento- producida por un primer vistazo a ese impresionante templo, están bastante a la vista.
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En referencia a mis suposiciones, acerca de que Gaudí pudiera ser un cristiano ortodoxo pero también, en el fondo, un secreto admirador de la Diosa, me quedo y así lo reproduzco, con un pequeño párrafo de Llarch: ‘…las puntas del ábside en construcción semejaban un crómlech, parecían un megalito, atalayando en lo alto para ponerlo en comunicación y resonancia con materia; un vínculo de unión entre la Tierra, Diosa Madre y el origen…’(página 14). Pero hay un dato muy significativo, que Llarch no menciona en su libro, que en mi opinión, hubiera complementado y mucho, su teoría ‘templaria’. Y quizás no lo mencione, porque el edificio en cuestión ya no existe: fue fatalmente derribado alrededor del año 1925. Se trata de una pequeña iglesia de planta circular que, reproduciendo sospechosamente las formas de la mezquita de Al-Aksa o Cúpula de la Roca de Jerusalén, se encontraba en una esquina de los jardines de la Casa Vicens, sita en la calle Les Carolines y cuya pequeña foto, encontrada por casualidad en una guía gaudiniana que tuve ocasión de comprar durante mi visita, reproduzco aquí también para que cada uno saque sus propias conclusiones.
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El libro de Llarch, por otra parte, constituye todo un ‘clásico’ a día de hoy y está por completo descatalogado. No es fácil de encontrar, aunque quizás, como hice yo, alguna librería de viejo puede tener algún ejemplar olvidado entre sus polvorientas estanterías. Aparte del tema de su posible ‘templarismo’, Llarch introduce, además, otro controvertido e interesante tema, que procuraré desarrollar en otro momento: su posible relación con el denominado ‘alimento de los dioses’; es decir, con la amanita muscaria, hongo de características alucinógenas, muy abundante en casi todas sus construcciones.
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Bibliografía recomendada:
Joan Llarch, ‘Gaudí, una biografía mágica’, Plaza & Janés Editores, S.A., 1ª edición, Barcelona, febrero de 1982.
María Antonia Crippa: ‘Gaudí’, Editorial Taschen, 2007.

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