Se acercan las 7 de la madrugada. Es invierno y por este lado del globo, aún no ha amanecido. En la carretera, algo congestionada, se aglutinan los coches queriendo llegar los primeros a la urbe. Desde mi punto de vista, destacan multitud de luces rojas desplazándose a gran velocidad. Parecen la sangre de este gran cuerpo llamado Madrid. Yo vengo de las afueras, se podría decir que son los pies de este gigante. Allí hay tierra y mucho contacto con ella, tanto que a veces el pueblo entero se inunda de un olor a excremento animal importante. Pero hoy me dirijo al corazón, por eso cogí esta carretera en forma de arteria. En Madrid hay muchas venas y arterias. La de Valencia, la de Barcelona, la de Badajoz, la de Córdoba, la de Burgos... Pero también están la M-50, la M-40 o la M-30 por ejemplo. Todas estas son más bien venas. Según voy pensando en este atravieso por debajo un puente en el que pasa rápidamente un tren. Eso me hace recordar que los trenes y el metro también forman parte de ese sistema circulatorio de la ciudad. Llegando a lugares más específicos, estos capilares, hacen que todos los glóbulos que no dispongan de un vehículo para llegar a través de las arterias, también puedan llegar a su destino y hacer sus funciones correctamente. Y pum pum, pum pum - escucho. Me voy acercando cada vez más al palpitar de Madrid. Lo siento porque paso cerca de los pulmones. Siento que cada parque, forma parte de esos grandes pulmones de esta ciudad. Son los encargados de traerle el oxígeno. Y aunque estén dispersos, forman parte del aparato respiratorio de Madrid. Esta idea me hace recordar que puedo respirar. Inhalo y exhalo. Qué calentito se marcha el aire cuando sale de mi. Me reconforta y el atasco no me incomoda, por eso, me doy el lujo de volver a mi fantasía. Atravesando edificios y observándolos me doy cuenta de que ellos son los huesos de la ciudad. Se mantienen firmes y se elevan para darle forma al cuerpo, sin ellos, no serían necesarias las calles, que sin más, aparentan ser los músculos. Flexibles a veces se mejoran, a veces se deterioran, aunque siempre permanecen en el mismo sitio, al lado de los mismos huesos. Con esto me llega una pregunta clave a la cabeza, ¿cómo se reproducen las ciudades? Ajá, en el fondo lo se. Nosotros, las células somos quienes nos reproducimos. En cada cama dentro de los huesos, en los músculos o tumbados en el pie, lo que menos importa es dónde, sabemos cómo hacerlo. La ciudad crece. Voy llegando a mi destino y poco a poco se empieza a asomar el sol. Debo encontrar un aparcamiento rápido y meterme al metro, a viajar por las entrañas de la urbe. Mi visión de mi misma sentada en el coche transportándome paralelamente al suelo y sin automóvil me hace reír a carcajadas. Qué cosas imaginas - me digo. Y de ahí, voy directamente a visualizarme sentada junto con otras células dentro de esos capilares subterráneos, moviéndonos velozmente hacia un lado. Esta imagen aún más absurda que la anterior me encanta y sigo riéndome. Entre risas y alguna que otra rascada de ojo causada por el sueño, aparco. Hoy es un gran día. Lo se, lo siento. Soy una gran afortunada de poder vivir en este sueño tan divertido, voy a seguir jugando.
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Empiezas fuerte ;)
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¡Empiezo! Que es lo importante jejeje :) Gracias por pasarte a leerme
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