En mis primeros años de existencia, no tenía la mayor idea de porqué los niños asistían a la escuela, creía que era parte del ciclo de la vida: naces, creces, vas a la escuela, sigues creciendo, te reproduces y mueres. No entendía porqué tenía que asistir a un colegio a tan temprana edad.
Mi primer contacto con el sistema educativo, fue muy divertido (debo admitirlo), en el kínder todo era juego, la verdad siempre me la pasaba jugando y esperando la hora de salida para irme a los columpios (era adrenalina pura). Una vez concluida esa etapa, la primaria era el segundo eslabón del modelo educativo, en esta etapa ya no había tanto juego, aquí los regaños y reclamos eran más fuertes. Fue una transición un poco dura, pasas de no hacer nada a hacer un poco, pero ese poco, ¡cómo me costó!, me sentía bien menso, los maestros me explicaban y no entendía, y así me pasé gran parte de mi estancia en la primaria, cuando conocí la aritmética; comenzó mi viacrucis.
Entre divisiones y multiplicaciones, mi agonía crecía, nos ponían hacer operaciones como si fuéramos maquinas, aunque no entendiéramos la mayoría de mis compañeros y yo. Nos costaba mucho trabajo comprender las multiplicaciones, era un calvario aprenderse las mugrosas tablas de multiplicar, aunado a mi falta de interés, a mi indiferencia y a mis ganas gigantescas de ver los súper campeones (caricatura japonesa), pues todo resultaba más complicado. Me daban un miedo las tablas de multiplicar, que chuky, el muñeco diabólico (mi peor pesadilla), no resultaba tan diabólico al compararlo con aquellas demoniacas tablas de multiplicar. Aún no alcanzaba a comprender al sistema educativo, seguía pensando que así teníamos que sufrir, que el aprendizaje dolía y dolía en serio. Mis maestros de aquella época, fueron víctimas del modelo educativo y bueno; nosotros fuimos víctimas de nuestros maestros, una cadenita de víctimas que sigue vigente.
Las imagenes del collage no son de mi propiedad, ésta edición fue hecha por un profesional del photoshop (lucioni)
Como seres humanos, partimos con nociones básicas desde el nacimiento, intuimos que es lejos, que es cerca, que es mucho, que es poco (comparación), sabemos cuanto es el doble de algo, puede ser de canicas, de pelotas, de dulces, de lo que sea, también sabemos que es la mitad de algo, puede ser de una naranja, de un chile, ad infinitum. Son nociones básicas y elementales que los maestros no utilizan como recursos para enseñar las tablas de multiplicar, se van por el método más cuadrado y feo que existe…La memorización.
La memorización no permite que el aprendizaje sea genuino, hace del aprendizaje un proceso mecanizado y automatizado. A través del tiempo comenzamos a explorar otras formas de hacer las cosas, encontramos senderos diferentes por recorrer, y es así, como llegamos al meollo del tema, el método egipcio, un método que nos permite multiplicar sin necesidad de memorizar, partiendo de las nociones básicas antes mencionadas. El método reduce toda la multiplicación de números enteros a una serie de multiplicaciones por 2.
Procedimiento para multiplicar 8 x 7:
Paso 1.-
Separar el multiplicando y el multiplicador en dos columnas.
Paso 2.-
En la primera columna divides entre dos el número de arriba (multiplicando), así sucesivamente hasta llegar al uno, tomando siempre en cuenta la parte entera.
Paso 3.-
En la segunda columna multiplicas por 2 el número de arriba (multiplicador), hasta llegar a la fila que contiene el número 1.
Paso 4.-
Eliminamos la fila completa del número que sea par, de la primera columna (en caso de que sea necesario).
Paso 5.-
Sumamos todos los números de la segunda columna y obtendremos nuestro producto.
Paso 6.-
Pones un buen cumbión y te paras a bailar de la emoción.
En tan sólo 6 pasos (bueno 5), llegamos a encontrar el producto de cualquier multiplicación, el método resulta un poco largo, pero es muy efectivo. Desde mi particular punto de vista, lo ideal sería, pasar del modo manual al modo automático, saber lo que se hace y después hacerlo mecánicamente. Este método hubiera ayudado a transformar mi miedo en alegría, el dolor de estómago en sonrisas, transformar una pequeña parte de mi infancia en momentos más gratos.
El modelo educativo no evoluciona (al menos en México), se encuentra estancado, no se vislumbra una diminuta mejora. Cuantos niños están viviendo lo que yo viví, cuantos niños pierden su confianza por no entender cosas tan simples, y así continuará hasta que nosotros tomemos las riendas de nuestro aprendizaje y de nuestra vida.
Me retiro, no sin antes enviarle un caluroso saludo a la escuela primaria estado de Oaxaca y a mi maestra Conchita, que me ponía mis orejitas de burro, haciéndome sentir un niño animal mutante no apto para el sistema educativo.