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Los golpes de la vida
Lo más emocionante de mi niñez fue jugar con mis muñecas, las cuidé tanto que aún están en sus respectivas cajas colgadas en la pared rosa de mi cuarto. Todos los fines de semana después de hacer las tareas las sacaba de las cajas para poder jugar con ellas, las bañaba las vestía, las peinaba y hasta nombre les ponía.
Cuando llegaba el sábado, me levantaba temprano y desayunaba huevitos revueltos o chocolate con arepa hechas por mi abuelita Clara la mamá de mi papá, luego sacaba los cuadernos del maletín y separaba en un lado los que no tenia tareas y en otro los que sí me habían dejado, en seguida me sentaba en la mesa de la sala y me dedicaba a realizar mis deberes como estudiante. No había empezado a escribir y ya quería terminar las tareas para poder jugar con mis muñecas, no había nada más importante en la mente de una niña de siete años que poder divertirse y entrar en su mundo de fantasía.
Llegó la hora del almuerzo y mis abuelas ya estaban en el comedor, parecían un relojito que marcaba la hora en punto, ya eran las 12:30 p.m y sus estómagos se retorcían seguidamente pidiendo un bocado de comida, claro que cuando uno está jugando ni bolas le para a eso, ni le da hambre. Mi papá era él que servía el almuerzo y mi mamá los llevaba al comedor. A mi papá le gustaba cocinar, es raro ver a un hombre metido en la cocina pero a él le gustaba hacer sus revolturas y cosas nuevas ya que años atrás había viajado a los Estados Unidos y había aprendido a hacer algunos platillos. Mi mamá por supuesto no se negaba, antes mejor para ella que podía descansar de su amiga inseparable: la cocina, los fines de semana.
Una hilera de balaustres delimitaba el corredor de la casa al jardín, tenían una forma bien particular, pues parecían un reloj de arena con sus dos orificios algo bastante llamativo para un niño de 14 meses quien apenas esta gateando. Junior se acercó a uno de los balaustres y metió su pequeña cabeza que daba exacta por uno de ellos, quizás quería explorar un nuevo mundo, un mundo totalmente desconocido para él y ensayó con esto. Quiso sacar su cabeza después de unos segundos pero fue imposible.
Todos estaban entretenidos en la comida y yo por suerte o por desgracia no lo se, pasé al corredor y vi al pequeño en apuros por supuesto lo ayudé de inmediato así que con una de mis manos le sujeté la cabeza y con la otra su estómago. Mi papá quien pasaba de la cocina al comedor notó esto y se me lanzó sin explicación alguna contra la pared gritando: ¿Qué estás haciendo? Con su cara roja y la expresión de un animal apunto de pelear por su presa. Yo solo tuve tiempo de mirarlo porque en seguida me golpeó en el cuello con su mano pesada, no me dejó decir ni responderle nada.
Mi abuela Marina había visto todo pero no prestó interés alguno puesto que no pensaba que Junior estaba atorado, entonces se levantó de la mesa y le dijo: A la niña no le pegue, ¿acaso no ve que ella solo estaba ayudando al otro muchachito?, no señor no le pone un dedo encima a la niña, lo dijo muy segura. Mi abuela estaba furiosa jamás la había visto así, pero gracias a ella mi papá no me pegó de nuevo por aquel accidente. Junior finalmente sacó la cabeza por su propia voluntad.
Edward desde pequeño tuvo dos vicios, uno que tardó bastante tiempo en dejarlo y otro casi que por obligado terminó dejándolo. Chupaba dedo y se orinaba en la cama. El primero fue una lucha constante con mis papás ellos hacían de todo para que éste lo dejara tanto así que una vez le untaron el dedo de ají pero él ni corto ni perezoso se lo metió a la boca dándoselas de muy valiente, su valentía no le duró ni cinco segundos porque de una recurrió a un vaso con agua. El intento fui inútil para ellos, así que decidieron hacer una cosa aún más fuerte. Le pusieron un yeso que cubría toda su mano desde la muñeca, mi hermano fue bastante travieso se fue para la piscina y sin meterse del todo solo dejando sumergir su mano pesado la dejó por dos horas inmóvil hasta que éste fue aflojando y así pudo finalmente sacárselo de su mano. Mis papás se dieron por vencidos y no volvieron a hacer nada para ello, Edward lo dejó por su propia voluntad a la edad de 14 años porque consiguió novia.
Todo niño pasó por esto, por orinarse en la cama y ganarse unos cuantos correazos. Todos las noches mojaba la cama, ya lo había cogido de costumbre odiaba la vasenilla. Y a sus tres años no había aprendido a orinar por sí solo. Los dos dormíamos en el mismo cuarto pero en camas separadas por suerte no amanecía húmeda y una noche de pronto escuché:
- Hermana, hermana despiértese con una voz casi audible
Abrí los ojos asustada pensé que le había ocurrido algo, ¿Qué le pasó? Le pregunté con afán. - me oriné en la cama, mi papá me va a pegar. Me dijo agitando su manito.
- quítese la pijama rápido antes de que nos vean, le respondí asustada.
Se quitó la pijama orinada le puse una nueva tapé las sabanas mojadas con una cobija y lo acosté a mi lado. Mi papá no se había dado cuenta. Esto siguió pasando muy a menudo hasta que una noche él escuchó los murmullos y se levantó, el cuarto de ellos con el nuestro solo lo separaba una puerta donde estaba el baño, este quedaba en medio de las dos habitaciones y tenia tres entradas, una por el cuarto de mis papás, la otra por el nuestro y la otra que era la principal. Sentimos cuando se abrió la puerta, una sombra nos tapó, era él y nos cogió con las manos en la masa. Yo estaba apenas en la complicidad de cambiarle el pijama pero mi papá sin palabra alguna nos pegó con la correa pues ya la llevaba en sus manos cuando escuchó el murmullo. Mi hermano empezó a ir al baño aunque algunas veces lo hacia de nuevo.
Cuando estaba cursando séptimo grado tenía 12 años y el profesor de Biología nos había dejado un trabajo en grupos sobre las células y sus respectivas partes, mi compañera de trabajo se llamaba Luisa Fernanda igual que yo y habíamos decidido hacer la tarea en su casa ya que yo vivía lejos, vivía en la Buitrera en el perímetro rural de Palmira y no tenía computador y mucho menos Internet en ese entonces. La jornada estudiantil terminaba a las 12:30 p.m así que a esa hora me fui con ella para realizar nuestros deberes académicos.
La mitocondria, los ribosomas, los lisosomas, la membrana y demás era nuestra investigación, el tiempo se nos pasó volando no nos dimos cuenta ya que el tema nos interesaba y nos había gustado mucho. De pronto se fue oscureciendo y ahí si caí en cuenta de que ya era tarde aún no terminábamos el trabajo pero ya eran más de las 7 p.m mis papás me iban a matar de eso estaba segura. Le dije a mi amiga que por favor me llevaran a coger el transporte para mi casa pues estos eran por turnos y hasta las 8:30 p.m trabajaban así que si no llegaba antes de esa hora probablemente tendría que pasar la noche en casa de ellos o de un familiar, por suerte llegué a tiempo todavía habían carros y pude viajar. El camino que de por cierto era largo duraba 25 minutos más o menos se me hizo eterno y no tuve tranquilidad alguna en el viaje, tenia miedo de que me regañaran o inclusive que me pegaran.
Dicho y hecho al llegar a la esquina de mi casa, me bajé del carro rápido y allí estaba esperándome mi mamá, tenía cara de angustia y empapada de todas las lagrimas que había derramado, yo no quería ni mirarla me daba miedo y pesar a la vez.
¿por qué nos hacés esto Luisa Fernanda? ¿Qué mal te hemos hecho para que seas así? Me decía con una voz impaciente y alta.
¿por qué no llamaste a decir que estabas bien? Uno pensando lo peor, pensando que le había pasado algo, mire la hora de llegar.
Mami estaba haciendo un trabajo, ni siquiera lo pude terminar además me daba pena pedir el teléfono prestado. fue lo único que le respondí con voz un poco asustada.
¿Cómo así que pena? ¿entonces no le importa que uno se muera aquí de los nervios sin saber nada de usted? ¿Acaso no ve el peligro que hay ahora en día culicagada? Y su papá está allá todo bravo, ah. Terminó con el ceño fruncido.
Cuando escuché esta frase sí me dio miedo de verdad, empecé a pensar que le debía decir para que no se enojara y entendiera que apenas había salido de la casa de mi amiga, pues él nunca escuchaba y se dejaba llevar por la rabia.
Mami por favor ayúdeme ¿si? Entre usted primero y dígale a mi papá lo que le acabé de decir por favor, le dice casi implorándole con los ojos aguados, las lágrimas ya se me empezaban a salir y aún no había pasado nada para que de verdad llorara.
No señora, entra usted y le explica a su papá, él también estaba preocupado de ver que usted no llegaba y quien no al ver la hora y ver que usted no llegaba, cualquiera piensa lo peor pero ustedes si no piensan en uno, en el sufrimiento… se fue refunfuñando todo el camino.
Cuando llegamos a la casa mi mamá entró ágilmente sin pronunciar palabra alguna, mi papá estaba viendo la televisión y cuando sintió su presencia le preguntó con la mirada fija esperando una respuesta, ¿Q´hubo llegó o no? Su tono de voz era bastante fuerte parecía que gritara en vez de que hablara, sin dejar que mi mamá respondiera me asomé y lo saludé pero éste se me vino encima, se paró como un resorte de la silla donde descansaba y veía la televisión, quedamos tan cerca que casi juntábamos los cuerpos.
¿a vos que es lo que te pasa, por qué llegás a esta hora? Me preguntó histérico, casi me comía del grito.
Estaba haciendo un trabajo en casa de una amiga y apenas terminamos, le contesté entre cortado y con la voz poco audible, mis piernas me temblaban me moría del susto.
¿y por qué no llamaste? Me dijo
Porque no había teléfono fue lo único que se me ocurrió decirle para evitar otro grito o una pela.
Mi papá siguió alegando pero yo me fui de inmediato a mi cuarto, me había salvado de una pela y aunque no me haya pegado bastaron sus gritos para no volverlo a hacer.
Cada año o cada dos, viajábamos todos a algún lugar de Colombia en especial a playas, recuerdo haber conocido el mar como a los tres años, el mar de San Andrés era hermoso por la diversidad de sus siete azules. Yo estaba en el furor de la natación, quería meterme lo más lejos que pudiera ya que no le temía al agua pero su recibimiento fue bastante brusco. Cuando decidía entre mojar o no mis pies una ola me tocó y me humedeció hasta los tobillos, sonreí quise experimentar más allá así que me fui alejando y sumergiendo. De pronto escuché un sonido nuevo para mi, era misterioso y no se de qué dirección venía, a donde mirara iba a encontrar lo mismo; agua y agua a la que no se le veía algún limite. Un poco de agua fue creciendo y creciendo acompañada de aquel extraño ruido, parecía un monstruo que apenas se despertaba. Grité fuertemente pero aquella ola me arrastró sin darme oportunidad alguna. Fue horrible la sensación, tragué mucha agua y por supuesto sabía muy feo era bastante salada, quería llorar pero vi que mi mamá se acercaba para abrazarme y para decirme que no temiera que ella estaba allí.
Después de toda una mañana en la playa llegamos al hotel, recuerdo que era en un primer piso y había una piscina grande con un resbalador, nuestro cuarto quedaba al frente del atractivo para nuestra suerte. Mis papás nos dejaron a los tres en el cuarto mientras ellos hacían la fila para recibir el almuerzo. Estaban como a veinte pasos de los nuestros.
Edward tenía 5 años y Junior unos 14 meses más o menos, y para entretenernos nos habían dado a cada uno una chocolatina, así que no molestábamos para nada pero de pronto sentí que Edward se me lanzó encima a morder un poco de mi chocolate quien obtuvo un pedazo de este, yo no me iba a quedar sin hacer nada y empezamos a jugar, a no dejarnos quitar el chocolate. Saltábamos de una cama a la otra, Junior no lo hacia porque estaba muy pequeño, entonces decidí tirármele encima para morderle un pedazo de su dulce, cuando de pronto reventó en llanto, un llanto inquietante que me puso a latir el corazón a mil por segundo de la desesperación, no sabia que hacer. Edward y yo teníamos cara de pánico porque él lloraba y lloraba sin respirar ya estaba morado, yo pensé que se iba a morir y empecé a soplarlo una tras otra y a moverlo como un muñeco de trapo pero él no respondía. Las lágrimas se me salieron, tenia miedo.
Edward Salió del cuarto y gritaba ¡mami! ¡mami! mientras yo trataba de que Junior respirara nuevamente y volviera a tener su color rosado y no ese morado que me asustaba. Mi mamá por supuesto salió corriendo sin preguntar pero mi papá también había escuchado y llegó al cuarto casi que tocándole los pies a mamá. Ella se dirigió de inmediato a la cama de Junior, soplándolo y moviéndolo como yo lo había hecho, llevaba mucho tiempo sin respirar.
Mi papá preguntaba a los gritos desde la puerta qué había pasado, tenia la cara roja y los ojos ya se le salían, entró al cuarto y nos agarró del cabello preguntando lo mismo pero nosotros no respondíamos nada, solo llorábamos. Al no obtener respuesta alguna chocaba nuestras cabezas sin cesar, nunca había hecho algo semejante estaba totalmente transformado. Edward como pudo logró zafarse de su pesada mano, yo no corrí con la misma suerte, tenia sus dos manos solas para mi y me sujetó más fuerte halando mi cabello hasta que me tiró en una cama. Yo no podía hablar del llanto y del miedo que sentía hasta que me oriné en la cama, aún no entiendo esta reacción. La recuerdo con vergüenza. Tirada en la cama era más fácil golpearme, alzó su mano descargando toda su fuerza sobre mi pómulo derecho, sentí que había roto el hueso con su pesado anillo de oro. Descansó, dejó de pegarme al escuchar por fin el tan anhelado gemido de Junior. Gracias a Dios no lo rompió, solo me dejó un lindo morado por el resto del paseo.
Junior había reaccionado casi que al instante en el que mi mamá lo auxilió, nadie sabia por qué había llorado, la única era yo.
Al otro día había amanecido con un morado que ocupaba casi la mitad de mi cara, me sentía mal quería regresar a mi casa, ya no quería jugar con las olas ya no quería nada. Pero esa mañana mi papá como si nada hubiera pasado me saludó normal, yo le contesté entre los dientes no quería que me hablara, quería llorar.
Lo más molesto del día, era que él quería tomarse fotos por todas partes, mi mamá tenía una cara de tristeza que le opacaba el alma, Edward estaba muy pequeño para entender bien las cosas, así que siguió divirtiéndose.
¿Me perdona mami?, dijo mi papá como si no se hubiera portado peor que un animal
Ya para qué, el mal está hecho, le respondí sin mirarlo a la cara. Tenía mucha rabia con él.
Junior se me acercó a que lo cargara, sentí rabia con él sentí que gracias a él me habían pegado, pero lo volví a mirar y lo vi haciendo pucheritos, me dio pesar y lo cargué sin pensarlo nuevamente. Yo amaba a Junior, desde que nació lo veía como un muñequito, yo lo bañaba lo vestía, le daba el tetero, lo hacia dormir en fin algunas veces con el permiso de mi mamá y otras sin este, mi hermanito era como mi bebé por eso lo mimaba tanto y lo complacía, así que lo cargué porque realmente la culpa había sido mía aunque sin intención, pues en medio de aquel juego cuando le iba a morder el chocolate le mordí un dedito, nadie supo de esto meses más tarde.
Mi papá se enojaba por todo, todo lo que él decía estaba bueno y nadie se atrevía a llevarle la contraria, mi casa parecía un batallón, él era el general donde pedía un favor y nosotros sus “soldados” debíamos obedecerlo de inmediato. No soportaba escuchar un “ya voy o espere un momento” porque se le salía el apellido, se ponía rojo de la rabia y gritaba aún más fuerte. No podíamos dejar comida, él nos hacia comer todo y si nos veía comer algo antes de la hora del almuerzo nos hacia comer hasta el ultimo grano de arroz, odiaba que nos llenáramos antes de tiempo. De lunes a viernes nos dedicábamos al estudio porque entre semana no nos dejaba asomar ni a la puerta. Mi papá era bastante estricto, a veces pienso que se quedó en la época Antigua y jamás vivió en la Moderna.
Yo venia de colegios de monjas y femeninos, así que era bastante tímida con los niños siempre los evitaba pero ellos siempre me molestaban. Cuando estaba en tercer grado empecé a hacer amistades con niños aunque no dejaban de intimidarme creo que me decían cosas de aposta solo para que yo me sonrojara. Uno de esos compañeros se llamaba José William, él me llamaba a la casa a molestarme, a decirme que yo le gustaba y no se qué, yo al otro lado del teléfono al escucharlas me ponía roja como un tomate y le decía que me dejara de molestar que era un bobo. A mi él no me gustaba, pues era bastante vago y muy cansón con las niñas. Me llamó como por dos semanas seguidas hasta que me empezó a gustar de verdad pero yo no le decía nada. Mi papá era celoso conmigo y cuando se dio cuenta de que me llamaban se enojó mucho y dijo: sí vuelven a llamar esos vagos degenerados les voy a decir hasta misa para que dejen la pendejada de una vez por todas. Yo me quedé callada y no pronuncié palabra alguna pero por dentro pensé, que pereza ya me la va a montar por esto, todo lo que hago es malo.
Cuando el teléfono sonaba yo rezaba para que no fuera José William pues me daba pena que mi papá cumpliera con lo que había dicho la otra vez. Cuando pronunciaban otro nombre que no era el mío descansaba enormemente pero cuando me llamaban, yo no sabía qué hacer ni qué decir pues él siempre estaba cerca del teléfono y cuando me demoraba empezaba a alegar para que yo colgara y cuando lo hacia me regañaba, a veces cuando sonaba el teléfono yo le decía a Edward que contestara y que no me pasara, mi hermano me hacia el favor pero un día mi papá alzó el teléfono y efectivamente era él, cumplió con lo dicho le insultó y le dijo que no volviera a llamar yo casi me muero de la vergüenza, pero ni si quiera con esto él dejó de llamar claro está que cuando mi papá contestaba él le tiraba el teléfono era de esperarse. Finalmente José y yo nunca tuvimos nada, solo fuimos amigos y nada más.
Estan muy interesantes las anecdotas de tu vida personal. Tengo varios hermanos, me identifico contigo en algunos momentos de tu historia. Gracias por compartir, conoceme en https://steemit.com/spanish/@sandrag89/mi-presentacion-con-votovzla
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Gracias @sandrag89, nos vemos :)
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