Mi corazón latía muy rápido, muchos latidos por minuto, como si de un maratón se tratase. Sudaba pero no de cansancio.
La presión que cargaba encima me hacía actuar con torpeza. Daba respuestas sin sentido alguno y, mientras caminaba tratando de dar pasos "seguros", tropezaba con lo que estaba en mi camino.
Las personas a mi alrededor me miraban extraño —seguramente preguntándose qué me pasaba—. Sinceramente no me importaban ellos, en ese momento pensaba únicamente en mi y cómo salir de ese apuro.
¡Maldito pollo frito! —dije para mis adentros—. Literalmente no lo odiaba pero aborrecía lo que me estaba causando.
El baño del KFC estaba cerrado porque no había agua y tuve que deambular por el centro comercial.
Caminé unos 10 o 15 minutos —qué se yo, mi mente solo quería un baño— hasta que di con uno. Tampoco había agua pero al menos había papel.
Me senté y expulsé todas las desgracias que tenía por dentro, me sentí aliviado y sorprendido por la cantidad de cosas que tenía por dentro.
—¡Comerás cabello de ángel pero cagas greña e' diablo!— dijo una de las personas que entró. Sentí mucha pena pero igual me reí.
Cuando salí me sentía un hombre nuevo, renovado, repuesto y con ganas de disfrutar el momento. Sólo me preocupaba la sorpresa que se iba la siguiente persona en utilizar el mismo baño.