Mucho tiempo atrás, mientras se escondía entre pastos, huyendo de quién sabe qué, la suave brisa de un atardecer de verano trajo voces de algunos lugareños que hablaban de un cortijo abandonado a su suerte.
María fue una okupa de su época. Entró aquella misma noche. Era eso o seguir durmiendo entre trigales. La oscuridad y las ratas cercaban la zona; sobra decir que el miedo fue su compañero de sueños, pero seguir huyendo no estaba dentro de sus planes.
Jornada tras jornada fue tanteando el lugar, comprobando que nadie lo custodiaba. Decidió que necesitaba un dueño, y el principio era el cuidado. Cada día al llegar el crepúsculo, se acercaba a remendar cimientos por poco no derrumbados, embelleciendo pasillos y paredes, restaurando pomos de puertas y apolillados muebles, arrancando malas hierbas, espantando ratas y demás bichos.
Fuente: Pixabay
Todo lo hacía con sus manos y algunas herramientas que inventó. Cuando asomaban los primeros rayos de sol, huía de nuevo a los trigales, por si alguien volvía a reclamarlo, observaba siempre a lo lejos. Una mañana estuvo todo limpio y organizado, y sintió que no debía escabullirse más. El Cortijo de Pozo Monte se convirtió de forma extraoficial en su propiedad por el trabajo de restauración realizado, pensó.
Pasaron los años y nunca quiso tener esposo por miedo a que le arrebatara lo que ilegalmente le pertenecía, sin embargo, decidió acoger a quien necesitara un techo, como le ocurrió a ella alguna vez. Así pasaron los años, casi medio siglo, sin que nadie cuestionara nunca el origen de la propiedad, dando por hecho que fue de los abuelos de María.
El aspecto final de El Cortijo Pozo Monte era más semejante a una iglesia que un recinto en el que se hubieran criado animales. No sólo por apariencia física. Allí acudían personas sin destino, con el alma en pena, necesitadas física o emocionalmente. Era un lugar altruista, donde buscar consuelo, y cuyo único tributo era la satisfacción de una sonrisa en un rostro ajeno y desamparado.
Llegó un día en que los hospedados eran demasiados, y necesitó sustento para mantener su gran obra. María decidió centrarse en los cuidados físicos, enseñar a andar al cojo, comer al manco, leer al ciego, sin dejar de lado el cariño gratuito y a cambio pidiendo la voluntad. Y, de esa manera, aquel lugar alguna vez olvidado se convirtió en lo que es hoy, el Centro de rehabilitación “Cortijo Pozo Monte”.
Congratulations @magia! You have completed some achievement on Steemit and have been rewarded with new badge(s) :
Award for the total payout received
Click on any badge to view your own Board of Honor on SteemitBoard.
For more information about SteemitBoard, click here
If you no longer want to receive notifications, reply to this comment with the word
STOP
Downvoting a post can decrease pending rewards and make it less visible. Common reasons:
Submit