El Cortijo de Pozo Monte. Capítulo 7: Pirata

María vio conveniente tener mayor vigilancia en el centro. Era un lugar en medio de la nada y en cualquier momento podría ser asaltado. Necesitaba un perro. Así que habló con una vecina cuya perra acababa de tener una camada de pastores alemanes, hacía trueque con ellos y los intercambiaba por bienes.
Javier esperaba ansioso a María, y cuando la vio llegar a lo lejos del camino corrió en su busca. Para su sorpresa volvía con las manos vacías.

-¿Qué pasó con el perrito?
-Javier, la vecina ha repartido todos los cachorros, salvo uno. Ella me dijo que me lo daba si quería, pero que había nacido tuerto, y no lo consideraba un buen cambio. Y tiene razón, no creo que defendiera bien la propiedad. No nos sería útil.
-Entonces, ¿no lo has traído porque es tuerto?
-Eso es.

Javier, que por aquel entonces tendría 8 o 9 años, bajó la mirada y quedó pensativo. Vaciló unos minutos y miró a su madre con tristeza.

-Mamá, si yo fuera tuerto, ¿no me querrías?

En ocasiones algunos animales de la zona solían perderse por el centro, y curiosamente, siempre iban a parar a la cama de Javier. Solían ser inofensivos ratones o algún gato perdido. Una vez fue una culebrilla, que el niño cazó y encerró en un frasco de cristal hasta que María la liberó involuntariamente mientras hacía limpieza, con un lanzamiento reflejo fruto del sobresalto. Pero en aquella ocasión era algo diferente. No se movía rápido como un ratón, ni sigiloso como un gato. Tampoco se arrastraba como la culebrilla.
Javier abrió sus legañosos ojos y un pequeño cachorro de pastor alemán comenzó a lamer su nariz. Entre risas y celebraciones pasaron la mañana, metidos en la cama. El nuevo miembro, de un solo ojo, no paraba de orinar y menear la cola.
Javier improvisó un parche para tapar el ojo del perro, pero se lo quitó con la pata y lo dejó roído.

-Se llamará Pirata. Porque está tuerto. Un pirata sin parche.

Hoy Pirata está un poco viejo y cansado, pero sigue siendo el guardián del centro.

Fuente: Pixabay.