Un amor que no se puede ocultar

Le miro y sé que tengo un hogar. Cuando está junto a mí y sé que estoy protegido. Nunca pensé sentirme de ésta manera pero, ha sido así desde el momento en que le conocí, ha sido la pieza fundamental de mi vida.

No es que quiera llenar su vida de amor, simplemente se llena sin nosotros buscarlo. Sin embargo consideraba que no somos el uno para el otro, que no podemos sentir éste querer.

Mi nombre es Reinaldo, tengo treinta y cuatro años de edad. Nací en un hogar donde el matrimonio de mis padres estaba lleno de dicha y felicidad. Crecí en un lugar donde todo era dicha, acudíamos a la iglesia cada domingo, mis hermanos y yo luego de salir de la iglesia comprábamos paletas heladas mientras mis queridos padres caminaban de la mano detrás de nosotros. Fue una etapa hermosa, y siempre anhele tener eso para mí mismo.

Realmente durante todos estos años no sé qué sucedió conmigo, simplemente no encontraba el amor.

Sí, había tenido parejas, muchas novias, pero ninguna con quien pudiese tener una estabilidad y un hogar. Pero mi sueño siempre se mantuvo intacto. Veía mi familia perfecta, tal cual fue la de mis padres pero no llegaba alguien para ocupar el lugar a mi lado.

Hasta que le conocí. En un principio la sensación fue sumamente extraña, diferente, nunca me había pasado y menos con alguien así.

Desde el primer momento sentí que todo fue mutuo. No necesitamos hablar mucho, solo sucede la acción apenas nos vemos. Nuestras miradas nos delatan y nuestros pulsos se aceleran cada que estamos juntos. ¡La sensación es maravillosa!

Pero no puede ser, nada de esto puede ser.

Cuando entendí todo esto me deprimí, lloré durante muchos días, busqué apoyo en mis amigos más íntimos. Muchos decían que no comprendían el problema, que si nos amábamos podíamos contra todo. No era tan simple, no lo es.

Nunca ha sido simple.

Hace un mes hice una locura, busque a mi amor y en un impulso desenfrenado lo lleve a mi antiguo hogar, con mis padres. Al inicio estuvieron compartiendo con nosotros de forma normal, se rieron con nosotros y nos hicieron sentir en confianza. Cuando finalizamos la cena, les comenté la verdad que había en mi corazón, estaba enamorado de la persona que estaba conmigo.

Sin decir nada, al respecto, sin exaltarse ni emocionarse, mi padre simplemente nos pidió que nos marcháramos y no pisáramos nunca más su hogar.

Desde entonces no he vuelto a ese lugar. Pero desde ese momento no le he vuelto a ver.

Todo el acontecimiento le disgustó, sintió humillación y no quería sentir nunca más esa sensación. Respeté su punto de vista, respeté sus sentimientos, pero nuevamente me sentí roto. Me sentí herido.

Lloré durante muchos días, pero hoy después de todo lo que ha sucedido no temo decir que tuve durante todo este tiempo a alguien a mi lado que me entendía, que comprendía mis miedos, mis angustias y lo más preciado mis sentimientos. Alguien que quería una familia como la que yo soñaba y que haría todo para conseguirla solo para que fuésemos felices. Y no temo decir que ese alguien es un hombre que se llama Pedro y con quien quiero vivir.

Quizás he demorado para aceptar lo que siento. Quizás sea tarde para que Pedro me perdone por todo el tiempo que quise ocultarlo, pero no es tarde para que alguien más conozca mi historia y no pierda a quien ama por no ser juzgado. En mi caso nunca temí ser juzgado por mis amigos, o por mis compañeros laborales. Mi miedo era a ser juzgado por mi familia, mi propia familia me limitó durante mucho tiempo.

Cuando por fin tuve el valor solo me desmoralizaron y me hicieron sentir menos.

Cuando fui yo mismo me juzgaron, señalaron y pidieron no volverme a ver.

Así que el mayor temor para un hombre siempre será la opinión de la familia, así que no nos limitemos, no dejemos de lado nuestros sentimientos. No dejemos nunca de ser nosotros mismos y no dejemos de amar y seguir nuestros sueños.

Vivamos orgullosos de nuestro sentir, tengamos amor propio siempre.