-Sí, sí, si claro- le digo varias veces. Ya vamos en camino. Mi hijo tiene cinco años, siempre me gusta que su doctora le haga chequeos, así que como madre mi prioridad es que él crezca sanito y saludable. Como siempre a pesar que está pequeño, trato de inculcarle y sembrarle buenos modales y valores. Esas palabritas que a veces a los adultos se nos borra del CPU (Cerebro) ¡GRACIAS- POR FAVOR! ellos son unas esponjitas y nosotros debemos tratar de que ellos absorban las cosas buenas.
Llegamos a la clínica y pude notar que ese día no era solamente Oscar, así se llama mi hijo el que comería chupetas, luego que lo evaluaran. La doctora, Andry aparte de ser toda una profesional en su área de trabajo los endulza con alguna golosina.
Tomé asiento y le digo a Oscar que hay que portarse bien porque la sala de espera está abarrotada de niños que también van a ser vistos por su pediatra. Me responde con un: está bien, mamá.
Hago un recorrido visual y me doy cuenta de que tenemos siete pacienticos por delante. Las madres que acompañaban a sus bebés compartían anécdotas, otras informaciones de dónde había un medicamento más económico, o las complicadas vacunas que nos sacan canas y arrugas en Venezuela, ya que son difíciles y un poco costosas.
La clínica tiene filtro con agua para los pacientes, un televisor para que puedan distraerse, mientras entran y salen los niños de sus chequeos médicos. Hay como tres niños aproximadamente de 1 año, los demás tienen cinco, seis, ocho años.
La secretaria está concentrada en su puesto de trabajo, realizando facturas, llamando a los pacientes, y entregando informes. Hay dos mamás que están como loros cotorreando y sus hijos volviendo loca a la pobre secretaria (Literalmente Volviéndola LOCA) ninguna de las dos madres les llama la atención a los niños.
Oscar, me observa y me dice al oído: “Mamá pobre señora, esos niños son muy muy traviesos”. Le hago saber que ese comportamiento no es el adecuado en sitios públicos. Yo no quiero tener de hijo una estatua que no sea mueva, no. no. sino que veo con preocupación cómo esas madres no los tranquilizaron, estaban perturbando a la pobre secretaria, una señora de unos cincuenta años.
No habían pasado ni diez minutos cuando los dos niños iba al filtro de agua y comenzaban a llenar los vasos y luego botar el líquido en las plantas o en la papelera. Oscar impresionado por la conducta de los niños. La secretaria les dice: “no, no hagan eso, vayan a sentarse” mientras las madres seguían en su conversación sin prestarles atención a los niños en ningún momento.
La secretaria y yo hicimos contacto visual y agrandamos los ojos, porque las señoras parlanchinas seguían en su tema, más no veían que sus “ANGELITOS” están destrozando aquél consultorio.
Los dos niños se le acercaron a mi hijo. Oscar les preguntó: “¿niños cuantos años tienen” uno le dijo 6, y el otro dijo 7, y tú?- 5 dijo Oscar.
Veo venir a la secretaria al filtro para llenar un vasito con agua, saca unas pastillas de su cartera: DOL PLUS y se la toma.-Pobre, pensé.
Los niños seguían, pero está vez era peor. Brincando en las sillas que estaban ya vacías. Y por supuesto sus mamis en el mundo de NARNIA, porque ninguna de las dos hacía nada ni les decían nada. Me quedé observando a una de ellas esperando a que hiciera contacto con la mirada, y por fin entendió sin yo decir una palabra.
¡Miguelito, hijo, bájate de allí!- con tono de voz armonioso y angelical.
Me miró y dijo: ¿señora, disculpe, qué edad tiene su hijo? Cinco años, le dije. Es muy tranquilo, y educado. Le dije sí, él sabe cómo tiene que comportase en sitios públicos para que no me haga pasar pena ni incomodar a los demás con su comportamiento.
Se abrió la puerta del consultorio y dijeron: Oscarcito es tu turno, adelante.
Excellent work @maryelis
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