Los esclavos de mi tierra

Corría el año de 1935 cuando se escucharon los caballos cabalgar cada vez más cerca, “¡son ellos, son ellos, gritaron los esclavos, vienen por nosotros!” Tomasa levantó las manos al cielo implorando piedad, sabía que su familia se desintegraría. “¡Señor de los cielos por qué nos hiciste negros, por qué!”. Ya era tarde para escapar, los hombres estaban allí con palos y machetes dispuestos a matar. Tomasa le dio en brazos a Benael, su nieta de tan solo cinco años para que no se fuese a despertar.

La luna fue testigo aquella noche del maltrato que recibieron, golpes, cachetadas, empujones y escupidas por partes de los que creían tener el poder de otras vidas. Tomasa fue entregada a un malvado hombre junto a su nieta Nidia, para que le fuese enseñando el trabajo de limpiar, mientras que sus hijos y su esposo fueron llevados a otro lado.

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Antes de partir a rumbos desconocidos Tomasa pidió al Dios del cielo que cuidara de su familia, a pesar de su poca educación desde pequeños les enseñó a leer y así pudieron conocer la palabra y la sagrada escritura:La Biblia. Les dijo: ”El es el rey de los mares y los cielo, confíen”.

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Al día siguiente fue vendida por unas cuantas monedas a un dueño de una plantación y factoría de tabaco, allí pasaba su vida entera con Nidia, desde muy muy temprano ella salía antes de que el gallo cantara para comenzar su jornada, aquél hombre que la compró la maltrataba y no le daba tiempo para descansar, pues luego debía ir a LA CASA GRANDE donde vivía su amo y tenía que cocinar y lavar.

No tenían acceso a ropa, ni calzado sólo lo que le regalaba su amo cuando se acordaba. Mucho menos tenían acceso a medicinas, ni médicos, se curaban con plantas medicinales. Tomasa estaba observando que su nieta Nidia estaba enfermando, sus ojos tristes y una fiebre interminable todas las noches sin saber por qué.

“¡Todas las noche oraba al Dios de los cielos y la tierra por Nidia para que fuese sanada y no pasara por el sufrimiento que se avecinaba. La pequeña, empezó a vomitar y Tomasa lloraba: Mi niña, mi niña, qué tiene mi niña!”

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Su amo estaba abusando de Nidia, en las noches cuando Tomasa dormía, con cuidado entraba al cuarto y despertaba a la pequeña para abusar de ella. Toda una aberración lo que callaba.

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Cada día empeoraba y ningún remedio hecho con amor por su abuela la sanaba. Tomasa pedía a Dios que la curara. La niña empezó a palidecer, sus ojos se llenaban de lagrimas y su mirada de miedo. Tomasa y ella se tomaron de las manos mientras le rezaba, la niña se quedó dormida para siempre.

Señor, tú que todo lo ves desde tu trono, recíbela en el cielo, píntame a mi niña como un angelito negro. Para que me cuide y me vea desde los cielos. Lloraba Tomasa e imploraba a Dios.

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CONTINUARÁ ...