Has oído hablar mucho de ellos. Seguro que eres uno de esos chicos jóvenes, optimistas, convencido sin dudas de que el mundo es suyo; crees que la vida te pondrá en bandeja cuantas oportunidades quieras, sin saber que tirará todas sus copas sobre tu traje de gala.
Si eres así, este es tu texto: aunque la vida te diga lo contrario, vengo a desvelarte lo infeliz de tu futuro.
-¿Pero por qué? Voy al gimnasio, subo montañas, estudio carreras... ¿Cómo puedes profetizar esa desgracia?-
Reconozco, que me encanta enterrar las esperanzas de la gente, echarles un poquito de cal viva y contemplar su disolución en la nada: esparcir amargura como si humo a la atmósfera fuese. Soy consciente de mi carácter amargo, de mi espinoso y envenenado verbo; pero lo peor de todo, y para tu soberana desgracia, es que la razón está siempre de mi lado.
En fin, desarrollaré el tema.
¿Qué son los retos? Callejones sin salida. Puertas que el empeño lucha por abrir con cuerpo y alma. En ocasiones, la cerradura cede fácil; otras, opone fiera resistencia. Pero si pulsamos las ganzúas adecuadas, nuestro tesón permitirá accesos al más dorado palacio.
Has resuelto el misterio. Has abierto la puerta. Durante un tiempo, te sentirás todo un machote; alzarás tu voz orgulloso del éxito; aburrirás a otros con consejos para imitarte. Sin embargo, y sin que te des cuenta, esta próximo el día en que todo morirá.
Incluido tú.
No hay nada más aburrido que triunfar. Nada más tedioso que contabilizar la cosecha de los logros. El tiempo es amigo del olvido, y su mano negra y callosa, desahuciará de tu cabeza todo orgullo y pensamiento alegre.
¡Abandona esa sonrisa! Proscribe esa mueca autosatisfecha.
Tras la llegada del vacío, tú primavera saltará de golpe al otoño, y verás subir a tu cerebro la insípida levadura de la crisis existencial. Necesitas otro reto: otro camino inhóspito y desagradecido. Una carretera donde espantar lobos con tu desgastado bastón.
Busca la evasión o encontrarás la muerte.