-Maestro, ¿Ha vuelto usted a ser el de siempre?
-Sí: es cierto que sufrí una leve recaída en lo material, seducido por el donaire de los gimnasios y las infinitas posibilidades de moldear mi cuerpo; pero eso es ya agua pasada. La bruma que sopló mi mente se ha ido, y hoy estoy de nuevo en la salud.
Vuelvo a ser quién era: ese cínico espiritual a quién nadie ama; ese símbolo del odio hacia uno mismo.
-¡Cuanto me alegra oírle decir esas palabras! Quería comentarle una cosa.
-¿Y qué es joven aprendiz? Mi amargura y desengaño están siempre para servirte.
-Deseo hablarle sobre los vecinos. Esos seres con quiénes uno ha de convivir por casualidad ¿Existe alguien que los quiera?
¿Algún ser humano que siquiera los respete? Mi opinión es que no. Por ello, quiero leerle estas humildes páginas, para mostrarle los sentimientos que he ido fabricando a lo largo de mis años de convivencia forzosa.
-Debe ser horrible eso de tener vecinos…la vida en comunidad, la fingida armonía, etc. Al fin y al cabo, por algo los ricos se van a vivir al campo, un lugar donde nadie puede perturbarlos. Adelante. Léeme tu historia.
-Allá va.
VECINOS
Mira hacia arriba. Ahora hacia abajo. A los lados. ¿Por qué? Por nada en especial. Simples referencias espaciales. Bueno si: hay una razón. Las direcciones en que has mirado son aquellas en que mora el infierno, pues como dijo Sartre: “El infierno son los demás”.
-Pero estoy solo en casa. No tengo nadie a mi alrededor-te dirás en voz baja a ti mismo, al tiempo que te compadeces-.Y además, eso que llaman infierno está solo debajo de nosotros. O mejor dicho, no existe.
Crees conocer la verdad, así como crees razonar bien. Pero te equivocas, pues el infierno está exclusivamente sobre la tierra y localizado concretamente en tu edificio.
Analicemos pues, los personajes que pueblan los nueve círculos de la escalera, aquellos compañeros con quiénes compartes tu vida y a quiénes no has elegido.
A continuación, una descripción arquetípica de tus amados vecinillos.
EL BORDE
Te lo encuentras a menudo, ya sea en el ascensor o en el portal. La mirada siempre perdida, sus pensamientos no tanto. Pero no te preocupes: nuestro hombre está lo suficientemente cuerdo como para no saludarte. No lo hace por olvido, sino por convicción. Llevarse mal con sus vecinos le ayuda a realizarse como individuo. Ya lo decía Maslow:
“Amarga a tu prójimo y eso te traerá felicidad”.
Quizá el tipo borde no ande muy familiarizado con la obra de Maslow y quizá este último tampoco haya dicho nunca eso, pero es una idea que el antipático colindante aplica al dedillo. Tú mientras tanto, sigues tratando de adaptarte a su juego. Y el primer paso para ello es retirarle el saludo.
¿De dónde procede su odio? Buena pregunta. La respuesta a este interrogante es la misma que a la pregunta sobre la procedencia de las guerras; de la estupidez. Pasan los días y los meses; poco a poco, también los años. Lo que era una leve antipatía ha ido engordado, siendo ahora una voraz y enorme serpiente de odio.
¿Qué más detalles definen a nuestra borde amistad? Veamos.
No son gestos perdonables, como podría ser el apestar la escalera con barón Dundee. No: son características sutiles, insertadas con mimo en lo profundo de su psique. Como ejemplo de dichas capacidades, cabe destacar el talento del borde susodicho en captar ultrasonidos, el cual ya quisieran para sí muchos murciélagos. Si a medianoche levitas de puntillas, prudente sobre el suelo de tu casa, nuestro hombre percibirá tus delicadas ondas sonoras.
Es entonces cuando pasa a la acción. Rápido y embatado, corre directo hacia tu casa para gritarte el sermón. Mientras habla, luce algo llamativo en su voz, quizás el hecho de que se ha dignado a hablarte:
-Quieren hacer el favor de no pisar tan fuerte. ¡Qué mañana madrugo!-
Tu mientras, y sin hacer siquiera uso del LSD, flipas en colores.
-Todos los días el mismo ruido. ¡Ya son ganas de molestar!
-Perdón. Procuraré no hacer ruido.
-Eso espero. Gracias.
Y se va. Dentro de su mente, ha ganado otra batalla. Te ha gritado y no ha recibido ningún puñetazo como obsequio justificado. Está saboreando la victoria, ya que su prejubilado cuerpo aún precisa fuertes emociones para sentirse un machote. En verdad, no oye ruidos-y de hacerlo, sería tema entre su psiquíatra y el-, pero la idea de confrontar con sus congéneres le quita varios años de encima.
EN LAS JUNTAS…
Somos seres humanos, y por ende, ruines y egoístas. Las comunidades de vecinos exigen renunciar a parte de nuestros intereses personales en defensa de lo común, por lo que la sombra del motín está siempre acechante. No ayuda tampoco, el hecho de que las reuniones sirvan solo para repartir malas noticias. Llamar guarro a un vecino y exigirle que limpie la escalera no mola; recordarle que lleva meses sin pagar tampoco; pedirle 1200 euros para reparar el edificio, menos todavía. Por ello y por otras cosas, el buen rollo no es precisamente la materia prima más abundante.
No obstante, y como excepción que prueba la regla, los humanos nos volvemos en ocasiones civilizados, haciendo triunfar al consenso sobre la gresca. Pasamos muy fácilmente de la guerra a la armonía, y es aquí donde entra nuevamente en escena nuestro protagonista vecinal.
A ojos del vecino borde, el consenso es un horror que debe evitarse. Si algo satisficiere a todos el, ha de vestirse de odioso antagonista y hacer el papel de miserable. A continuación, un ejemplo: véase una propuesta vecinal que a todos agrada:
Habla una vecina acerca de instalar una rampa para su inválida madre:
-Bien. Quería poner una rampa portátil para la silla de ruedas de mi madre. El coste lo pagaría entero nuestro piso, pero necesitamos el permiso de la comunidad para tramitar la obra.-
Y las respuestas de los vecinos:
-Si.
-Vale.
-No veo ningún problema.
-Perfecto pues. ¿Pasamos a otra cosa que me quiero ir?-Según parece, entre la vecindad impera la paz y el conformismo de los presentes. ¿De todos? No, amigo. Nuestro vecino protagonista ha de hacer aún su estelar aparición. Calza sobre sí su capa y dice:
-Bueno, no tan deprisa-dice el borde espécimen -.
-¿Por qué? He dicho que lo pagaba yo y nadie ha puesto problema.
-Ya bueno…-discurre, mientras piensa una pega que poner-.Ahora mismo lo aprobamos sí…pero luego quizás haya disconformidad general y tengamos que quitarlo, así que…
Se suceden las reacciones:
-¿Cómo?
-¿Has vuelto a beber?
-Yo me quiero ir ya, joder-este último, ansioso en marcharse, sueles ser tú- .
Los demás miembros de la comunidad, miráis entonces con odio notorio al susodicho, buscando la manera de retirarle el voto en la próxima junta. El mientras tanto, ve como su causa no prospera así que decide ceder… a su manera:
-Bueno, yo al final voto a favor: podéis hacer lo que queráis. Pero no digáis luego que no os lo advertí.
Quedando claro como siempre que él es quién ha ganado-y haciéndolo constar en las mismas actas-, los vecinos decidís pasar a otro punto diferente del orden del día. Como buen cínico, esperas con angustia el correr de los minutos para largarte de esa angosta cueva: mientras tanto, nuestro héroe sin capa busca otro punto picante donde clavar sus garras.
EL MOROSO
El dinero mueve el mundo. Todos lo deseamos y pocos lo consiguen. ¿Y qué hacer cuando la riqueza se aleja de ti? Perseguirla como sea ¿Y qué quiere decir eso de cómo sea? Pues de las maneras más cutres y soeces, siendo el impago de la comunidad la campeona entre las mismas.
Piénsalo: mantienes dinero en tus bolsillos mientras enfadas a tus vecinos. ¡El manjar perfecto! La reflexión previa a convertirte en un moroso de escalera será la siguiente:
“Hmmm…tengo que recortar gastos de algún sitio ¿De qué puedo prescindir? Bien: que sea de una buena relación con los vecinos”.
El razonamiento es impecable, y no ves los minutos para lanzarte a la piscina. Pero, ¿Qué hacer cuando no eres tú el moroso? ¿Y si otro vecino se adelanta a tu brillante idea? En ese caso, mi misántropo amigo, deberás tirar de envidia ibérica y lanzarte a su yugular cual hiena histérica. Lo que haría cualquier español de bien: sin embargo, tus patéticos envites, no modificarán su plan de eludir los crueles pagos, para lo cual nuestro hombre tirará de cuantioso ingenio.
¿Y cuáles serán sus originales pretextos para no pagar? Espera y verás.
EXCUSAS CREATIVAS
Un clásico de la autojustificación es el siguiente: lo que hoy es negro mañana será blanco. ¿Y qué significa exactamente este racista símil? El mediocre diálogo que sigue te lo mostrará:
VECINO NO MOROSO -Y bien, ¿Cómo y cuándo tiene pensado pagar? Son ya tres meses los que debe.
MOROSO-Bien, estoy solucionando unos problemillas y papeleos. El dinero tener, lo tengo…pero ahora mismo no puedo movilizarlo hacia el pago. Comisiones, gastos de cancelación…ya sabe. Dentro de dos meses,…pagaré sin problema; pero ahora mismo me resulta imposible. Pero no os preocupéis vecinos, que añadiré un pequeño interés por las molestias.-
Todo un alarde de inteligencia del moroso, un astuto salto mortal. Ante este argumento, los inquietos vecinos guardan silencio. Y ya se sabe que quién calla otorga. Cobardes para decir nada, fingen creerse las promesas del falso amo de las finanzas, quién pagará las deudas de ayer con los ingresos de mañana. Tú, en tu envidioso e infinito odio, desearías ser un prestidigitador tan sublime como él.
La situación anterior ha hecho descubrir al moroso una realidad sobre vosotros como vecinos: sois unos idiotas profundos. Sin embargo, cuando quiénes os percatáis de ello sois vosotros, el problema se torna grave. Muy grave: las buenas formas ya no sirven y se barajan métodos más radicales. ¿Cuáles? Estate atento.
A continuación, manual de hostilidades varias contra vecinos cabroncetes.