El mundo es un lugar cruel. Eso dicen muchos, y no les falta razón. Quedarse en eso sería dar en la diana, pero hay que ir pelín más allá. Hay que arriesgarse a fallar. Y por ello, desde la más reconfortante de las ignorancias, escribo estas líneas sobre la materia y el espíritu.
En lo que sigue ,los ojos de estudiantes de filosofía sangrarán en abundancia.
La materia, está presente en el mundo exterior. Es real, puede palparse, sentirse y existe en el marco de la objetividad. Su superficie es áspera, rugosa y desagradable, por lo que algunos filósofos, gustosos de fantasía, dieron un salto conceptual y decidieron alabar al espíritu.
Eso sí que era vida.
Cuando uno alaba el espíritu, la vida es bella. El mundo se llena de color, y puede adquirir la tonalidad que te salga de los cojones.La perfección al alcance de la mano; solo unas palabritas sobre la conciencia, la inmanencia y perfección del espirítu, y ya estamos preparados para tirar millas.
Y mientras tanto, los materialistas, con las manos en la cabeza.
Al materialismo no le gusta la cursilería: los poetas no encajan entre los hombres de ciencia, y los amigos de la verdad gustan mandar a los cursis a freír malvas. La materia es fea, dura, similar a la posición del hombre en el mundo y la aspereza de los días. Su discurso, solamente puede comprarse desde explicaciones muy bien articuladas, pues las cosmovisiones son una mercancía y, si el producto es feo, debe tener una sustancia que supla su carencia.
El clásico 3 x 2 en filosofía.
Si uno observa lo real, lo interpreta, y busca un método lógico para dar pasos en su seno, corre riesgo más que severo de desesperación. La vida como valle de lágrimas. Un tiranosaurio dispuesto a masticar nuestros huesos. Poca esparanza.Cero ilusión. Demasiada realidad.
En suma, la realidad se ha vuelto enemiga pública. Más odiada que el mismísimo satán, con intelectuales de pacotilla buscando mil maneras de burlarla. Así, las construcciones sociales sustituyen a la ciencia y la biología, en un mundo donde las pulsiones psíquicas se manejan a nuestro antojo y capricho.
Los mundos de fantasía son para niños.
La filosofía-ficción arrasa en cines. No solo allí, sino que la ficción se trasplanta a la realidad y es configurada como verdad objetiva. El concepto de subjetividad, relativo donde los haya, y el capricho interpretativo, se vuelven norma indisoluble a obedecer por todos. Nadie se escapa de la mentira. Todos atados y esclavizados, sometidos a los malabares mentales de filósofos trileros.
Una sociedad anclada en la mentira tiene morir como destino.
Una civilización, por poderosa que sea, no puede vivir de espaldas a la realidad. Puede aguantar un año, quizá consiga más felicidad…pero las décadas y los siglos terminarán por enterrarla. De siempre, los pobres vivieron más cerca de la tierra, más cercanos a lo real que a las pajas mentales de los pensadores. Hoy ocurre lo mismo, pues las filosofías nauseabundas abundan donde reinan los banquetes, festivales opíparos rodeados de opulencia.
Un piélago de ignorancia cubrirá nuestra tumba.