Para la mayoría, la harina de maíz es el alimento por excelencia en cualquier hogar venezolano.
La versatilidad de los platillos que se pueden realizar solventan los desayunos, almuerzos y cenas de cualquier ciudadano nacido en este país.
¿A quién no le gusta comerse una arepa recién bajada del budare? ¿O deleitarse con una empanadita?
Pues bien, para nadie es un secreto que este producto y muchos similares estuvieron escasos por años, las personas hacían largas colas fuera de los abastos para lograr acceder a una cierta cantidad de empaques.
Toda una calamidad para las familias menos favorecidas económicamente en el país, sin embargo vi (porque también me toco hacer colas) que muchas personas de cualquier clase social aguantaban su cola para poder comprar.
Desde hace un tiempo, este producto tan anhelado se encuentra en cualquier abasto sin tener que realizar cola alguna, pero su precio está anclado al dólar (o eso dicen los comerciantes) por lo que cada vez que hay un aumento del precio de dicha moneda el costo del producto sube rápidamente.
Una situación que es poco manejable pues los sueldos de los ciudadanos comunes y corrientes no corren con la suerte de aumentar cada cierto tiempo para poder costearse los gastos diarios en productos de necesidad.
Un golpe duro a las familias de este país que dependen de sueldos mínimos.
La verdad es que en la situación económica en la que vivimos todos somos afectados en cuanto escasez se refiere, por ello, en plan de humor quise “disfrazarme” de negrita, para ver si soy igual de cotizada y solicitada como el empaque de harina.
Por supuesto que no quede igual, pero se vale el intento.
¡Gracias por leerme
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