Tiene que secarse bien las mejillas. Se ha corrido prácticamente todo el rímel de sus pestañas y su rostro esta hecho un asco. El espejo no miente. Faltan pocos minutos para entrar a la próxima clase. Tiene que limpiarse bien, nadie va a enterarse que estuvo llorando; y mucho menos por un idiota que le ha roto el corazón.
Enjuaga su rostro con abundante agua. El robusto calibre del chorro que ofrece el lavabo rebosa las palmas de sus manos dispuestas como cuenco. Una y otra vez enjuaga su rostro. El agua tibia lava su llanto. Solo las cañerías conocen el dolor que drena Claudia en el baño, al final del pasillo en el cuarto piso de la universidad.
Derecho penal de 3:00 a 5:00 de la tarde los jueves con el pesado doctor Martínez. Falta poco menos de 10 minutos para que comience la clase magistral. Pero ella aún no está lista para salir de allí. No puede salir con las órbitas abotagadas y los ojos desencajados.
Base, polvo y rubor en las mejillas esconderán su infierno. Había cosas más importantes en las que pensar ahora. Papá y mamá están en proceso de divorcio y su hermanito no está asimilando bien todo el proceso. No podía detenerse por eso que le ocurría. Debía ser fuerte, ahora más que nunca.
Son las 3:20 de la tarde. Corriendo bajó las escaleras al segundo piso, directo al aula 2-c. Todos los puestos están ocupados, pero Julio le ha apartado uno justo en la columna del centro. Julio aún no lo ha notado, pero si sospecha que algo ha ocurrido porque Claudia siempre asiste puntual a clases, y aún más con el doctor Martínez.
La clase había comenzado. No sabía cuál era el tema del día, pero el doctor disertaba sobre los distintos tipos de verdad que existen en el derecho. Alcanzó a oír sobre la verdad aparente y la verdad verdadera. Escucharlo de buenas a primeras resultó ser algo tonto porque según ella la verdad era una sola, la verdad universal que rige la realidad en la que se desarrollan los humanos y las acciones de estos. El hombre en sus reflexiones a través del tiempo se detuvo a clasificar las verdades, porque cada quien tiene su verdad.
― ¿Cómo es posible que puedan coexistir distintas verdades doctor? ¿Cómo podemos convenir si nuestras verdades son diferentes? ―Claudia necesitaba resolver su inquietud. ― Llegaste tarde Claudia, por eso no entiendes y no sigues la secuencia de la clase. Verás, las realidades entre los hombres no son las mismas y esto deriva en que sus verdades sean diferentes.― ¿Cuáles son las verdades que ampara el derecho doctor? ―La joven inquirió vehemente.
― Debería amparar la verdad verdadera. Solo lo comprobable es lo que nos permite discriminar y llevar a cabo las conductas consecuentes; sin embargo, en el ejercicio de la profesión entenderás que la verdad suele ser maleable, y la capacidad de hacerla maleable dependerá de los ceros en las cuentas bancarias de tu cliente y sus influencias ¿me permites continuar la clase?
Claudia asintió respetuosamente. Pero algo en su cabeza no terminaba de dilucidarse. Cada pregunta que emergía de su razonamiento le remitía a otras preguntas. Es imposible tener alguna conclusión si se responden preguntas con preguntas. No quedó satisfecha con las respuestas. Ahora resulta que los hombres viven en distintas realidades. Eso sonaba como a películas de ficción.
Al término de la clase se dispuso a salir del aula, pero un enérgico tirón sobre su bolso la hizo retroceder.
― ¿Qué te pasa Claudia? ¿todo anda bien?
Julio percibió que algo no estaba en orden y no perdió tiempo en abordarla. Claudia evadió su mirada porque éste sabe descubrirle cuando no está bien. Es lo mínimo que un mejor amigo debe saber al cabo de cinco años de amistad.
― No pasa nada ¿a qué te refieres?
― Te has puesto maquillaje en exceso. Sé que algo no está bien. No me escondas las cosas Claudia. Ya hemos tenido esta conversación.
― ja,ja,ja ahora resulta que uno no puede pasarse un poquito con el maquillaje porque el detective descubre que algo no va bien ―Ella no tuvo ánimos de ofrecer detalles de su estado emocional. No por falta de confianza sino porque si lo hacía terminaría hecha un mar de lágrimas y ese no era el lugar indicado; para eso estaba el solitario baño en el quinto piso.
― No insistiré más, pero quiero que tengas claro que somos amigos y cuentas conmigo ¿está bien?
― Si Julio está bien. Todo está bien.
― ¿Qué harás ahora? ¿quieres ir por un helado?
El muchacho estaba decidido a animarla.
― Pues, no suena nada mal ¿tu invitas? Ja,ja,ja
― Obviamente. No preguntes tonterías bizcocho. Vamos.
Compartir con Julio en el centro comercial aplacó sus pensamientos esa tarde, y el helado levantó su ánimo. Al despedirse de él se sintió aliviada. La amistad vale oro para ella.
De regreso a casa envía el mensaje de WhatsApp; un saludo para Jorge Vidal su exnovio. Justo ahora que estaba pasando por una decepción amorosa. Ella definitivamente había terminado con él porque se enamoró de alguien más, de hecho, no guardo ni una pizca de esperanza en regresar. En su momento lo hizo sin remordimientos.
Él respondió amigablemente. Después de todo Jorge no fue un mal chico. Las cosas simplemente no se dieron por caprichos del destino, o mejor dicho porque ella no sentía nada por él. Mientras conversaban ella lo idealizaba como un buen partido y se preguntó asombrada como fue que pudo dejarlo por un imbécil que ahora andaba con otra chica en sus narices.
Al llegar a casa las luces estaban apagadas. Su hermanito jugaba encerrado en su habitación con la playstation 3 que papa le regalo en navidad. Ella lo sabía por el sonido y las luces intermitentes que escapaban por las rendijas de la puerta.
Subió a su habitación para desvestirse. Necesitaba ducharse. Durante su baño le invadió un sentimiento de nostalgia al recordar los días que compartía junto a Jorge, además los padres de Jorge la querían muchísimo y siempre quisieron que ella se casara con él.
Al salir tomó su teléfono móvil para ver las notificaciones. Sentada en el balcón de su habitación releyó los mensajes que intercambió con Jorge. Por lo que veía, él parecía haber superado lo que había pasado entre ellos. Claudia decidió escribirle para cerciorarse de que estaba en lo cierto, porque tal vez eran aprensiones suyas y Jorge tal vez podría quererla aún.
― Hola, ¿Qué tal? ¿estas ocupado?
― Buenas noches, no estoy ocupado. A penas estoy regresando a casa ¿tu como estas?
― Pues muy bien ¿Tienes planes para mañana por la tarde?
― Sería muy triste que alguien no tuviera planes para un viernes por la tarde ¿no crees? Yo no los tengo porque el trabajo y la universidad a penas me dejan respirar ―Mentía.
― ¿Podemos vernos mañana?
―Pues, a decir verdad, no lo sé Claudia. Ha pasado mucho tiempo y no sabría cómo reaccionar al verte.
― ¡Ay! Por favor Jorge, escúchate ¿Qué tontería dices?
Claudia no recibió respuesta esa noche. Si, al parecer Jorge se había olvidado de ella. Aunque pensándolo de otro modo pudo haberse quedado dormido. Jorge era así. Ella fue a la cama esa noche con la duda.
Al día siguiente despertó temprano y se preparaba para ir a la universidad. A penas terminaba de tomar el desayuno cuando escucho el sonido agudo de las bocinas del auto de papá. A pesar de que papá ya no vivía en casa con ellos, se esforzaba por cumplir con sus responsabilidades, además él no quería que la separación con mamá afectara el vínculo que existía con sus hijos.
Todo iba bien en la universidad. Un día normal como cualquier otro, hasta que vio a Franco con su nueva chica sentados en el cafetín, sonriéndose mutuamente y siendo felices. La chica que acompañaba a Franco pertenecía al 5to año, uno por encima del de ellos. Claudia sintió un vacío desagradable en su estómago que muy pronto se convirtió en nauseas. Ella se aferro con fuerza al brazo de Julio, quién notó enseguida lo que ocurría.
― Sácame de aquí Julio por favor.
― Pero al menos, esperemos nuestro desayuno. ―El chico intentó calmarla un poco.
― No, me voy de aquí. Puedes quedarte si quieres.
― Okey, okey está bien, mantén la calma bizcocho por favor. Vamos. Te acompaño.
Claudia clavo su mirada en la de Julio porque odiaba que le llamara bizcocho, la hacia sentir gorda. De inmediato salieron del lugar. Caminando por el campus conversaron al respecto. Julio quería ayudarla, pero no sabía cómo lidiar con ese tipo de problemas. Solo le daba palmadas y la invitaba a calmarse y superarlo. Ella le agradeció al finalizar su conversación y se despidió.
Eran las 2:00 de la tarde cuando Claudia esperaba el bus para regresar a casa. Se sentía sola, se sentía usada, abandonada. Buscó a Jorge entre sus contactos y le llamó. Quedaron en verse al cabo de una hora porque él estaba reunido con sus amigos viendo un partido de fútbol de liga española. Ella no necesitó más que la dirección del lugar para ir a darle una sorpresa a Jorge.
Al llegar al sitió, notó que era una elegante tasca decorada con tema deportivo repleta de tipos rudos, fanáticos del deporte. Por supuesto, había chicas en el lugar, pero no en la misma proporción de hombres. Se acerco a Jorge con cautela y le toco brevemente en el hombro; éste al volverse se sorprendió. Se saludaron con cariño.
― ¿Cómo llegaste tan rápido? ―Aún estaba sorprendido por la habilidad de la chica.
― He tomado un taxi. El bus es demasiado lento. Ja,ja
― ¿Quieres tomar algo?
― Ya que andas en la onda de cervezas pues me uniré. Has cambiado mucho Jorge.
― ja,ja,ja ¿cómo así?
― No lo sé, te ves más serio. Más maduro tal vez. No vayas a pensar que te digo viejo.
― ¡Ay! Ja,ja,ja no, no para nada. Pero tú no te quedas atrás. Estas guapa esta tarde. Creo que ese corte de cabello va muy bien con tu personalidad.
― Que mentiroso. A mí no me gusta para nada. Casi asesiné a la estilista cuando pude verme al espejo.
En aquel momento Claudia se sintió protegida. No entendía bien ese sentimiento, pero le transmitía una especie de paz. Como si estar con Jorge fuera, en definitiva, la mejor de todas las opciones. Fue muy amena la conversación, coquetearon poco pero cuando ocurría era intenso.
Se despidieron dulcemente. Y ahora sí, Claudia iría a casa. Tomó el bus a las 5:00 de la tarde. El bus tuvo que desviarse de la ruta porque había cierres viales a causa de reparaciones. La vía alterna rodeaba la ciudad y estaba congestionada. El tránsito se tornó cada vez más lento, y sumida en desesperación Claudia resolvió bajarse del bus. Caminaba y recordaba lo que vio por la mañana; no era fácil asimilar y aceptar que ahora Franco se acostaba con otra chica. Este pensamiento la agobiaba a tal punto de desmoralizarla por completo. Su cara era un poema, tan explícito que hasta un niño de cinco años habría notado que Claudia estaba, como dicen sus amigos «en la mierda».
― ¡Ey! Jovencita ¿me puedes regalar algo de comer?
Un hombre sentado en el suelo y apoyado sobre uno de los monumentos de la plaza llamo la atención de Claudia. Se veía bastante deteriorado, su ropa andrajosa hablaba por él. A unos pocos centímetros a su lado, en el suelo había una pequeña botella de licor barato consumida en sus dos terceras partes.
Claudia se conmovió ante aquel escenario tan deprimente. No quiso ofrecerle dinero porque sabía que probablemente este hombre lo gastaría en vicios. Claudia lo miró unos segundos y cambio de dirección. Alcanzó a ver un puesto callejero en el que vendían panes hechos artesanalmente. Compró panes dulces con frutas confitadas y un litro de jugo. Se acercó al desventurado méndigo y le ofreció lo que había comprado para él.
― Gracias jovencita. Dios te bendiga.
Agradecido, el hombre abrió la bolsa que contenía los panes y le ofreció a Claudia.
― No se preocupe señor, los he comprado para usted. ―dijo Claudia con dulzura.
― Hija no tengo como pagarte, por favor toma un pan.
Claudia pensó unos segundos y aceptó ―¿Qué había de malo en compartir con un pobre hombre de la calle?― El pan estaba delicioso, dentro de sí se arrepintió de haberlo rechazado inicialmente.
― No vives por aquí ¿verdad? Seguro eres estudiante ―el hombre conversaba amablemente con ella.
― No señor, no soy de estos lugares, y sí, soy estudiante. Están reparando las vías del centro y el bus tuvo que desviarse. Por el embotellamiento tuve que bajarme del bus, creo que a pie voy más aprisa ¿usted vive por aquí hace mucho tiempo? ¿Cuál es su nombre?
― Bueno, me llamo Rómulo pero por aquí me dicen Trino ja,ja,ja vivo en esta plaza desde hace tres años ¿tu cómo te llamas? ¿Qué estudias? No dijiste nada de eso.
― Soy Claudia, es un placer señor. Estudio 4to año de derecho ¿puedo preguntarle cómo llegó aquí?
― Ya lo has preguntado ja,ja,ja ¿segura quieres saber cómo llegue aquí? Pocas personas hacen esa pregunta.
― Por supuesto señor Trino. No me lo tome a mal, pero por su forma de hablar no me parece un hombre de la calle.
― No eres la primera en decirlo. Soy Rómulo Andrade, el arquitecto más viejo de esta ciudad. Diseñe esta plaza hace veinte años. Es la única cosa que me quedó luego de mi divorcio. Esta es mi casa. Soy todo esto que ves.
― ¿Qué ocurrió? No puede dejarse caer así solo por un divorcio. Esta plaza es hermosa, usted es un magnifico arquitecto.
― No solo fue un divorcio. Es la madre de mis hijos. Fue la mujer de mi vida.
―Pero cuénteme ¿Cómo fue que paso todo esto? ¿Cómo llegó hasta aquí? ―inquirió la joven con interés.
― Ella se enamoró de otro hombre, el tipo es abogado. Él con sus leyes y su dinero ayudo a Marta a dejarme sin nada. Hasta mis hijos se alejaron de mí. La excusa de Marta fue que nunca tuve tiempo para ofrecerles ¿puedes creerlo? Luego de perder todo lo que construí junto a ella en mis mejores años no sentí ganas de volver a empezar. Pero eso es pasado, he superado todo eso. Tu sí que no te ves muy animada ¿Qué ocurre jovencita?
Claudia en aquel momento recordaba lo que el profesor le había dicho en clases, eso de que había personas que podían moldear las leyes a su conveniencia. En ese caso la ley había dejado sin nada a un pobre hombre y su verdad verdadera no fue tomada en cuenta.
― Oye Claudia ¿estás bien? ¿En qué piensas? Dime ¿Por qué te ves triste?
― A decir verdad, me siento como una tonta. Mi caso en comparación con el suyo es una cosa de niños.
― No importa hija, cuéntame. Ya queda solo un pan. Podemos caminar mientras me cuentas y así no llegas tarde a casa.
― Todo es culpa de Franco. Yo sé que no fui una espléndida novia, pero me esforcé mucho por mantener nuestra relación. Ese imbécil se fue con otra chica. Pero no importa, Jorge es el hombre de mi vida y sé que me hará feliz.
― ¿Quién es Jorge? ¿ya conseguiste un nuevo amor?
― No, no… Jorge es mi exnovio, mi primer novio. Cuando conocí a Franco no pude seguir junto a Jorge.
― Entonces ¿volverás con Jorge? ¿Por qué preferiste a Franco? No entiendo bien de que va todo esto que me cuentas.
― Franco es tan guapo, y tan atento. Pasaba días enteros a mi lado, siempre tenía tiempo para mí. Es atrevido, siempre obtuvo lo que quiso. Me hizo conocer aspectos de mi personalidad de los que nunca tuve conciencia.
Ante estas palabras el viejo indigente enmudeció. Claudia quería decir mucho más, pero sentía vergüenza, quería decir cosas como lo bien que se desempeñaba Franco en la cama y lo apasionado que era para hacer todas las cosas. Quería decirle que estaba perdidamente enamorada de aquel idiota. Si, ese idiota tan lindo y dulce. Pero eso sería algo inapropiado y tan fuera de lugar que mejor ni intentarlo.
― ¿Por qué quieres regresar con Jorge? Es absurda esa conclusión. Bueno, es lo que me dejas ver.
― No señor, usted no me entiende. Jorge es un hombre maravilloso, incapaz de engañarme. Estoy más que segura que él nunca va a dejarme.
En el fondo Claudia solo pensaba en esa cualidad que era prácticamente lo único que la motivaba a querer regresar con Jorge. A pesar de ser frío e inexpresivo, ella dejaba todo eso a un lado solo porque él era capaz de ser fiel y eso para ella bastaba. Ser inexpresivo y poco afectuoso era parte de la personalidad de Jorge, ella lo entendió y lo acepto así, aunque esto fuera terriblemente insoportable. Tal vez con el tiempo él podría cambiar, pero estaba segura que era el indicado. En algunas ocasiones el amor no es suficiente para sostenerlo todo.
― No soy quién para decirte lo que debes hacer. Soy un pobre fracasado. Respeto tu opinión, quizás sea la correcta porque nadie sabe cómo se tejen los hilos en asuntos del amor. Solo te digo que, si tomas esa decisión, es para no mirar hacia atrás nunca más. Tomar esta decisión significa matar toda esperanza de volver con Franco.
― Si, yo lo sé señor, yo lo sé. ―Dijo la chica en tono bajo y exhalando.
Compungida por las palabras del hombre, Claudia no pudo replicar. Sabía que éste tenía razón. Ya no podía volver atrás. Los tiernos momentos que Franco le regalo nunca más volverían. Nunca más volvería a sentir sus manos acariciando su cuerpo y respirar su aliento tibio mientras hacían el amor. A partir de ahora todo sería un recuerdo, un bonito recuerdo que habitaría en su cabeza y se haría tangible por las noches antes de dormir. Ahora diría te quiero muchas veces, una y otra vez, hasta convencerse a sí misma de que sentía algo por Jorge. Claudia volvería con él, con el hombre de su vida, estaría a su lado hasta el fin de los días, aunque no lo amara.
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Si mi relato de ha gustado por favor házmelo saber dejando un comentario. Soy @nestortvzla y como siempre, ha sido un placer escribir para ustedes. Gracias.
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Muchas gracias. Saludos, un abrazo.
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Waooo, nice post!
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Gracias, muchas gracias.
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