Era una noche mágica. El salón de fiestas estaba repleto de risas, música y brindis interminables.

in spanish •  4 days ago 

Joe y Sue celebraban su trigésimo aniversario de bodas rodeados de amigos, familiares y un ambiente que irradiaba alegría. Sue, con un vestido elegante y una sonrisa brillante, era el alma de la fiesta, bailando con entusiasmo y saludando a cada invitado como si fuera el primer día de su boda.

Pero en un rincón oscuro del salón, sentado solo con un vaso de whisky en la mano, estaba Joe. Su expresión era el contraste absoluto de la celebración que lo rodeaba. Miraba al suelo, como si el peso de los años lo estuviera aplastando.

Uno de sus amigos más cercanos, notando el contraste evidente, decidió acercarse.

—Joe, ¿qué te pasa? Esta es tu fiesta. ¡Treinta años de matrimonio no se celebran todos los días! ¿Por qué estás tan apagado?

Joe levantó la vista lentamente, con una mirada que mezclaba resignación y melancolía. Dio un sorbo al whisky, suspiró profundamente y luego habló:

—Mira, no sé si debería contarte esto…

—Vamos, Joe, somos amigos. Suéltalo, te hará bien.

Joe se inclinó un poco más hacia él y bajó la voz.

—La noche de nuestra boda, Sue no paraba de hablar… y hablar… y hablar. Me estaba volviendo loco. Todo lo que hacía era criticar: que la música estaba muy alta, que el pastel no era como lo había imaginado, que mi primo Bob era un desastre al bailar…

El amigo, intrigado, asintió, incitándolo a continuar.

—Esa noche, cuando llegamos al hotel después de la recepción, mi paciencia estaba al límite. Fue entonces cuando, por un segundo, tuve un pensamiento oscuro…

—¿Qué pensamiento? —preguntó el amigo, ahora completamente cautivado por la historia.

Joe tomó otro trago y, con un tono casi teatral, confesó:

—Pensé en matarla.

El amigo casi escupió su bebida de la sorpresa.

—¿¡Qué!?

Joe levantó una mano para calmarlo.

—Espera, espera… no lo hice, obviamente. Pero estaba tan desesperado que fui a consultar a un abogado al día siguiente. Le conté todo, y él me dijo: "Joe, si lo haces, te enfrentarás a 30 años de prisión."

El amigo, todavía en shock pero curioso, preguntó:

—¿Y qué pasó después?

Joe dejó el vaso sobre la mesa y miró a Sue, que estaba en el centro de la pista de baile, riendo mientras giraba con uno de los nietos.

—Bueno, decidí no hacerlo. Pensé que 30 años eran demasiado tiempo para pasar en la cárcel.

El amigo, sintiendo que algo más venía, lo miró expectante. Joe dejó escapar una amarga carcajada antes de añadir:

—¿Sabes qué es lo irónico? Hoy se cumplen esos 30 años… ¡y podría haber sido un hombre libre esta noche!

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