Epíst. de s. Pablo a los Romanos cap. V. 5 y Salmo cap. CII. 1
⁵ La caridad de Dios está difundida nuestros corazones, aleluya, por el Espíritu Santo, que habita dentro de nosotros, aleluya, aleluya.
¹Bendice, alma mía, al Señor, y todas las cosas que hay dentro de mí, a su santo nombre.
Gloria al Padre y al Hijo al Espíritu Santo como era el principio, así ahora, así siempre, así también por los siglos de los siglos. Amén. ⁵
La caridad de Dios está difundida en nuestros corazones, aleluya, por el Espíritu Santo, que habita dentro de nosotros, aleluya,aleluya.
Oración por fiesta de San Felipe Neri, Confesor
Oh Dios, que elevaste a la gloria de tus Santos a tu santo Confesor Felipe: haz propicio que nos aprovechemos del ejemplo de las virtudes de aquel cuya solemnidad celebramos. Por Nuestro Señor Jesu-Christo que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Libro de la Sabiduría cap. VII. 7-14
Se debe advertir aquí que muchas de las cosas que Salomón ha dicho pertenecen propiamente a la sabiduría creada, y con motivo de estas introduce otras muchas acerca de la increada, que es el origen y fuente de la creada; porque esta es una participación de aquella.
⁷Deseé, y me fue dada inteligencia, e invoqué, y vino en mí el espíritu de sabiduría[*]: ⁸y la antepuse a los reinos y sillas, y juzgué que las riquezas nada son en comparación de ella: ⁹ni comparé con ella las piedras preciosas: porque todo el oro en su comparación, es una arena menuda, y la plata será tenida como barro delante de ella.
¹⁰La amé más que la salud y la hermosura, y propuse tenerla por luz: porque es inextinguible su resplandor. ¹¹Y me vinieron todos los bienes juntamente con ella, e innumerable riqueza por sus manos. ¹²Y me alegré en todas las cosas: porque iba delante de mí esta sabiduría, y yo no sabía cómo es madre de todas estas cosas[†].
¹³La que yo sin ficción aprendí, y la comunico sin envidia, y no escondo los bienes de ella. ¹⁴Porque es un tesoro infinito para los hombres: del cual los que han usado, han sido hecho partícipes de la amistad de Dios, recomendables por los dos de la doctrina[‡].
[*] Por ver que en nada me diferenciaba de los otros hombres, y que todos nacen de una misma condición, y en la ignorancia. Invoqué al Señor, y le pedí el espíritu de sabiduría, y me lo concedió.
[†] Los verdaderos sabios toman el principio de la sabiduría, del conocimiento y confesión ingenua de su ignorancia.
[‡] Han merecido su aprobación y agrado por haber enseñado a sus prójimos.
Salmo XXXIII. 12, 6
¹²Venid, hijos, oídme: yo os enseñaré el temor del Señor. ⁶ Llegaos a él, y seréis iluminados[*]: y vuestros rostros no serán sonrojados.
[*] El trato con Dios en la oración causa en el alma muchos conocimientos celestiales.
Trenos o Lamentaciones de Jeremías Profeta cap. I. 13 y Salmo cap. XXXVIII. 4
Aleluya. ¹³ De lo alto envió fuego en mis huesos y me disciplinó. Aleluya.
⁴ Se acaloró mi corazón dentro de mí, y en mi meditación se inflamará fuego. Aleluya.
El Santo Evangelio de Jesu-Christo según san Lucas cap. XII. 35-40
Bajo el velo de esta parábola nos enseña el Redentor: 1.° en qué consiste la preparación a la muerte; 2.° cuál sea la felicidad de una muerte a la que el cristiano se halla preparado; 3.° cuán grande sea la necesidad de estar siempre dispuestos a morir.
³⁵ Tened ceñidos vuestros lomos, y lámparas encendidas en vuestras manos[*]: ³⁶ y sed vosotros semejantes a los hombres que esperan a su Señor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere, y llamare a la puerta, luego le abran.
³⁷ Bienaventurados aquellos siervos, que hallare velando el Señor, cuando viniere: En verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa, y pasando[†] los servirá. ³⁸ Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela, y así los hallare, bienaventurados son tales siervos[‡].
³⁹ Mas esto sabed, que si el padre de familias supiese, la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. ⁴⁰ Vosotros pues estad apercibidos: porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre".
[*] Es metáfora tomada de los pueblos orientales, que por usar ropas talares y embarazosas, tenían que recogerlas y ceñírselas para poder manejarse con expedición y soltura. Con esto manifiesta Jesucristo a sus discípulos que deben estar siempre prontos y desembarazados de todo cuidado de las cosas temporales, para salir a recibirle, cuando los llame de este mundo para la eterna felicidad. Por las antorchas encendidas, que es también metáfora tomada de los criados, que están en vela, y con la luz encendida esperando a sus amos, se figuran nuestras almas alumbradas de la luz de una fe viva; esto es, acompañada de buenas obras
[†] Esto es; pasando de una parte a otra, como hacen los que sirven a las mesas, para ver lo que falta a cada uno de lo que apetece y pide. Con esto quiso significar la recompensa que Dios dará a los siervos que le fueren fieles, comunicándoles su gloria, haciéndolos como dueños en su casa, y sentándolos a su mesa en su reino.
[‡] Con esto se nos da a entender, que no basta que velemos por algún tiempo, sino siempre hasta la venida del Señor: esto es, hasta la hora de la muerte. Por otra parte, si nos hemos dormido y descuidado en la primera y segunda vela; esto es, en los primeros tiempos de la vida, debemos reparar atentamente este descuido en la tercera, que puede representarnos el tiempo de la vejez. Pues, como dice San Gregorio, no debemos desconfiar por el tiempo pasado, como si ya no le hubiese para emplearnos en buenas obras; puesto que para convencernos de la admirable paciencia con que nos espera el Señor, nos dice que seremos felices, si nos hallare velando, aunque sea en la segunda y en la tercera vela.
Meditación: En qué consiste la preparación para la muerte
Lo primero En el desapego de las cosas de este mundo: “Tened ceñidos vuestros lomos”.
Los judíos llevaban un hábito largo, y para no hallarse con estorbo lo tenían levantado con un cíngulo cuando habían de trabajar o hacer algún viaje. La primera preparación para la muerte consiste en ponerse en este estado, en que nada nos detenga, nada nos impida, nada nos estorbe. Los vestidos que nos estorban son los bienes de la tierra, nuestras pasiones, nuestros desarreglados afectos, el amor del placer y de las cosas sensibles. Ahora, esto es justamente lo que se debe restringir y sujetar con el cíngulo de la mortificación y del despego. Despeguémonos de todas las cosas de la tierra, estemos siempre prontos a dejarla ¿Estamos en esta disposición?
Los segundo La preparación para morir consiste en la práctica de las virtudes… “y lámparas encendidas en vuestras manos”.
Este mundo está cubierto de espesas tinieblas, y la muerte es como un viaje que se hace en una noche oscura… La lámpara que debe iluminarnos es la fé y la religión. El que no las tiene no tiene lámpara en la mano, no sabe dónde va y corre peligro cierto de caer en el precipicio; el que tiene una fé y religión que no es verdadera, establecida por Jesu-Christo, sigue un falso vislumbre; el que tiene una fé muerte, lánguida o poco asegurada, lleva una lámpara sin luz. Tengamos una lámpara encendida en humildad y obediencia religiosa, con una profunda meditación de los misterios y verdades de la fé… La lámpara encendida y que debe arder es el amor de Dios y del prójimo en nuestro corazón. Guardémonos de que este fuego se apague o nos falte; antes por el contrario, procuremos que cada día esté más vivo y ardiente. El aceite que debe mantener encendida nuestra lámpara son nuestra buenas obras y los actos frecuentes de todas las virtudes propias de nuestro estado que al santificarnos, iluminarán y edificarán a los otros. ¿Tenemos las lámparas en las manos y encendidas?
Lo tercero La preparación para la muerte consiste en una expectación continua del día del Señor … “y sed vosotros semejantes a los hombres que esperan a su Señor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere, y llamare a la puerta, luego le abran.”
Jesu-Christo está en el cielo, y en el convite eterno de la Iglesia triunfante: sin abandonarlo debe venir a nosotros, y nosotros debemos esperarlo y estar prontos para abrirle. Él toca con la enfermedad, y nosotros le abrimos, si estamos dispuestos por medio de una pronta resignación y del júbilo de unirnos con él. ¡Ay de mi! Vivimos sobre la tierra en continuas expectación, pero no con la expectación del Señor. Se espera la salud y la fuerza; se esperan dignidades y empleos; se esperan herencias… pero entre estas frívolas expectaciones viene el Señor que no se esperaba, llama la puerta y lejos de abrirle, nos esforzamos a cerrarle la entrada y a tenerlo lejos. Pero con todo esto, y no obstante nuestra repugnancia, entra, y nada encuentra preparado; todo lo haya en desorden ¡oh qué infelicidad! ¿No seré engañado yo mismo? No lo permitáis, Señor, tengo la resolución: Vos solo en adelante seréis el objeto de mi expectación. A vos esperaré. Todo lo que hago, todo lo que proyecto, y todo aquello en que me ocupo, todo se endereza a esperaros a Vos; y no me apago a nada, en cuanto llaméis, todo lo dejaré y correré a Vos, ¡oh Salvador mío! Os abriré con júbilo mi corazón y con deseo ardiente de unirme siempre a Vos.